miércoles, 6 de junio de 2012

"LA PRIMAVERA MAGREBI Y ARABE NO ES UNA PRODUCCION HOLLYWOODIENSE":




    Entrevista con Ahmed Benani: por Kacem El-Ghazali



Al igual que muchos jóvenes interesados ​​e involucrados en los recientes cambios ocurridos en la región del norte de África y Oriente Medio, en el marco  de lo que se ha convenido en denominar “la primavera árabe", doy la bienvenida en esta entrevista, al Profesor Ahmed Benani, politólogo y antropólogo de las  religiones,  residente en  Lausana, Suiza.
En efecto, los cambios actuales llevan consigo tanto datos positivos como riesgos graves que pueden conducir a conflictos sociales, las tensiones étnicas e incluso guerras civiles, lo que nos llevó a dirigirnos al politólogo,  M. A.  Benani, para recabar su análisis de la situación.
Si este último se preocupará especialmente por no presentar falsedades  históricas y científicas al lector, es porque la honestidad y la objetividad de investigar requieren de él, en tanto que Politólogo avezado, una cierta distancia de rigor en sus análisis  - que contrasta con el punto de vista del militante o activista, como es él, -  portador de un proyecto político.

Kacem  El-Ghazali: Profesor Benani, todo el mundo habla de las revoluciones de la primavera árabe, ¿Qué significa según usted  el concepto de  revolución en el contexto del mundo árabe de hoy?
Ahmed Benani: La caída de algunos dictadores nunca significó para mí el fin de las dictaduras. Lo que debemos entender es que una revolución no es un acontecimiento puntual, es ante todo un proceso a largo plazo, un proceso que, para ser juzgado como exitoso o no, debe ser apreciado durante un período importante. Tomando la Revolución Francesa, por ejemplo, les recuerdo que en julio de 1790, un año después de la toma de la Bastilla, Francia seguía siendo una monarquía (no es hasta el 21 de enero 1793 cuando el rey Luis XVI va a terminar en la guillotina), mientras que Europa, casi en su totalidad, estaba todavía muy lejos de la idea republicana.

La cuestión de la revolución sigue planteada. Es de actualidad.  Que se ponga un velo por encima o que se hable más de ella, su presencia persiste, antigua y joven a la vez, como la opresión. Y esto no es una utopía, excepto precisando el sentido que  Ernst Bloch ha dado a la palabra, que este sueño es una tendencia real, que es parte de la vida cotidiana de las relaciones capitalistas de producción, en tanto en cuanto a la necesidad de su superación y contra los retrocesos de que son portadores.

En lo que se refiere a las revoluciones árabes, es evidente que se ha entrado irreversiblemente en el ocaso de los poderes existentes, sí la convulsión tectónica va a continuar el Atlántico al Golfo Pérsico. Todas las expresiones de poderes ejecutivos, patrimoniales, depredadores, mafiosos, desde las monarquías absolutas a los presidentes vitalicios, los « Joumloukiates » serán en adelante « universalmente » vergonzosas.

Soy plenamente consciente del poder de la contrarrevolución y de la preocupación expresada de un 1848 como en Europa, del aplastamiento de las primaveras árabes. Pero es precisamente por esto que se observa que ninguno de los líderes es inmune a que todos se endurezcan, tratando  de hacer malabarismos ofreciendo constituciones, enmiendas, créditos, reformas de último minuto cuando no es  por el precio de la sangre, los tanques contra los civiles (Bahrein, Yemen, Libia, Siria). El desafío a estos poderes es definitivo e irreversible.

 A los ojos de la juventud, encarnan la imagen del totalitarismo tanto más infame cuanto autoriza el asesinato. Estos « hombres » que ya no pueden convertir las sociedades a su imposición,  persiguen, "como si tener que morir no bastara, hay que contar también con el dejar morir y hacerlo morir » (L. V. Thomas, ANTROPOLOGÍA de la muerte, 1975).



K. E: Se observa una  especie de decepción, un reflujo de entusiasmo en  las esperanzas que la gente tenía en la primavera árabe, en particular en las experiencias de Túnez, Libia y Egipto, que gracias al margen de  libertades conquistadas, han acabado por favorecer el triunfo de los movimientos islamistas, ¿cuál es su opinión al respecto?





A.B: Las revoluciones democráticas y sociales en curso en el mundo árabe desde el invierno 2010, encarnan los principales acontecimientos y procesos históricos importantes a nivel mundial. Algunos analistas hacen referencia a un « 89 » árabe, remitiéndose  tanto al  1989 europeo de la caída del muro de Berlín como al 1789 de la revolución francesa. Los procesos de cambio de las sociedades árabes en sus diversidades étnicas, culturales y religiosas, se deben estudiar también bajo  los aspectos que afectan a las sociedades y los Estados europeos.

Lo que parece perfilarse hoy a través de los movimientos revolucionarios en el mundo árabe es un aumento de la confianza en la política y el sentido cívico. Al margen de todas las divisiones y de todas las convicciones, parece reafirmarse la primacía de  ser grupo (conjunto), hacer un llamamiento para la renovación del contrato social y promover un pacto ciudadano basado en el respeto y la justicia, la dignidad y la igualdad, la libertad y la democracia. En el momento en que en Europa y en  los Estados Unidos en el contexto de crisis que vivimos, la desconfianza con la clase política alimenta las crispaciones de identidad, los reflejos nacionalistas y las tendencias xenófobas, es probable que lo que está en marcha en el mundo árabe inaugure una nueva conciencia política ampliada a escala mundial y un nuevo espíritu universalista comprometido y solidario.

