lunes, 16 de febrero de 2015

MANOLO TRILLO, EL CHICO DE LA PÍCARA SONRISA.



A los que nos dejaron y ya no están, pero que sin estar, siguen siendo...
 A los que nos enseñaron a utilizar nuestras fuerzas...
   A todos, gracias..." (Manuel Trillo)




                               
                    Y a ti, Manolo, cuya sonrisa nos sigue invitando a vivir... 
              Le conocí en la Escuela de Educadores, donde aquel curso él daba las clases de Educación de Calle… Y con él me impliqué, junto a los que andaban en la misma tarea en Entrevías, aprendiendo a dar los primeros pasos en las rúas. 

        La Universidad me había dotado de todas las teorías existentes sobre educación, las clásicas, las nuevas, las que se ensayaban, pero no me había acercado prácticamente a la realidad social de nuestro país hasta el último curso, aunque yo conocía directamente los problemas sociales  ya que habitaba en un populoso barrio de Madrid.


Educar, esa palabra que me parece tan maravillosa, está llena de  connotaciones que, para los chicos y chicas de la calle, no tienen ningún sentido… Manolo, los Enriques, Josito, Paco Febles, Pilar Luna, María, Chelo y tantas y tantos otros, intentábamos aportar entre todos elementos creativos, aquellos que pudiesen sobrevivir al aburrimiento mortal de tanto espacio muerto en las aceras, al tiempo sin sentido que añadía vacío existencial a los drogodependientes con los que compartíamos la vida.

        Hace tiempo que quiero recordar a Manolo en este blog de nombres… Y para ello, comenzaré señalando cómo se definía él mismo, en un artículo publicado en EL PAIS, el 19 de marzo de 1987:


“Soy cristiano y creyente, tenía vocación de cura, pero no de célibe, y resulta que te obligan a ambas cosas en el mismo lote. El hecho de salirme del seminario no me ha hecho cambiar de opinión. Lo único que pasa es que me siento profundamente alejado de la iglesia tal y como existe hoy, y supongo que ellos de mí. A ello hay que añadir que asumir mi homosexualidad me impedía seguir allí dentro y que a los que yo considero oprimidos  y marginados ellos los consideraran pecadores y degenerados. (…) Necesito realizar trabajos sociales y preocuparme por mis semejantes. No lo hago  como una proyección del sacerdocio, sino como una labor normal y concreta de un cristiano de a pie”.

                      

       Era un hombre especial… Todos los que le conocimos estamos de acuerdo en eso. Y era una gran persona.  Desde muy joven, militó en La Coordinadora de Barrio, fue miembro fundador del comité ciudadano anti-sida de Madrid, y en 1986, del colectivo COGAM, (actualmente LGTB de Madrid).
 
           Todas las causas, eran su causa:  yonkis, chaperos y prostitutas, gitanos, inmigrantes, gays y lesbianas, portadores de VIH y enfermos ya de Sida,  defensor de la Teología de la Liberación, conferenciante de numerosas campañas de prevención... Recordarle es recordar la importancia de los Derechos Humanos. Y, además, era divertido y alucinante, con esa pícara sonrisa que no podremos olvidar.    

       En Junio de 2011, la COGAM, con motivo del 25 aniversario de su creación y coincidiendo con el 30 aniversario de la publicación de los primeros casos de SIDA,  le rindió homenaje como miembro fundador y le definía así:   

       "Manolo se convirtió en estandarte de una generación, en voz de denuncia y de consuelo, en pionero de otros muchos que vendrían detrás pero que ya se encontraron la puerta abierta y el camino comenzado. Como homosexual fue de los primeros en dar la cara frente a los medios de comunicación. Como persona que vivía con el VIH, fue de las primeras voces en advertir, informar sobre la prevención, denunciar la estigmatización y reivindicar una atención sanitaria y social pública, digna y eficaz".
       Quizás sea más desconocida su vida privada, y en el citado homenaje se hizo alusión a la faceta íntima de "amante, esposo y compañero" en su relación con Gerardo, pintor, dibujante y fotógrafo,  inseparables hasta el final y que nos dejó, a través de sus obras, la imagen vital y alegre de este hombre especial.
       Entre los actos de homenaje se realizó una exposición de estas pinturas.  El catálogo de la exposición fue publicado por esta ONG y nos descubre el lado más íntimo y personal de Manolo a través de las pinturas de Gerardo y las semblanzas que le dedican amigos y compañeros:

      "Al contemplar las obras con las que Gerardo obsequió a su compañero y esposo, no se puede evitar el sentir una profunda emoción y dejarse impregnar por la gran admiración y amor que sentían el uno por el otro".  





