martes, 24 de julio de 2012

ESCALINE, MI CANCIÓN AFRICANA.





          "Africa se está muriendo. Muere de bala y de metralla, por las heridas de las guerras, por la omnipresente violencia. Muere de hambre, de sed, de miseria. Muere de enfermedad, de todas las enfermedades. Muere de explotación y de esclavitud. Muere en patera. Muere de desidia. Muere en silencio. Sencillamente, muere."
                                                                   (Gabriel M. Pérez Alcalá)


No había vuelto a ver el mar... Y, como arrastrado hacia el agua, caminó sobre la arena con sus pies descalzos hasta que se quedó quieto, de pie, ante la orilla... Se sentó en el suelo y sintió que unas lágrimas se deslizaban por su cara.
¡Cuantas sensaciones y recuerdos hicieron su recorrido desde su espina dorsal hacia su cerebro en tan solo unos instantes!  Pero la humedad que sentía en sus ojos se debía sobre todo, al recuerdo de sus vivencias y de la gran cantidad de personas que aquel mar se había quedado para siempre, de aquellos que no habían podido llegar a la otra orilla.

* * * * * * * * * * *
     Aún hace mucho calor, tras el tórrido día que ha tenido que soportar. Pero ha llegado a casa, y ahora cruza el riachuelo que le separa del pequeño problado al que se dirige. Allí, se ha sentado junto a su abuelo en la puerta de una humilde casita, escuchando los tambores que saludan la llegada de la noche  con su ritmo ancestral que no tiene en cuenta el tiempo en una sucesión de eternidades que marcan la danza de la vida.

Los niños corren y cantan la canción infantil que aprendieron:

               Awa Yombei, Yombei yo!
                 Awa Yombei, Yombei yo!
                   Yombei taama ña

                         Kajinde ke selendi
                            Kajinde ke selendi
                                     Chipai taama ña


Las risas de las niñas resuenan  a la vez, y el olor de la olla que las madres remueven lentamente les anuncia que hoy van a tener algún alimento antes de tender sus cansados cuerpos sobre la estera en la que pasan las noches.

Al amanecer, con el primer esbozo de luz que en otros lugares tendría un húmedo rocío matutino, este pequeño abrirá los ojos y se levantará, con cuidado de no despertar al abuelo, a otros hermanos, a la madre…  Seguirá a su padre, y ambos recorrerán el sendero hacia los campos de cultivo donde inmensas montañas de cacahuetes esperan  a que ellos los pongan en sacos de 60 kilos sobre sus espaldas para ser recolectados.

      Y un día, el niño se despide de su  gente. Y su padre le dice: "Ni tus padres, ni tus abuelos, ni los padres de tus abuelos, nunca, nadie, ha hecho nada malo; ni ha robado, ni ha matado, nada malo.Tú no lo olvides, porque eres de esta familia".

  Y comenzó a trabajar como pescador en otro país... La Cosecha del Océano le va a proporcionar, tras dos años de duro trabajo, el pasaje en el cayuco hacia la tierra prometida. Hacia  "esa tierra donde todos los blancos tienen un reloj, pero jamás tienen tiempo..." 
  
    Y  tras recorrer caminos en esa geografía del desamparo, sufriendo en su cuerpo y en su corazón el rechazo con que en nuestros países solemos recibir a los desheredados,  llegó a nuestra ciudad... Y en Madrid, batalló contra los bárbaros, como diría J. L. Sampedro, hasta que en un día siguió un rastro que le condujo a un hogar, a una nueva casa, a aumentar su familia querida.

 El dice que ahora es muy feliz, aunque echa de menos a los suyos, porque  "aunque no tenemos nada, mi familia me quiere" ... y él  quiere ayudarles.
Cuando le miro, en mi interior se puede oir una melodia africana:
es ESCALINE, nuestra palabra mágica, y toda la ternura, la luz, el color y el sabor de un continente me inundan...


AFRICA,  la cuna de la humanidad, donde han aparecido los más antiguos restos fósiles del hombre… 

El continente del Kilimanjaro, del Atlas, del Nilo y el Níger….

La del hambre y los buitres y la  de la guerra fraticida.

La de la paz interior  y la del que guarda la pureza de sus raíces.

La de los esclavos trasladados a Occidente y la de la llegada de los colonos que la expropiaron. 

La de los ríos largos y caudalosos, y la de la extrema sequía que cuartea la tierra.

La de las selvas y los desiertos, la de las playas y las montañas bajo la niebla.

La de los niños que juegan a ser niños-soldado, sin escuelas ni cuadernos ni sueños.


 La de los reyes depredadores que esquilman y humillan a sus pueblos haciéndose pasar por representantes divinos y la de dictadores sanguinarios, apoyados por el primer mundo, que masacran a los suyos …

El África de los diamantes de sangre y la de la solidaridad  más desprendida de voluntarios y cooperantes.


La de las mujeres veladas, cubiertas por chador, el hiyab, el niqab, el litam o el burka …  y la de las mujeres desnudas lavando ropa junto al río.


La de las personas sumisas, resignadas, humilladas, y la de los altivos defensores de su tradición y sus clanes.


La del enfermo  que solo come una vez al día, y está, además, débil… Tiene fiebre, pero en este África no se puede acceder a los cuidados médicos salvo que seas “poderoso” y te reciban en los hospitales de los blancos…

El Africa de  Desmond Tutu, que dijo: "Cuando vinieron los misioneros a África tenían la Biblia y nosotros la tierra. Nos dijeron: vamos a rezar. Cerramos los ojos. Cuando los abrimos, teníamos la Biblia y ellos la tierra".

El Africa del Sida, el ébola, los experimentos de laboratorios occidentales y la del jardinero fiel...


El África violada por la violencia  y desprecio de los blancos… La de los invisibles, la de los tragados por el mar convertido en un cementerio de silencio y olvido.

El África sin derechos humanos…

La madre a quien han arrancado a los hijos que deseaba amamantar en sus senos, mientras les cantaba...


"Salvo por el nombre geográfico, África no existe", decía Ryszard Kapucinski. Y así es,  nosotros,  desde el primer mundo, acostumbramos a simplificar su realidad hasta hacerla una y pobre, catastrófica y dependiente. Pero dicen que África es un continente: unos 55 países, mil millones de personas, unas 2.000 lenguas, multiplicidad de mundos, etnias, voces, culturas... África heterogénea y rica, llena de vida y de colores.

         Por eso no estamos ante el “paraíso perdido de Memorias de Africa” , que diría 
M. Leguineche.

A pesar de ello, en mis oidos siempre resuenan aquellas palabras de Isak Dinesen:
“Conozco una canción de África, que habla de la jirafa y de la luna nueva africana descansando sobre su lomo, de los surcos en los campos de cultivo y de las caras sudorosas de los recolectores de café. ¿Acaso conoce África una canción que hable de mí? ¿Se agitará el aire sobre la llanura con un color que yo he llevado? ¿O tal vez los niños inventarán un juego en el cual figure mi nombre? “























Toñi.

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