Solo un clic por cada foto...
y el resultado es espectacular.
Salimos a dar el paseo
cotidiano por Río de Janerio y descubrimos el Espacio Cultural BNDES, con una de esas exposiciones
imperdibles que nos descubrió a alguien que no conocíamos: “Assis Horta: Retratos".
A veces, los pasos nos
conducen a encuentros inesperados que nos enriquecen.
Este fotógrafo tiene en la
actualidad 99 años, y ya es leyenda viva en Brasil.
En1943, año 122
de la Independencia y 55 años de República brasilera, exactamente el 1 de mayo,
el entonces presidente Getúlio Vargas revolucionó la legislación laboral de su
país, consolidando las leyes que aseguraban derechos a los trabajadores.
Según las
nuevas reglas, pasó a ser obligatoria la tarjeta de trabajo y seguridad social
para el ejercicio de cualquier empleo, que debía constar de una fotografía de
tamaño 3x4 con la fecha en que se tomaba.
Esto fue decisivo en la carrera
de Assis Horta, porque revelará la dimensión histórica de su trabajo.
Entonces, millares de
trabajadores se sentaron delante de una cámara para regularizar su registro
profesional y poder poner en su cartilla de trabajo y seguridad social su
retrato.
Muchas de aquellas personas no habían visto su rostro en otro lugar que no fuera un espejo y se fotografiaban por primera vez en su vida.
Y Assis Horta fue así pionero en capturar la imagen individual de una clase hasta entonces casi invisible, como
era la de la mano de obra de las fábricas de la región de Diamantina.
Pero ¿quién es este fotógrafo?
Nació en Diamantina en 1918 y
dicen de él que fue un menino inquieto, bromista, que no consiguió acabar la
primaria, incluso que fue expulsado de la escuela.
Comenzó a
trabajar a los diez años por la muerte de su padre, lo que le obligó a ayudar a
su madre viuda y a sus numerosos hermanos. A los 14 comenzó en Photo Werneck, con cuyo propietario
aprendió las técnicas fotográficas de la época.
Recorría calle por calle su ciudad, fotografiando residencias, comercios, Iglesias,
organismos públicos y todos los detalles arquitectónicos que encontraba en el
camino. Era autodidacta, pero sus imágenes serían las que ilustraran
el patrimônio histórico
de Diamantina.
A los 18 años, compró
el estúdio, rebautizándolo como Photo Assis, que funciono hasta 1967, cuando se
mudó a Belo Horizonte.
Todos los negativos
era catalogado por él, anotando día, local, nombre de las personas que formara
parte de la imagen.
Realizó un
viaje a Europa, donde, además de fotografiar, llevaba una especie de diario con
anotaciones y guardaba los folletos turísticos, conservados aún en su archivo.
Su
conocimiento de la región y de su ciudad, Le transformaron en una espécie de
guia y consultor para los cineastas que querían rodar allí sus historias.
Ayudaba a escoger localizaciones y se integraba em la producción.
Para
desesperación de su esposa, llevaba a veces al elenco actoral y al equipo para
comer en su casa sin prévio aviso. Total, solo había que freir unos huevos más,
colocar más água en la feijoada. Pero a su esposa, que falleció trás 71
años de matrimonio, no le divertia esta situación.
La
exposición que visitamos Enrique y yo, hace referencia a los años en que su obra da una
identidad visual a las personas y se convierte en una preciosa
herramienta para estudiar la historia social brasileña.
Hasta
entonces, La fotografia había estado destinada a las élites
sociales y él puso rostro, identidad y visibilidad a la clase trabajadora a la
que sacó del anonimato y otorgó el papel que jugaba en la crónica del país.
Además de los retratos para los documentos de trabajo, registró fiestas,
costumbres y la cultura de la población, especialmente la de los pobres, negros
y mulatos de la región de Diamantina.
