jueves, 14 de agosto de 2014

LA BOLSA DE PAPEL CAFÉ


    

           El racismo, como tantas otras cosas, es una cuestión de poder,  por eso se ejerce sobre otros.


    Hay algo irónico en ver cómo afecta el color negro de la piel a tantos seres humanos, haciendo que su vida sea tan difícil, mientras en occidente, hombres y mujeres que se consideran blancos, pasamos horas bajo un sol que nos expone al cáncer de piel, para conseguir la dosis de negrura que demanda la moda.
         Y si no, gastamos en cremas, bronceadores, rayos uva, etc…
       Pero a nosotros, aunque nos doremos como carbones en las vacaciones, a la vuelta, nadie nos discrimina. Es más fácil que te alaben el tono de la piel a que te rechacen.
        Recuerdo que  el futbolista colombiano Aprilla dijo una vez que deseaba cambiar de color “por un ratico” para comprobar si los problemas que tenía eran a causa del racismo cuando jugaba en el equipo del Parma italiano.
       Existía hace años una especie de prueba denominada “la bolsa de papel café” que, según contaba Mikaya Strickling, consistía en una comparación de colores donde uno era considerado mejor si el color de la piel era similar al  color de la bolsa de papel; significaba que se era mejor que otros de piel más oscura.
      Ella decía: “Yo creo ser una mujer preciosa que tiene mucho que ofrecerle al mundo, sin embargo, como adulta, soy bombardeada con imágenes que me dicen lo contrario. A través de los medios de comunicación, mi familia y hasta entre mis propios amigos, puedo sentir que por ser de piel oscura, estoy en cierta desventaja, obteniendo un cierto sentimiento de inferioridad”.
      Muchos consideramos enriquecedor ser multicultural, gozar del mestizaje y  de los sabores y beneficios que proporciona la interrelación. Yo envidio su sentido del ritmo, el saber hacer música con un darbuka o el berimbao,  bailar como  una africana o una latina.
       Pero cada vez más, a nuestro lado observamos muestras de comportamientos discriminatorios, incluso ya no se esconde la exaltación de “raza pura”.
      Me asusta, me indigna, me… que las fronteras sean más importantes que las personas, que éstas sean utilizadas como moneda de cambio por los gobiernos para conseguir beneficios, que los derechos se queden en papel mojado, en definitiva, que una vida no valga nada cuando se pertenece al sur de este mundo.
      Los que viven conmigo, han cruzado distancias impensables entre su mundo y el nuestro.
      Dice el diccionario que “la distancia mide la lejanía entre dos puntos o cuerpos”, pero he descubierto que la solidaridad y el cariño rompen esa distancia aunque se construyan vergonzosos muros para impedirlo. ¿Cómo nos van a obligar a poner candados a nuestros corazones, si éstos son casas de puertas abiertas? Si los que conviven con nosotros  se saben queridos y acogidos, ya pueden promulgar leyes inhumanas los legisladores… las patrias, las banderas, las geografías, las rayas y las fronteras, son conceptos que solamente benefician a unos pocos en detrimento del resto de personas. Conozco gentes maravillosas que son nido y abrigo para quienes lo necesitan. Y que respetan el envoltorio en el que venimos a la vida, esa piel que es como el papel de regalo con el que nos presentamos a los demás.  Da igual el color que tenga ese envoltorio, da igual de qué color sea, porque sabemos que dentro de él está lo mejor.






 
(Las ilustraciones pertenecen a "Pintando Sueños")
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