El
ángel del Señor se llamaba Marcel.
En sus
ojos tenía toda la luz de un cometa.
Y en la ruleta de la suerte, de entre todos los humanos, le tocó la guardia y
custodia del “beato George”. No predecía el futuro, pero aquel pequeño que
estaba por nacer le dio muy mala espina.
En
efecto, esta faceta de su vida le
iba a costar serias dudas metafísicas.
-
Jefe, un detalle…-objetó él ante la misión- ¿Cuánto tiempo he de
custodiarle?
- Una etapa completa, Marcelo, no hagas de esto una opereta… Toma la carpeta
secreta, donde detalladamente encontrarás la información, empaqueta
tus alas en la maleta, y parte a
destino sin protestas…
El
ángel salió dando aletazos y apretando los puños. Su ira crecía como metástasis y no sabía por qué… y hasta chocó con un compi que disparaba saetas de metal mientras daba volteretas
riendo juguetón.
Marcel
sentó su silueta en la banqueta de la glorieta, mientras abría la carpeta
para estudiar aquella “papeleta”:
Tendría que ir al planeta de los humanos y ejercer de
guardián celestial de un niño que iba a nacer en breve y al que las
informaciones previas no favorecían.
En la
cola de un cometa surcó el espacio sideral y llegó así a nuestro
planeta, al pie de la cama donde iba a nacer su
protegido, segundo de una decena de hermanos que tendría aquel militar que era
su padre. No eran proletarios, como otras misiones asignadas, se trataba gente "bien".
Mientras
le contemplaba tomar la teta, Marcelo
le fue tomando cariño.
De
nene, George, como otros niños, volaba
su cometa, iba en bicicleta, más no era alegre ni tocaba
siquiera en navidades la pandereta,
más bien prefería hacer la puñeta y
tenía frecuentes rabietas. Se daba
atracones de galletas y de piruletas, le encantaban las croquetas de panceta y jugaba con la nieta
de un vecino a quien ponían chinchetas
en su silleta y algún petardo junto a la bragueta.
De
joven, tuvo una motocicleta, pero su
oficio posterior le llevaría a utilizar furgoneta, camioneta , avioneta y hasta corbeta; ejerció en varios
puestos políticos, siempre situado a la más rancia derecha, desde concejal a
gobernador civil, desde secretario de estado a diputado y ministrable.
Habitual
fueron para él escopeta y metralleta, porque llegó a mandar a las
fuerzas del desorden, él que tanto decía amar el orden y la decencia.
Era de
naturaleza ultracatólica, se había criado entre sotanas y monjas de clausura,
amaba a santos y a vírgenes, profesaba una fe… pero sin obras.
Le gustaba condecorar: le salían las medallas como setas, incluso dar bofetadas era motivo para ser premiado con ellas... aunque dejasen a las personas con muletas.
Advertía que
los matrimonios gais amenazan la "pervivencia de la especie", y comparaba
el aborto con ETA.
Y es que TODO le parecía que rimaba con ETA, y en muchos casos criminalizaba a la población, contra la que utilizaba a sus “secretas”.
Y es que TODO le parecía que rimaba con ETA, y en muchos casos criminalizaba a la población, contra la que utilizaba a sus “secretas”.
Marcelo
lo anota todo en su tableta y cada
día le iba cambiando la jeta… Deseó volverse
anacoreta, pero a veces, un rayo
ultravioleta le anima para que acometa la misión y poder llegar a su meta. Aún no ha descubierto que es el
sable de cruzado de George quien despide ese rayo…
El
Beato protegido habla tanto de Dios, de un dios a quien el ángel desconoce, que
Marcel comienza a tener una crisis de identidad. En la fe del ángel se abren
grietas.
Una
noche que ya no puede más, se recoge en oración y medita hasta conseguir
comunicación con el Altísimo.
- Creo
que te quejas demasiado, Marcel, tu nombre significa también “martillo”, debes
hacer honor a él y procurar que el alma de tu protegido se reconduzca hacia el
camino correcto.
-Me
diste libre albedrío, Señor. Me has dotado de entendimiento y libertad… Y ahora
no me dejas cuestionar…
-¡Me
malinterpretas, Marcel!- le
interrumpió el interpelado.- Puedes cuestionar, pero no objetar de tu trabajo… Mi receta
para ti es que ores y trabajes.
La
conversación duró toda la noche… El Señor consigue que el ángel le prometa intentarlo de nuevo… Aunque sabe
que es todo un desafío.
Ahora no se pierde una misa ni cuando viaja al
extranjero y dicen que tiene una agenda discreta donde figuran las iglesias católicas
donde ha rezado.
Ahora yo
sé que uno de ellos, al menos, no lo fue por esa razón, sino por la contagiosa
enfermedad de un fascismo visceral que su protegido le trasmitió.
Y como cualquier ángel caído, cuando su tutelado muera y él no tenga que seguir buscando aparcamiento para su coche oficial, Marcel tendrá que vagar por la tierra hasta el día del juicio final…
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