jueves, 22 de febrero de 2018

AMOR EN CUARTO MENGUANTE II


   "Somos libres de ir donde queramos y de ser lo que somos".
                                             (Juan Salvador Gaviota)



       
              
ELLA:
El silencio que pesa sobre mí es difícil de soportar… Me impaciento sintiendo como pasan los minutos, como una tras otra, van pasando las horas…
Pasan las horas, pero no pasa nada más…
¿Cómo se puede estar tanto tiempo sin decir una palabra en una discusión? ¿Cómo puede permanecer así, hora tras hora, acumulando la tensión y sin decir absolutamente nada?
Ni qué piensa, ni qué siente, ni qué transcurre por su mente, mientras estamos en una situación extrema que a mí sí me cuesta soportar.
Tengo ganas de explotar, de gritar, aunque me contengo. No quiero que me acuse de presionarle,  como ha hecho otras veces.
De todas formas, es igual… si estoy amable, o dulce, tampoco me habla. Se refugia en su silencio y deja pasar el tiempo.
Si le hablo, si le pregunto, si intento ayudarle a sacar algo fuera de sí mismo, tampoco sirve, porque entonces sí habla, pero para decir solamente que le presiono, o que le bloqueo. En algunos momentos, vuelve a no contestar simplemente.



El silencio se ha apoderado de todo. Casi han transcurrido 24 horas y seguimos así… A mi en cambio, por momentos parece que me va a estallar la cabeza, que no voy a poder más.
Las ganas de mandarlo todo bien lejos, de acabar de una vez  con esto se mezclan con un sentimiento de profunda tristeza y de dolor por intuir que se está acabandoesta relación, esta vida en pareja.
 
Podría dejarlo pasar de nuevo, puedo esperar a mañana, a pasado mañana, al mes que viene… A que me derrote de nuevo el dolor y entonces se pase el malestar, y quiera dar más oportunidades.
Pero ¿hasta cuando aguantará mi capacidad de resistencia? ¿No es verdad que de cada una de estas batallas salgo más herida y rota cada vez?¿No me basta con ver cada día que él no quiere o no puede madurar, ni siquiera lo intenta?
¿Con qué derecho me estoy haciendo esto a mí misma?
Vuelan nuevamente los minutos, que siento se malgastan de una forma brutal. Esta vida, la única vida de que disponemos, dilapidada  sin piedad; la dejamos escapar entre los dedos, como si no fuese algo tan valorable.
Ha ido pasando la noche,  entre lágrimas, palabras escritas y palabras esperadas… La espera ha sido larga, y ya amanece.
Está amaneciendo un lunes más, al fin y al cabo.
Triste y dolorido lunes, que sin embargo, me permite huir hacia adelante, salir de estas paredes que hoy me aprisionan, y marchar al trabajo.
No me espera hoy nada sorprendente allí, lo apostaría. No me espera la tranquilidad, ni nada que mitigue el dolor. Sólo, y no es poco, una horas de alejamiento de lo que es mi casa, un lugar cada vez más tenso y triste.
Voy a salir, y tengo unas terribles ganas de llorar.




 EL:
      Me está preguntando cosas y no digo nada... Estoy pensando todo el tiempo en que significa para mi lo que he dicho hace días de que quiero recuperar los ideales...Puede que diera a entender que lo que quiero es recuperar el pasado o las ideas que mantuve anteriormente, pero eso ya no es así.  
Mi pensamiento ya no está en esas ideas que en gran parte dejaron de tener sentido con el tiempo... solo quiero recuperar mi estado, la conducta que entonces yo tenía...
 
No se por qué ahora me paso la vida mintiendo.... ¡miento tanto..!
¿por qué no digo lo que hago o lo que pienso?

Antes yo tenía la iniciativa sobre lo que hacía, sobre las decisiones que tomaba... Ahora las circunstancias me influyen más , me ahogan, vivo como si solo quisiera sobrevivir...

Ahora siento tanta inseguridad, que ella tiene razón cuando dice que me he puesto una coraza.  No le digo nada, pero es verdad, hay una coraza que me ha atrapado, quizás la coloqué yo para aislarme y ahora no se salir. Estoy inmovilizado...



ELLA:



¡ Qué costoso resulta esta mañana salir a la calle!


Se van cerrando puertas tras de mí, y paso a paso, con un supremo esfuerzo, camino hacia la parada del autobús, hacia el comienzo del día. Un día que se acerca lleno de incertidumbre y también lleno de expectativas.

Detrás de esas puertas te has quedado tú, a solas  con tus pensamientos, con tus sensaciones...  Con tus silencios.
Siento deseos de volverme, de regresar; no quiero seguir andando... sólo quiero verte, hablarte, quedarme ahí contigo.

Pero continúo. Hay que seguir, debo respetar tu necesidad, tu tiempo... Yo también necesito que respires, que te comprendas, que te quieras a tí mismo.

De camino, viendo pasar por la ventanilla del autobús esa mañana que comienza, siento todo mi organismo está sometido a esa sensación de dolor en algún sitio que no puedo localizar, en ese lugar que debe ser lo que llaman las "entrañas"...

El resultado es que el estómago se encoge, la saliva no brota y deja la garganta tan seca
como si tuviese cristales en ella...