Así el retrato
entra en la vida del trabajador, le dignifica, muestra su cara y le eterniza,
como comenta uno de sus descubridores, Guilherme Horta, que, a pesar del apellido,
no guarda parentesco con él.
Los hombres se
arreglaban la barba, se peinaban el pelo. Las mujeres de maquillaban. Se
vestían como mejor podían para quedar bien en la foto. Al ver el resultado,
cuenta Assis, exclamaban sorprendidos:
‘Sou eu mesmo. Fiquei lindo!”
(Soy yo mismo. Quedé guapo).
Tras la foto
para el documento laboral, asombrados y contentos, volvían para una foto con su
familia, o de cuerpo entero, como solo habían hecho hasta entonces los ricos de
la época.
Con sombrero,
con indumentarias protocolarias o con las ropas del día a día, serían
inmortalizados en las placas de vidrio sensibilizado con yoduro de potasio y nitrato de plata, ténica usada entonces.
Así se encuentran en su estudio millares de placas con fechas
similares.
Fotografiaba a
cada persona con absoluto respeto, con toda la atención a la luz y a la
técnica.
Un solo clic
para cada foto”, - era su forma de trabajar – “incluso si una mosca aterriza en
la manga de la chaqueta blanca del cliente”, o aunque cayese el zapato del pie
de un niño en el momento preciso.
Y atendia a todos.
Trabajaba con la luz natural que entraba por su ventana y un paño blanco. Usaba una única
chapa. Había “quemado” muchas aprendiendo a dominar la foto de estudio.
A sus 99
años, dice que no gusta del formato digital, que “gusta de la foto en negativo
y en papel”y conserva su antigua Rolleiflex y
accesorios como decoración de su sala de visitas, hablando con orgullo y cariño
de los equipos que le han acompañado toda su vida. Porque Allá donde iba, él
llevaba una cámara.
Fotografió
todo: fiestas, bodas, funerales, etc... Solo un tema se vio sometido a la vigilancia de
su esposa: los retratos de prostitutas.
El Beco
do Motta, considerado en los anales de Diamantina como área de prostitución de la ciudad, donde vivían
las mujeres prostituidas, las niñas expulsadas de casa por haber
"perdido la honra", zona prohibida
a los "hombres de familia", lugar de entradas secretas y terror del
Obispo, terminaba en el muro de la casa donde Asís vivía.
Y era por
encima del muro, con su mujer mirando, que siempre conversaba con ellas.
Eran
sus amigas, las conocía a todas, fue padrino de muchos de los hijos que
nacieron allí y fotografió a la mayoría
de ellas. Y, sin vacilar, afirma que nunca saltó el muro.
Otra colección de imágenes en el
archivo de Assis es el de las muñecas. Entre los años 1940 y 1960, uno de los
principales eventos en Diamantina era el concurso de muñecas vivas, patrocinado
por una asociación comercial local. Cada segmento comercial concurría con una
niña, hija de una de las familias, vestidas con primor como muñecas y expuestas
en escaparates.
Eran fotografiadas. La gente compraba
votos para las preferidas. Al final había un desfile en coche abierto por la
ciudad y las ganadoras recibían premios.
“Se conoce
a una sociedad por el conjunto de sus imágenes”, comenta Lilian Oliveira,
directora Del Museo de Diamante.
Yo también lo creo y con sus imágenes de lavanderas de piso, señores del
diamante, alto clero, ex esclavos, vendedores, militares, difuntos,
garimpeiros, serteros, tejedores, etc… esta exposición garantiza la memoria de
tiempos lejanos como una verdadera obra de arte.
He leido en la
prensa que, casi centenário, este hombre de 1,60 de estatura sigue siendo divertido,
bromista y de risa fácil, y que acostumbra a repetir como uma espécie de refrán en sus conversaciones, que “la vida es buena”.
En 2012, Assis Horta fue protagonista de un cortometraje: El Guardián de la Memoria.
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