A los que nos dejaron y ya no están, pero que sin estar, siguen siendo...
A los que nos enseñaron a utilizar nuestras fuerzas...
A todos, gracias..." (Manuel Trillo)
Y a ti, Manolo, cuya sonrisa nos sigue invitando a vivir...
La Universidad me había dotado de todas las teorías existentes sobre educación,
las clásicas, las nuevas, las que se ensayaban, pero no me había acercado
prácticamente a la realidad social de nuestro país hasta el último curso, aunque yo conocía directamente los problemas sociales ya que habitaba en un populoso barrio de Madrid.
Educar, esa palabra que me
parece tan maravillosa, está llena de connotaciones que, para los chicos y chicas de
la calle, no tienen ningún sentido… Manolo, los Enriques, Josito, Paco Febles, Pilar Luna, María,
Chelo y tantas y tantos otros, intentábamos aportar entre todos elementos
creativos, aquellos que pudiesen sobrevivir al aburrimiento mortal de tanto
espacio muerto en las aceras, al tiempo sin sentido que añadía vacío
existencial a los drogodependientes con los que compartíamos la vida.
Hace tiempo que quiero recordar a
Manolo en este blog de nombres… Y para ello, comenzaré señalando cómo se
definía él mismo, en un artículo publicado en EL PAIS, el 19 de marzo de 1987:
“Soy
cristiano y creyente, tenía vocación de cura, pero no de célibe, y resulta que
te obligan a ambas cosas en el mismo lote. El hecho de salirme del seminario no
me ha hecho cambiar de opinión. Lo único que pasa es que me siento
profundamente alejado de la iglesia tal y como existe hoy, y supongo que ellos
de mí. A ello hay que añadir que asumir mi homosexualidad me impedía seguir
allí dentro y que a los que yo considero oprimidos y marginados ellos los
consideraran pecadores y degenerados. (…) Necesito realizar trabajos sociales y
preocuparme por mis semejantes. No lo hago como una proyección del
sacerdocio, sino como una labor normal y concreta de un cristiano de a pie”.
Todas las
causas, eran su causa: yonkis, chaperos y prostitutas, gitanos,
inmigrantes, gays y lesbianas, portadores de VIH y enfermos ya de Sida,
defensor de la Teología de la Liberación, conferenciante de numerosas
campañas de prevención... Recordarle es recordar la importancia de los Derechos
Humanos. Y, además, era divertido y alucinante, con esa pícara
sonrisa que no podremos olvidar.
En Junio
de 2011, la COGAM, con motivo del 25 aniversario de su creación y
coincidiendo con el 30 aniversario de la publicación de los primeros casos de
SIDA, le rindió homenaje como miembro fundador y le definía
así:
"Manolo se convirtió en estandarte de una generación, en voz de denuncia y
de consuelo, en pionero de otros muchos que vendrían detrás pero que ya se encontraron
la puerta abierta y el camino comenzado. Como homosexual fue de los primeros en
dar la cara frente a los medios de comunicación. Como persona que vivía con el
VIH, fue de las primeras voces en advertir, informar sobre la prevención,
denunciar la estigmatización y reivindicar una atención sanitaria y social
pública, digna y eficaz".
Entre
los actos de homenaje se realizó una exposición de estas pinturas.
El catálogo de la exposición fue publicado por esta ONG y nos descubre el lado
más íntimo y personal de Manolo a través de las pinturas de Gerardo y las
semblanzas que le dedican amigos y compañeros:
"Al
contemplar las obras con las que Gerardo obsequió a su compañero y esposo, no
se puede evitar el sentir una profunda emoción y dejarse impregnar por la gran
admiración y amor que sentían el uno por el otro".
Trabajó
intensamente por la información, la educación sanitaria, la prevención y la
superación de los prejuicios que alimentaban los miedos y recelos. Así
como para que se dejase de usar la expresión "grupos de riesgo" por
la de "prácticas de riesgo".
