“El hombre no es un árbol: carece de raíces, tiene
pies, camina. Desde los tiempos del homo
erectus circula en busca de pastos, de climas más benignos, de
lugares en los que resguardarse de las inclemencias del tiempo y de la
brutalidad de sus semejantes. El espacio convida al movimiento y se inscribe en
un ámbito mucho más vasto y en continua expansión” (Goytisolo,
2004).
En una entrevista a Ryszard Kapuscinski,
que he estado releyendo, éste decía que "nunca ha sido sencillo cruzar una
frontera." Que a menudo cruzarla
resulta peligroso, que puede costar la
vida; es la barrera entre la vida y la muerte.
En Berlín hay un cementerio con la
gente que no lo logró. Las fronteras se guardan con armas y en ellas se exigen
documentos para pasar al otro lado. Él lo hizo del Este al Oeste, la más brutal.
El
gran descubrimiento del hombre, aseguraba también Kapuscinski, no fue la rueda,
sino ese “Otro”, cuando la primera tribu-familia de 150 miembros que vivía
entre los dos ríos en Mesopotamia se topó con otra tribu-familia y ambos se
dieron cuenta de que no estaban solos. ¿Qué hacer ante ese hallazgo?, se
pregunta. Tres reacciones son la constante en la historia: ignorarlo, entablar
contacto (comercio) o guerrear.
En otro de sus libros, Viajes,
Kapuscinski explica el origen de la hospitalidad, una de las improntas de la civilización
griega -acoger al desconocido, darle cobijo y alimento-. Una tradición
que se conserva en muchos lugares de África en los que el que nada tiene
comparte todo con el extranjero. "Esta costumbre se basa en la creencia
griega de que el visitante podía ser un hombre o un dios disfrazado. Esa acogida llevaba pareja una
responsabilidad: la seguridad del
invitado. Ya nadie conoce de dónde procede esta costumbre ancestral que
entiende el encuentro con otra persona como un acontecimiento, como una
oportunidad y una fiesta. Nunca como un problema".
Sin embargo, mientras las multinacionales
europeas cruzas las fronteras del sur, sin ningún obstáculo, las personas
migrantes no son bienvenidas, ni
acogidas con esa responsabilidad. Como escribía el profesor Juan Carlos
Velasco, “En países
europeos, cuando no están explotando el miedo al Otro, se preguntan: ¿cómo
vamos a integrarlos? Para España y muchos países del norte “la integración” de
los inmigrantes significa la discriminación del Otro, el silenciamiento de los
inmigrantes y la construcción de una sociedad desigual”.
Kapuscinski, este viajero que tanto nos ha emocionado con
su gran obra periodística y literaria, nos ha contado en alguno de sus libros que
cruzar una frontera por primera vez fue para él un desafío, quería saber qué se
sentía. Quiso siempre hablarnos de los otros, de sus costumbres, de sus
pensamientos, porque decía que es en el desconocimiento donde se cultivan los
virus del odio y de la guerra.
Añade en la entrevista que cuando se
declararon las independencias de India y Pakistán -y después las de la mayoría
de los países africanos-, “se produjo una gran euforia, una esperanza de que la
misma independencia era la solución a los problemas. Se creó el Movimiento de
los No Alineados para confrontar a Occidente, pero 20 años después, en 1972,
tuvieron que admitir su fracaso, que el mundo desarrollado no estaba dispuesto
a atender sus aspiraciones. Ahora, la táctica es otra. Ya no se trata de buscar
la confrontación, esta vez el objetivo es intentar la penetración. No es una
acción organizada, sólo el débil que busca la igualdad cruzando el mar y los
desiertos, jugándose la existencia, para saltar la nueva frontera que separa la
muerte segura de la posibilidad de vida. Y los periodistas no estamos
informando del contexto, de que los ricos son cada vez más ricos y los pobres
cada vez más pobres. Occidente ha creado unas condiciones de desigualdad tales
que la única salida de los pobres es jugarse todo para alcanzar ese mundo donde
están acumulados los bienes y el bienestar, y es muy hipócrita decirles que
ahora ya no pueden cruzar. Es un problema que tiene una solución muy difícil".
Hace tiempo que él murió… pero su crítica
sigue siendo vigente, cada día más… Los trenes siguen partiendo con rumbos inciertos hacia lugares que se buscan con esperanza en el corazón. Conozco, afortunadamente, profesionales comprometidos con el buen hacer, con la reflexión sobre la realidad... Pero no veo en el medio de
comunicación donde trabajo la curiosidad periodística, la necesidad de interrogar al Otro, de
interesarse por él, esa parte del carácter de periodistas como Kapuscinski, que
también decía que: "Siempre creí que los reporteros éramos buscadores de
contextos, de las causas verdaderas que explican lo que sucede en nuestro
mundo".