jueves, 29 de agosto de 2013

VISLUMBRANDO LA NIEBLA.




Si ya no puedes regresar a tu orilla izquierda, déjate llevar a donde sea.
    Sería bueno olvidarse del brocal del pozo y aventurarse en el río subterráneo.
    El día de ayer se ha ido y el que tú fuiste ayer. No trates de levantar del polvo ese amor, porque sólo levantarás jirones y sombras.
    Enséñale a tu corazón a caminar de nuevo, como a un niño de meses.
    Te dije estas cosas y respondiste:
    -Es que soy la costumbre. He tomado veneno todos los días, y me hace falta.
 ¿Qué droga tremenda es el amor?

De: Jaime Sabines
Otro recuento de poemas (1950-1991)



Al fin, dio un paso adelante…  pero ¿hacia dónde?
No sé si cansada de la calle, de buscarse cada momento la forma de seguir consumiendo, o de que su cuerpo le diera tantos avisos de que no aguantaría mucho más, quizás  sus propias vísceras gritando, pidió por sí misma la desintoxicación, y una de las personas que siempre han acompañado su deambular, consiguió plaza en uno de esos lugares, ahora que ya casi ni existen o están cerrándose (¿a quién le importan estas personas?), para que pudiera ir a realizarla.

Pero los síntomas del deterioro son tan evidentes, que al llegar, tal vez temerosos los técnicos de que se les fuera allí mismo, la enviaron en una ambulancia hacia el hospital…
Ingresada, como nosotros queríamos, como dices tú también, aunque es verdad que no te dejabas… ¿Quién sabe realmente qué pasa por tu cabeza?

Te sientes sola, aunque no lo estás.  Pero ese dolor es invisible…  Y aunque te queramos tanto,  este amor no va a cambiar nada… Y cada día se parece a otro día, y a otro día, y a otro y a otro… mientras dices que parece que se te  rompe la hiel… eso que tiene que ver con la bilis amarga, que no puede romperse, pero que siempre expresa angustia.
En este círculo de engranajes en el que habitamos, ése denominado “sociedad”,  donde se bebe sangre humana a cada instante y nos arrancan el corazón a dentelladas para deshumanizarnos, se que tuviste miedo algunas veces. Y  también frio,  y dudas, y soledad… ¡Tanta, tanta!

Aunque anduvimos recorriendo bares llamados Derrota,   donde brindamos también por la mala suerte, al final estabas  tú y tus callejones… Caminamos por sitios donde yo solamente podía ver un agujero negro.

¿Qué razones había?
La razón  de quien  se mete auroras boreales por las venas mientras recorre un viaje de odiseas hacia su Itaca particular.
Tengo miedo, porque el tiempo se acaba… y pienso que ha de ser así, es lo previsto, lo innegociable con la vida… ¡Pero me cuesta tanto aceptarlo!

Te miro a los ojo y veo otra cara:
La de ese Dios, loco y eterno, ajeno,  y que lo confunde todo sin parar de reírse…


martes, 27 de agosto de 2013

NO SOSPECHABA QUE MENTIAN







 LEAR KING EN LOS CLAUSTROS:


Di que me amas. Di: «te amo»,
dímelo por primera y por última vez.
Sólo: «te amo». No me digas cuánto.
Son suficientes esas dos palabras.

«Más que a mi salvación», dijo Regania.
«Más que a la primavera», dijo Gonerila.
(No sospechaba que mentían.)

Di que me amas. Di: «te amo», Cordelia, aunque me mientas,
aunque no sepas que te mientes.

Todo se ha diluido ya en el sueño.
La nave en que pasé la mar,
fustigada por los relámpagos,
era un sueño del que aún no he despertado.
Vivo brezado por un sueño,
inerme en su viscosa telaraña,
para toda la eternidad,
si es que la eternidad no es un sueño también.

La tempestad me arrebató al Bufón,
al pícaro azotado, deslenguado, insolente,
que era mi compañero, era yo mismo,
reflejo mío en los espejos
cóncavos y convexos, que inventó Valle-Inclán.


Los brazos de las olas me estrellaron
contra el acantilado y un buen día,
ya no recuerdo cuándo, desperté
y hallé sobre la arena
piedras labradas con primor,
sillares corroídos, lamidos y arañados
por los dientes y garras de las algas.
Entonces, desatado del sueño,
comencé a rehacer el mundo mío,
que se desperezaba bajo un sol diferente.


Y aquí está, al fin,
delante de mis ojos.
Oigo como jadea
con la disnea del agonizante, del sobremuriente.
Espera a que tú llegues
y me digas «te amo».

