lunes, 9 de diciembre de 2019

TODOS LOS GATOS VAN AL CIELO.

 "Cuando el espíritu juega a ser materia, 
                                                   entonces se convierte en gato".



   Llegaste a nuestras vidas inesperadamente, no habiamos buscado tener una mascota. 

  Pero te cruzaste aquel día, tan pequeñita que te sosteniamos en una mano, y pensamos que a Ana le gustaría convivir contigo.   
   
Te pusimos de nombre "Mafalda", que significa "fuerza pacificadora", y que homenajeaba al personaje de Quino, ese nombre que es una variante portuguesa de Matilde.

Yo, que siempre he sido un poco Mariam del Nilo, veía en tí al ancestral personaje sagrado encarnado como Bastet, caminando por la casa con la innata elegancia de los felinos.

¡Y qué buena fuiste siempre!

Nunca te portabas mal, desde pequeña sabías donde estaban tus cosas y solo dabas satisfacciones.

Como durante años no maullabas, el veterinario decidió que eras muda... En tu vejez nos demostraste que no lo eras...Un día te oímos maullar de una forma suave, distinta... Y yo decidí pensar que eras amante del silencio, de la serenidad, de la meditación.

Pero estabas ahí, al lado, cuando yo sí maullaba de dolor.
Cuando estuve triste, cuando me sentí sola, cuando la angustía encogía el estómago. 

Hoy ha terminado tu ciclo vital y te vamos a echar de menos por el hueco que dejas, aunque esperamos que hayas sido feliz por habernos conocido, por haber sido tu familia, esa tan grande, tan variada, pero tan bonita...

Tu amita Ana, a la que te subias en cuanto se echaba en el sofá, ronroneando; el pequeño Mohammed, para quien todo era descubrimiento, Hamza, que siempre quería acariciarte, Liber, que no te dejaba sitio,  Gin, que vivía alternativamente aquí, la abuelita, que decía que siempre le hacías compañía... 

Gracias por las sonrisas y las risas que nos brindaste, por todo lo que aportabas... 

Gracias y hasta siempre, a tí, que siempre serás nuestra pequeña Mafalda.


Adiós, Mafi, has sido una maravillosa compañera.

Camina ya sobre las nubes mullidas y esponjosas, conviertete en energía y luz...




 Y como epitafio, este poema de Pablo Neruda, de quien se dice que amaba a los gatos:


ODA AL GATO.

Los animales fueron
imperfectos,
largos de cola, tristes
de cabeza.
Poco a poco se fueron
componiendo,
haciéndose paisaje,
adquiriendo lunares, gracia, vuelo.
El gato,
sólo el gato
apareció completo
y orgulloso:
nació completamente terminado,
camina solo y sabe lo que quiere.

El hombre quiere ser pescado y pájaro,
la serpiente quisiera tener alas,
el perro es un león desorientado,
el ingeniero quiere ser poeta,
la mosca estudia para golondrina,
el poeta trata de imitar la mosca,
pero el gato
quiere ser sólo gato
y todo gato es gato
desde bigote a cola,
desde presentimiento a rata viva,
desde la noche hasta sus ojos de oro.

No hay unidad
como él,
no tienen
la luna ni la flor
tal contextura:
es una sola cosa
como el sol o el topacio,
y la elástica línea en su contorno
firme y sutil es como
la línea de la proa de una nave.
Sus ojos amarillos
dejaron una sola
ranura
para echar las monedas de la noche.

Oh pequeño
emperador sin orbe,
conquistador sin patria,
mínimo tigre de salón, nupcial
sultán del cielo
de las tejas eróticas,
el viento del amor
en la intemperie
reclamas
cuando pasas
y posas
cuatro pies delicados
en el suelo,
oliendo,
desconfiando
de todo lo terrestre,
porque todo
es inmundo
para el inmaculado pie del gato.

Oh fiera independiente
de la casa, arrogante
vestigio de la noche,
perezoso, gimnástico
y ajeno,
profundísimo gato,
policía secreta
de las habitaciones,
insignia
de un
desaparecido terciopelo,
seguramente no hay
enigma
en tu manera,
tal vez no eres misterio,
todo el mundo te sabe y perteneces
al habitante menos misterioso,
tal vez todos lo creen,
todos se creen dueños,
propietarios, tíos
de gatos, compañeros,
colegas,
discípulos o amigos
de su gato.

Yo no.
Yo no suscribo.
Yo no conozco al gato.
Todo lo sé, la vida y su archipiélago,
el mar y la ciudad incalculable,
la botánica,
el gineceo con sus extravíos,
el por y el menos de la matemática,
los embudos volcánicos del mundo,
la cáscara irreal del cocodrilo,
la bondad ignorada del bombero,
el atavismo azul del sacerdote,
pero no puedo descifrar un gato.
Mi razón resbaló en su indiferencia,
sus ojos tienen números de oro.



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