Junto
a tantos otros grupos de la Coordinadora de Barrios, peleamos
intensamente los casos de niñas y niños excluidos de la escuela por ser
seropositivos, para derrocar el estigma, la carga peyorativa, el rechazo social.
A
mediados de 1988, crea, integrado en el C.C. Anti-Sida, el grupo de Auto-apoyo
de portadores del VIH y enfermos de SIDA, “El CIEMPIÉS”. Allí se reunían
una vez a la semana como actividad principal, para dar la oportunidad de hablar
abiertamente de las experiencias personales, de la convivencia diaria con el
virus, y existían las “Cartas entre nosotros”, para que quienes fuesen más
tímid@s pudiesen compartir penas y alegrías.
También
se planeaban excursiones, coloquios con especialistas, charlas sobre
autocuidados, nutrición, encuentros internacionales, etc… Y recuerdo
especialmente el TELEFONO de información sobre SIDA, atendido por voluntarios y
portadores de VIH, al que tantos acudieron como primer paso para afrontar la
situación.
Se
formuló la “Declaración Universal de los Derechos de las personas con
VIH/SIDA”, para conseguir la sensibilización de la opinión pública ante los
problemas de discriminación y rechazo que provocaba la enfermedad, para que se
considerara una más y, como tal, fuese asumida por la sociedad.
Recuerdo
a L., que escribió en la revista en 1991 que el primer día que decidió ir al
“Ciempiés” pensaba que era el único desgraciado portador del “bichito”
y que allí descubrió lo confundido que estaba, y lo que agradecía la
ayuda desinteresada que todo el grupo le prestó. Allí, dijo, se dio cuenta de
que no estaba sólo, hizo buenas amistades, y aprendió a despojarse del miedo
que tenía desde que le comunicaron “la noticia”.
En
1998 te fuiste, a los 37 años creo
recordar, me dijeron que en la Bahía de Caráquez, junto a Gerardo…
Hoy
parece posible vivir con Sida… Se ha cronificado la enfermedad,
aunque los informes dicen que la pandemia es un problema de
todos y la gente sigue muriendo en el siglo XXI:
"No
se puede recortar en prevención, no se puede bajar la guardia, porque si
ahora bajamos la guardia también desde las administraciones públicas, vamos a
tener muchas más personas infectadas.
Hay
que hacer un poco de incidencia en las campañas de prevención y llegar bien a
esas capas, sobre todo, la gente más vulnerable, gente que está
ejerciendo la prostitución, gente que no tiene medios y, lamentablemente,
estamos en esta situación que llaman de crisis.
Se
han cerrado en España recursos asistenciales donde la gente podía ir a dormir
cuando salía del hospital, se están cerrando porque las subvenciones se acaban.
Demasiado
silencio, demasiadas muertes, demasiado dolor.
Por
muchas metáforas plásticas con las que hablemos de sida, sabemos que detrás de
ese virus se dibujan las sombras de millones de hombres y mujeres a quienes les
quitó la vida.
La
enfermedad tiene hoy otra cara, pero continúa entre nosotros y sigue dando guerra.”
Todavía no se encontró la vacuna,
todavía no se cura, querido Manolo….
Y
luego, está África…. En occidente, la preocupación por las enfermedades
de los países pobres fue siempre relativa, hasta que se produjo ese punto de
inflexión que fue este virus, y a finales de los 80 y principios de los 90, se
empieza a ver como una amenaza real a muchos factores de nuestra vida: la
seguridad, el desarrollo económico, el contagio, y por tanto, miedo a que nos
llegara de forma masiva a nosotros.
Soy de las que nunca dicen adiós a nadie... Me cuesta que las personas cercanas a mí se vayan. Por eso siempre las llevo conmigo, en mi corazón, allá donde vaya. Y tú eres uno de los nombres que lo llenan, querido Manolo.