Conservo aquí los cielos que viajaron conmigo:
grises torcaces de Bretaña, cobaltos de Provenza,
índigos de Castilla.
Sólo tú eres capaz de devolverles
la transparencia, la luminosidad
y la palpitación que los hacían únicos.
Aquí están aguardándote.

Quiero oírte decir, Cordelia, «teamo».


Son las mismas palabras que salieron
de labios de Regania y Gonerila,
no de su corazón. Más tarde
se deshicieron de mis caballeros,
hijos del huracán, bravucones, borrachos,
lascivos, pendencieros... Regresaron
al silencio y a la nada.
La niebla disolvió sus armaduras,
sus yelmos, sus escudos cincelados,
aquel hervor y desvarío
de águilas, quimeras, unicornios,
efigies, delfines, grifos.
¿Por qué reino cabalgan hoy sus sombras?


Mi reino por un «te amo», sangrándote en la boca.
Mi eternidad por sólo dos palabras:
susúrralas o cántalas sobre un fondo real,
-agua de manantial sobre los guijos,
saetas que desgarran con su
zumbido el aire-
así la realidad hará que sean reales
las palabras que nunca pronunciaste
-¡por qué nunca las pronunciaste!-
y que ultrasuenan en un punto
del tiempo y del espacio
del que tengo que rescatarlas
antes de que me vaya.
Ven a decirme «te amo»;
no me importa que duren tus palabras
lo que la humedad de una lágrima
sobre una seda ajada.


En esa paz reconstruida
-sé que es tan sólo un decorado-, represento
mi papel, es decir, finjo,
porque ya he despertado.
Ya no confundo el canto de la alondra
con el del ruiseñor. Y aquí vivo esperándote
contando días y horas y estaciones.
Y cuando llegues, anunciada
por el sonido de las trompas
de mis fantasmales cazadores,
sé que me reconocerás
por mi corona de oro
(a la que han arrancado
sus gemas las urracas ladronas),
por la
escudilla de madera que me legó el bufón
en la que robles y arces depositan
su limosna encendida, su diezmo volandero,el parpadeo del otoño.


Ven pronto, el plazo ya está a punto
de cumplirse.
Y no me traigas flores
como si hubiese muerto.
Ven antes de que me hunda
en el torbellino del sueño,
ven a decirme «te amo» y desvanécete en seguida.

Desaparece antes de que te vea
nadando en un licor trémulo y turbio,
como a través de un vidrio esmerilado,
antes de que te diga:
«Yo sé que te he querido mucho,
pero no recuerdo quién eres».


JOSE HIERRO.
De "Cuaderno de Nueva York" (1998)



 

jueves, 1 de agosto de 2013

EL GOCE DEL IDIOTA. Ajustemos cuentas...



     "Yo juro que vale más ser de baja condición y codearse alegremente  con gentes humildes, que no encontrarse muy encumbrado, con una resplandeciente pesadumbre y llevar una dorada tristeza".

                                 William Shakespeare (1564-1616)




He descubierto a una persona-amiga "depredadora"...



  Le he dado vueltas reflexionando sobre si estaba equivocada o no, pero la impresión es cada vez más real.

     Y no es que a lo largo de mi vida no haya conocido a esa especie de humanos que, bajo múltiples formas, van trepando, ya sea en el escalafón social o en el laboral… Y seguro que todos podríamos  poner ejemplos. Es  que,  en este momento, la constatación me duele más por tratarse de alguien a quien verdaderamente aprecio... ¿apreciaba, quizás?

          No diré si el "Narciso" es  hombre o mujer... ¡Qué más da eso! ... Simplemente he visto cómo es capaz de olvidar con daño a otro amig@, como se deshace de su presa…

A veces no somos conscientes de la importancia de  aceptarse  y aceptar a los demás como son, reconociendo las propias limitaciones o deficiencias, y no apreciamos la sencillez y la serenidad como virtudes de los otros.

Y caemos en "el goce del idiota".

   Además me aplico el cuento, que, reflexionando sobre estas cuestiones,  no me atrevo yo a tirar la primera piedra.

 
      No hablo de esa forma de depredación emocional que se ejerce sin querer, sin darnos cuenta, fruto de nuestras carencias o de nuestra baja  autoestima. Quizás yo misma, en alguna ocasión, haya ejercido esa forma de poder sin querer hacerlo conscientemente. 

No se trata de la transformación personal, fruto de la maduración y el crecimiento, ni tampoco hablo del poder económico, financiero o político.

       La depredación de los bienes comunes, es algo que está a la orden del día, hoy más que nunca, pero hacerlo en el territorio de la amistad es terrible y desolador. Por eso me sitúo en el orden de lo social.  Y de ese "poder" que se ejerce a sabiendas, manejando los hilos de la conducta de forma que el  peso incline siempre la balanza a nuestro favor.