El mundo árabe está empezando a salir de las múltiples formas de despotismo, de autoritarismo, de la cultura de miedo. La palabra se libera, la gente expresa sus deseos de emancipación, de mejores condiciones de vida, de acceso al conocimiento, de movilidad. Las revoluciones sociales que se desarrollan de maneras desiguales y combinadas, no están  de hecho inmunes a la violencia ni libres de riesgos regresivos o de recuperaciones políticas, ideológicas, sectarias, religiosas, etc. Es necesario por tanto, estudiar en profundidad, todas esas diversidades que son el arabismo, el islamismo, la cultura amazigh, el Kurdismo, el judaísmo  y  el cristianismo árabes, la democracia participativa, la laicidad,  la emancipación social, la igualdad de género, etc. , que han entrado  en una nueva forma de modernidad, de interrogación y de globalización. Tienen  como primeros lugares de anclaje Túnez (17 de diciembre de 2010), Egipto (12 de febrero de 2011), la Jamahiriya Árabe Libia (17 de febrero de 2011) ,  Yemen (28 de enero de 2011), Bahrein (14 de febrero de 2011), Siria (15 de marzo 2011) y representan,  a una velocidad impensable hasta ahora,  una progresión que no estamos aún en condiciones de evaluar o analizar.

Nos encontramos ahora en pleno debate sobre el sentido [o la dirección] que querríamos dar a la dinámica de la primavera árabe. Estas primaveras y sus revoluciones son portadores, por una parte, de una alternativa popular, democrática y laica y, por otra parte, de algunas corrientes islamistas que abogan por la aplicación de la sharia. Además, existen fuerzas sociales conservadoras, liberales y capitalistas, que están desplegando todos los medios a su alcance para salvaguardar sus intereses. Para lograrlo, esas fuerzas se alían a menudo con el ejército, es el caso, en particular, de Argelia y Egipto. Una vez más, debemos entender que la revolución no es un evento sino un proceso.

¡La revolución árabe no es una superproducción de Hollywood, donde las situaciones  están escritas de acuerdo a nuestras fantasías o a nuestras fobias! Esta advertencia sirve para rechazar todo tipo de ilusiones: el cambio va a ser rápido; los regímenes caerán uno tras otro como un castillo de naipes y que en los días siguientes literalmente, cantaremos!

Pero si rechazamos la ilusión, nos oponemos tan fuertemente, a otro engaño perpetuado por los políticos acerca de la "complejidad" del mundo, la complejidad asimilada a la locura  de querer transformarla! Estamos lejos de la lección de  Sarko Ali Zine El-Abidine Ben, sugiriendo  la necesidad de elegir entre un dictador  amigo, y, le cito: "régimen del tipo  talibán en el norte de África (Túnez, 28 de abril 2008). Alternativa que desde hace tiempo reforzó a los protagonistas: el dictador  se proclama único baluarte contra el islamismo y el caos; los islamistas, únicos enemigos del dictador!

Estos enfoques basados en el temor al caos y el triunfo del islamismo excluían el paso de  la sociedad civil y los jóvenes activistas para la democracia. Ahora bien, lo que vemos hoy por ejemplo, a pesar del « empuje » espectacular de los islamistas, es el regreso a la plaza de Tahrir de los actores que condujeron a la caída de Mubarak. Las mujeres, los coptos, tanto creyentes como ateos,  los laicos como los militantes del islam, reinvierten el espacio público y desafían  el proceso de elección del Presidente de la República, tal como se ha impuesto por el consejo  supremo de las fuerzas armadas.

 

¡Imaginemos por un instante que si el candidato del ejército fuese proclamado vencedor, los ciudadanos retornasen a sus hogares y que el ejército habría definitivamente triunfado por la revolución! Por supuesto que no, la elección para designar Presidente, es sólo una distracción, una etapa más entre los muchos pasos  revolucionarios y contra-revolucionarios.



K. E: Algunos analistas políticos y otros observadores del escenario marroquí afirman  que el movimiento 20 de febrero ha muerto, ¿cuál es su punto de vista?
 

A. B:  La revolución continúa todavía en Marruecos, a pesar de las falsedades destiladas por el Majzén y sus diversos aliados, incluidos los islamistas del PJD o los de Al adl Wal Ihssan que afirman  que el movimiento del 20 de febrero murió de muerte natural. Sin embargo, la calle [marroquí], la opinión pública está siempre  movilizada, lo que demuestra lo contrario. En efecto, después de unas semanas de relajación, varios miles de ciudadanos han salido a manifestarse con entusiasmo el domingo 27 de mayo de 2012, con consignas valientes, como ésta:  «quien quiere la libertad, sólo tiene que reclamar la República”.




K. E: Más allá de las reivindicaciones de carácter económico y social de las revoluciones magrebíes y árabes, ¿cuáles han sido sus aportaciones en el plano  estrictamente intelectual y cuáles han sido los efectos de tales contribuciones en la  escena internacional?



A. B: Las revoluciones que vivimos hoy en día llevan consigo una renovación completa en el pensamiento político y en los cambios  ciudadanos, pero estas revoluciones también están contribuyendo  a una serie de contradicciones religiosas e ideológicas. Pero lo más importante es esta reinvención de la política en paz cívica. Del mismo modo, estas revoluciones reclaman una renovación [o renegociación] del «contrato social» y continúan promoviendo la creación de una nueva era, la de una ciudadanía basada en el respeto de la justicia, la dignidad humana, la igualdad, de la libertad y la democracia.


* Entrevista de Kacem El-Ghazali
* Diálogo con Ahmed Benani: por Khacem El-Ghazali – traducido del árabe por:     
   Karim R´Bati.- 
* Traducida del francés al español por María Antonia del Toro.















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