El pulso se acelera y en cambio, los pulmones se me paran... Este dolor se mezcla con la ternura, con el deseo de sentir tu mano, tu piel,tu mirada...


Por momentos, se me hace todo insoportable, tanto que no se ni donde estoy. No reconozco el paisaje.

Una y otra vez, un único pensamiento viene y se repite como un mazazo: ¡Dios, si te pierdo... Sólo yo sé lo que he perdido!

Dejo de repetirme el mantra que me atosiga. Es innecesario hacer esto... Debo pensar en otras cosas. Y lo intento, pero recurrentemente, voy del principio al principio del intento. Así, se cruza la letra de una canción que parece resumir lo que siento, lo que te diría si ahora pudiese hblar contigo.

Y sin música, solamente repitiendo palabras, voy murmurando lo que alguien escribió quien sabe a quién y por qué, pero que a mi ahora me parece adecuado a mi sentimiento, tan propio de una mañana como la de hoy,  fría con la bajada de las temperaturas, que me hace sentirme estremecida.  Quizás no es el invierno, sino otra desolación la que me hace sentirme helada, consciente del desamparo.


  Me susurro:
     "Eres como la vida, flor de contrastes, luz de azúcar y sal...
Vivo a tu lado la noche del siglo y amándote vivo esta travesía.
Todavía duermes cuando, abrigada, gano la calle.
Hace frío. Aprieto el ritmo.
Todavía duermes cuando el viento termina de espabilarme;
 cuando pienso,  mientras camino,
que me asusta la velocidad con que se vive,
la fugacidad de las miradas y los gestos.
Vivir es intentar no perder el tren...
pero ¿Quién lo conduce?
¿ A dónde vas subido en él?

Todavía duermes cuando me saludan las paredes,
cuando me abrazan los graffitis;
seguramente todavía duermes cuando pienso, mientras camino,
que vivir es intentar no perder el tren...
  
EL:

Ya se ha ido... Bueno, tranquilidad...
No es agradable verla sufrir. Escribir al menos me relaja. Al  papel puedo decirle que me desprecio a mì mismo. Que no le deseo a nadie esta sensación, que es duro aceptarme tan egoista y sin poder excursarme. Por eso me quedo mudo.

Vivo amargado, en la oscuridad, no soy capaz de seguir justificando un comportamiento indefendible... Si he hecho estas canalladas, es porque no tengo en cuenta que le hago daño. Y lo que pasa es que ahora no siento que me duela, quizás solo es que me han pillado y me fastidia... Por eso no salgo de la trinchera...

Además, es que me quiero ir.  Ella me pide otra oportunidad, pero sinceramente, no se como, pero he de decirle que no la quiero ya...       
              


ELLA:
Si yo pudiese decir, como en aquel libro, que mi corazón es solo una pequeña máquina de bombeo... Una bomba lenta y fija en su lugar...

¡Si yo puediera decir que mi corazón solo se dedica a su oficio!.

 
EL:

¡Ya está! Ya lo he dicho...  Me voy a ir pronto...  Y voy a empezar de cero, no quiero volver a encerrarme por culpa de haber ido construyendo una mentira tras otra...



ELLA: 

   "Desde niña me había puesto en guardia el abuelo,  no solo contra el excesivo apego a las cosas, sino también a las persona. Los seres humanos se estorban unos a otros al entrelazarse, decía, igual que los árboles cuando crecen demasiado juntos, no dejan pasar la luz a su través. Pueden llegar a asfixiarse, hija, de tanto quererse, lo mismo que te esclavizan las cosas cuando te tomas demasiado en serio el papel de propietario".



          Cierra el libro, se aparta una lágrima, una sola que recorre su mejilla, y respira profundamente. Vuelve a hacerlo,  y sabe que ahora, ya, va a seguir andando un nuevo camino, lejos de un paraíso artificial que no era tal como pretendía. 

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       Muchas personas parecen esperar que sus parejas lean sus mentes, suponiendo que, al serlo, deben estar sintonizadas de un modo mágico, y ser capaces de entender cada gesto o mirada del otro, interpretando adecuadamente las señales, y saber lo que el otro siente o piensa.

Por muy hermoso que esto pueda parecer, nadie, o casi nadie, tiene la capacidad de leer la mente de los demás.




Decía Watzlawick, es uno de sus axiomas,  que:  

 Es imposible no comunicarse: Todo comportamiento es una forma de comunicación”. En una situación de interacción, toda conducta tiene valor de mensaje, es decir, es comunicación; por eso, por más que uno lo intente, no puede dejar de comunicar. Actividad o inactividad, palabras o silencio, tienen siempre valor de mensaje: influyen sobre los demás, quienes a su vez, no pueden dejar de responder a tales comunicaciones y, por tanto, también comunican. 

 Y   un día, todo esto se hace presente, porque, ordenando la casa, ella encuentra en un cajón papeles amarillentos que, sobreponiéndose  a la cuenta del tiempo, hacen aflorar las palabras escritas y que durante una época fueron testigos del dolor…  en las esquinas y recovecos del pasado, hubo un momento que ahora, recuperada la sonrisa y la ilusión, le parece ya muy lejano...




       Hace tiempo que ha aprendido que el amor perfecto es aquel  en el se dice: "Te quiero, pero no te necesito".















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