     De ese "modo de hacer" que nos eleva sobre los demás,  y que ante los  otros, hace que nos mostremos como los "divos" que en realidad no somos.

¿Y qué no haremos los hombres, y las mujeres,  para conseguir  ese poder?

        El mundo está lleno de vanidad: "Vanidad de vanidades y todo vanidad", exclama Qohélet  en el Eclesiastés. El predicador reflexiona sobre la fugacidad de los placeres, la incertidumbre que rodea al saber humano, la futilidad de los esfuerzos y bienes de los hombres, la caducidad de todo lo humano y las injusticias de la vida.

        Decimos en psicología que soberbia es concederse más méritos de los que se tienen, estimarse por encima de lo que uno vale, sentirse el centro de todo… Esa soberbia, vivida de forma vehemente, es tan intensa que algún psiquiatra dice que “nubla la razón”, impide que los hechos personales  se vean con una mínima objetividad.

Todo lo demás queda pequeño ante la propia altura.

          En el afán por alzarnos, nos sentimos como una suerte de dioses creadores,  sin nosotros no debe existir nada digno, y  se destruye hasta el  propio hábitat con verdadera  saña, para adornar la morada  donde se vive con oropeles resplandecientes, aunque carentes de ánimo y de auténtica vida.  Incapaz de querer a quien no se puede usar, no importa mucho afligir daño aunque se hayan mostrado leales con nosotros; una vez escalado un peldaño más, podemos dejar a determinadas personas en el camino.

Sobre todo a aquellos que consideramos que ya no son dignos de nuestro entorno, no aportan "glamour" y brillo social.


         Se busca la sumisión incondicional de  los allegados, y de los lejanos incluso,  sin ningún pudor. De forma que si el otro osa hacer algún planteamiento que resulta incómodo, se sufre una "subida de orgullo propio", que altera sobremanera. Esto no deja de ser más que un  ataque de miedo, de pavor a que se descubra la propia debilidad, la verdadera falta de autoestima disimulada bajo el disfraz de "gran cautivador/a",  que se ha suplido creando un personaje para un escenario del que no se baja  nunca.


        De alguna manera, incluso escribimos un pasado adornado de inexactitudes, y a veces, nos presentamos de forma  agresiva, hedonista, algo inhumana... Eso sí, bajo una pátina de solidaridad burguesa.


        Lo que más llama la atención  es que personas de  probada inteligencia, sucumban ante estas depredaciones. Debe ser que todos tenemos un punto débil. Dicen que poco importa el nivel de estudios, o el grado de madurez que tengamos, ya que los depredadores estudian a sus víctimas: "adulan al vanidoso, miman al cariñoso, y elogian al intelectual..." (Neus Colomer)
  

 

         Me viene a la mente el ejemplo de la vid, ésa planta que no tiene ninguna intención de dar buen vino, sino de reproducirse...Tampoco  el sarmiento puede dar fruto por sí mismo, si no es con la vid. Él es, según los diccionarios, su vástago, delgado, flexible y nudoso, de donde brotan las hojas y los racimos: y de éstos, podremos sacar el mejor de los vinos, entre cientos de otros  productos.

El sarmiento, pues, no está ahí  para lucirse, sino para dar frutos.
 
Querida persona-amiga:

             Por mucho que te disfraces de dulce, de bombón o de caramelo, en el fondo esto no es como un tatuaje permanente. Puede que alguna vez, bajes la guardia, y entonces quedes a merced de otros depredadores sobrevenidos a tu alrededor. Que los hay, que los he visto y pululan en tu entorno en busca de propios beneficios.

          Ajustando cuentas, diré que muchas veces me he sentido agobiada por ti, y eso, aunque parezca que pueda ofenderme, no es tanto como haber constatado cómo reaccionas en el trato con los más especiales.

      Pero te deseo que todo te siga saliendo bien,  que nunca llegues a la situación de que, a pesar de  haber salido en las portadas, estás terriblemente sola.

      Si ocurre así, también  deseo que cuando te sitúes ante tí misma, y el espejo devuelva tu verdadera imagen, sepas afrontar el momento con gallardía y entereza.


     Me recuerdo  a mí misma ese refrán que dice que  "quien hace ostentación de su abundancia, es porque nada le pertenece.

Ya lo dijo  Mathatma Gandhi:
"Uno debe ser tan humilde como el polvo para poder descubrir la verdad".


Brindo, pues, con quien pueda apetecer,
por los sencillos sarmientos.