Trabajó intensamente por la información, la educación sanitaria, la prevención y la superación de los prejuicios  que alimentaban los miedos y recelos. Así como para que se dejase de usar la expresión "grupos de riesgo" por la de "prácticas de riesgo".

  Junto a tantos otros grupos de la Coordinadora de Barrios, peleamos intensamente  los casos de niñas y niños excluidos de la escuela por ser seropositivos, para derrocar el estigma, la carga peyorativa, el rechazo social.

       A mediados de 1988, crea, integrado en el C.C. Anti-Sida, el grupo de Auto-apoyo de portadores del VIH y enfermos de SIDA,  “El CIEMPIÉS”.  Allí se reunían una vez a la semana como actividad principal, para dar la oportunidad de hablar abiertamente de las experiencias personales, de la convivencia diaria con el virus, y existían las “Cartas entre nosotros”, para que quienes fuesen más tímid@s pudiesen compartir penas y alegrías.

      También se planeaban excursiones, coloquios con especialistas, charlas sobre autocuidados, nutrición, encuentros internacionales, etc… Y recuerdo especialmente el TELEFONO de información sobre SIDA, atendido por voluntarios y portadores de VIH, al que tantos acudieron como primer paso para afrontar la situación.

       Se formuló la “Declaración Universal de los Derechos de las personas con VIH/SIDA”, para conseguir la sensibilización de la opinión pública ante los problemas de discriminación y rechazo que provocaba la enfermedad, para que se considerara una más y, como tal, fuese asumida por la sociedad.

      Recuerdo a L., que escribió en la revista en 1991 que el primer día que decidió ir al “Ciempiés” pensaba que era el único desgraciado  portador del “bichito” y  que allí descubrió lo confundido que estaba, y lo que agradecía la ayuda desinteresada que todo el grupo le prestó. Allí, dijo, se dio cuenta de que no estaba sólo, hizo buenas amistades, y aprendió a despojarse del miedo que tenía desde que le comunicaron “la noticia”.


En 1998 te fuiste,  a los 37 años creo recordar, me dijeron que en la Bahía de Caráquez, junto a Gerardo… 

Hoy parece posible vivir con Sida… Se ha cronificado la enfermedad, aunque  los informes dicen que la pandemia es un problema de todos y la gente sigue muriendo en el siglo XXI: 

"No se puede recortar en prevención,  no se puede bajar la guardia, porque si ahora bajamos la guardia también desde las administraciones públicas, vamos a tener muchas más personas  infectadas.

Hay que hacer un poco de incidencia en las campañas de prevención y llegar bien a esas capas, sobre todo, la gente más vulnerable, gente que está ejerciendo  la prostitución, gente que no tiene medios y, lamentablemente, estamos en esta situación que llaman de crisis.

Se han cerrado en España recursos asistenciales donde la gente podía ir a dormir cuando salía del hospital, se están cerrando porque las subvenciones se acaban.

Demasiado silencio, demasiadas muertes, demasiado dolor.

Por muchas metáforas plásticas con las que hablemos de sida, sabemos que detrás de ese virus se dibujan las sombras de millones de hombres y mujeres a quienes les quitó la vida.

La enfermedad tiene hoy otra cara, pero continúa entre nosotros y sigue dando guerra.”

       Todavía no se encontró la vacuna, todavía no se cura, querido Manolo….


       Y luego, está África….  En occidente, la preocupación por las enfermedades de los países pobres fue siempre relativa, hasta que se produjo ese punto de inflexión que fue este virus, y a finales de los 80 y principios de los 90, se empieza a ver como una amenaza real a muchos factores de nuestra vida: la seguridad, el desarrollo económico, el contagio, y por tanto, miedo a que nos llegara de forma masiva a nosotros.
        Y para terminar,  me gustaría decirle, como escribía Gerardo en sus dibujos, “que sepas que es total el haberte conocido, niño”.


             Y con Miguel Hernández, que "tres palabras, tres fuegos has heredado: vida, muerte, amor. Ahí quedan, escritos sobre tus labios".


       Soy de las que nunca dicen adiós a nadie... Me cuesta que las personas cercanas a mí se vayan. Por eso siempre las llevo conmigo, en mi corazón, allá donde vaya. Y tú eres uno de los nombres que lo llenan, querido Manolo.



 






 




  






























































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