Llegaste de África,
con el sonido de la canción de tu abuela en
los oídos,
con los ojos llenos del color de la sabana ancestral,
sin saber que la esclavitud se extiende en estas
tierras
también hacia los niños.
¿Cómo evocarás tus memorias?
¿Quizás cómo pisadas sobre baldosas desconocidas
de casas
que están enfermas?
¿Como la convivencia con personas de almas arrugadas,
que
esperan de ti calor para disipar los fríos de sus inviernos?
¿No saben que ninguna casa es tan sólida que pueda impedir
que la lluvia entre en ella?
Tu historia, la verdadera historia, hará oquedad en la construcción
con la fuerza de las termitas.
No llores, pequeño. Tu madre secará tus lágrimas desde la luz
de la luna.
Y hará que escuches los tambores tocando.
Y que sientas lo pies de los que bailan alejando a las hienas…
Porque ellas están aquí, te arrebataron, te dieron a las
brujas…
Y tú siegues llamando para que te escuchen,
gritando para que te devuelvan… !Que hasta las hienas
tienen madre!
Tu padre te busca desde el principio del mal tiempo...
Sin tregua, sin descanso, sin desmayo.
Como un velero en medio de tormentas, con la brújula en su
mano.
Eres el norte y el sur, su día y su noche,
eres su puerto en medio de un desierto de acero y de cemento.
De su dolor, él, tu padre, encontrará aún más fuerza
para sacar de su escondite a los ladrones.
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Nunca
es fácil nadar contra corriente.
No
lo es para los peces, menos lo será para nosotros, los humanos.
Por
tanto, muchos prefieren dejarse llevar por la fuerza del rio o del mar.
Porque
remar a la contra es muy cansado.
Estoy pensando en ello horas después de haber compartido una fiesta solidaria donde nos
hemos encontrado muchas personas para apoyar, moral y económicamente, a una
familia de Camerún a la que le fue arrebatado su primer hijo por esos servicios
sociales que deberían haber hecho todo lo contrario, apoyarles y no inventar
supuestos delitos que se demostraron falsos.
¿Qué
puede llevar a unos responsables del bienestar social, del cuidado de los más
pequeños, a anteponer un criterio demostrado erróneo a todo el dolor de una madre y un padre que no han dejado
de luchar por recuperar al hijo arrebatado por esa institución? Un organismo que se ha
limitado a rellenar informes y a seguir un proceso contra toda justicia, incluida
la del Juzgado de lo penal y la de la Audiencia provincial de Cantabria.
No
puede ser que la normativa de la que se nos dota esté por encima de la
racionalidad, que el enjambre de leyes que marcan todas nuestras relaciones
sociales y personales no puedan volver atrás cuando la maquinaria se ha
puesto en marcha… Tiene que haber soluciones coherentes a los problemas y, sobre todo, sentido común.
“Para dominar a los hombres basta con una
oficina bien montada –escribió Desclée
de Brouwer en “El Hombre como mercancía”- Todo burócrata tienen en sus manos
un instrumento de dominio. La gente
depende de un sello y ese sello se lo tiene que poner un señor que está detrás
de una ventanilla”.
Así es. Y cuando no es el sello, es el
informe reglamentario que etiqueta todos tus comportamientos o tu estilo de
vida, por más que sea impuesto por las circunstancias y no elegido por ti.
Ferdinand
lleva muchos años luchando contra un gigantesco molino, que no es ya gigante
sino un monstruo que devora las entrañas y deja el corazón roto para siempre…
Hay
muchos niños en desamparo, muchos, demasiados… Niños de los que nadie se ocupa
y otros que viven almacenados en centros que se gestionan porque son rentables,
porque de cada niño se obtiene una rentabilidad para empresas que lo mismo se
encargan de la seguridad de un edificio que
de la limpieza de oficinas y ahora de la guardia de los pequeños.
Y
niños que desean familias que les acojan, que les adopten, que les cuiden y
mimen, como es lógico y deseable.
¿Por
qué, entonces, ir a buscar a un pequeño de Camerún que ha llegado a España con un padre y una madre que venmían en busca de los derechos que no tenía en su país?
¿Creía alguien que por ser su
familia africana no iban a pelear por su recuperación?
Ferdinand
y Monique no han dejado de hacerlo. Saben que cuando se deja de remar se
retrocede, y así, a contracorriente, solos al principio, con nosotros después,
sabiendo ellos más de derecho y de normativa española que muchos de los
abogados que pululan por ahí, siguen buscando una solución a este "sinsentido".
Ellos
están rotos, el dolor es continuo y sin descripción posible… Pero aún son
capaces de levantar la voz, no se van a paralizar para lamer sus heridas y conformarse. Y como decía en el poema, conseguirá reducir a los ladrones.