Mil gracias a todas las personas que
encontrasteis tiempo para felicitarme el cumpleaños. Ayer por la mañana, entre
vuestros cariñosos mensajes, recibí uno terrible. Uno tan cargado de realidad
que no podía creérmelo. @Jose Palazón había sufrido un infarto cerebral.
Y de nuevo la constancia de que, a
veces, las palabras pueden albergar todo su significado, de que puedes leerla
varias veces, escuchar su zumbido en el interior de tu cabeza, sentir su peso
inesperado en la boca del estómago. Pero, a veces, las palabras no consiguen
decir nada. Porque cuando piensas en una persona, la escuchas hablar con su
tono de voz, con su forma de construir las frases, con sus silencios. La
recreas con la gravidez de su cuerpo, de sus arrugas, la volatilidad del humo
del cigarrillo perennemente encendido. Sientes el calor humano con el que te
arropó la primera vez que os encontrasteis, como si siempre os hubierais
conocido. Y recuerdas la última conversación, apenas dos días atrás, en la que
le pedí ayuda para desentrañar un concepto que empleaba una de las personas que
entrevisté en su ciudad. Hablamos sobre mis planes para volver a Melilla
pronto. Y ya. Conversación breve, las que mantienen las personas que saben que
también en breve volverán a hablar.
Ahora, vuelvo a cruzar en barco el Mar
Mediterráneo que hemos convertido con nuestras políticas de extranjería en una
fosa común. Observo el horizonte que cada día otean los niños que se juegan la
vida cada noche en Melilla intentando colarse en este mismo ferry para
continuar con sus proyectos vitales. Los mismos niños que han encontrado a una
familia en José y Maite, su compañera infatigable de un vida dando amor,
compañía, amparo y protección a las personas a las que la ciudad de Melilla
desprecia, ninguna, maltrata.
También ayer, mi amiga Kit
Moresby me despertó celebrando mi nacimiento y queriendo hacer de
ese día el más especial. Consciente de mis enormes lagunas en muchas de las
áreas que han configurado su vida y que la han convertido en una de las
personas más tiernas que he conocido, me regaló el libro “Momo”, de Michael
Ende. La niña que gracias a su capacidad de escucha, devuelve a las personas
que se le acercan la autoestima, la valentía, la empatía, la alegría. Sin tener
que hacer más que escucharles. Esta pequeña niña, que vive sola, viste harapos
y camina descalza, es también la única capaz de descubrir a los “hombres grises”,
una organización secreta que gestiona la Caja de Ahorros de Tiempo, una entidad
que tiene como objetivo robar el tiempo a la gente. Y así, sin darse cuenta,
las personas van teniendo cada vez menos tiempo a la vez que intentan
“ahorrarlo”, trabajando cada vez más para poder comprar instrumentos con los
que ganar tiempo. Corren y corren movidos por el consumismo mientras se les
agría el carácter, van abandonando las actitudes y actividades que les hacían
felices y se convierten en esforzados trabajadores que nunca tienen tiempo para
nada. Los que resisten son considerados “vagos y maleantes”.
Y mientras hago este viaje que se me
antoja interminable desde que lo iniciamos Javier y yo ayer, voy leyendo y
maravillándome ante estas carambolas de la vida. Es obvio: “Momo” son Jose y
Maite. Gran parte de la revolución que emprendieron en Melilla en 1996, cuando
crearon Prodein–entonces para exigir que los niños extranjeros que llegaban a
Melilla fueran escolarizados y protegidos- se ha basado en su capacidad de
escucha. Maite y Jose siempre tienen tiempo para escuchar a estas personas a
las que las instituciones públicas y las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del
Estado tratan como alimañas desechables. Y cuando Maite y Jose les escuchan, y
reconstruyen con su diálogo la dimensión humana de estas personas al
reconocerles como tal, se van sentando las bases para que se reconozcan sujetos
de derechos, y como tal se presentan ante los organismos, y como tal exijan sus
derechos, y como tal saben que pueden acudir a Jose y Maite cuando les acosan,
les pegan, les echan a la calle o les deportan ilegalmente a Marruecos. Cuando
Jose y Maite escuchan, como Momo, estas personas recuerdan que son valiosas,
insustituibles, únicas. Todo lo contrario del mensaje que reciben diariamente
por parte de la mayoría.
Por eso los “hombres grises” temen
tanto a Jose y Maite. Por eso han intentando todo lo posible para callarles,
para agotarles y que se fueran de Melilla, para estigmatizarles y que el resto
de la ciudadanía melillense les rechazaran, para acabar con ellos con multas,
denuncias, mentiras y noticias falsas. Sin embargo, los “hombres grises” son
poderosos, pero no muy inteligentes. Por eso, cuanto más se esforzaban, más
gente conocía el trabajo de Jose y Maite, más les queríamos, mayor se hacía la
revolución de Prodein. Porque a “los hombres grises” les cuesta entender que
nada de lo que puedan hacer conseguirá acabar con Jose y Maite, porque ellos
tienen lo más importante, lo más poderoso, lo más transformador. Una capacidad
infinita de amar, de empatizar y de priorizar lo importante: las personas. Ante
eso no hay mordazas ni amenazas que valgan. Porque su lucha se nutre de la
energía que les dan todos estos niños y todas esas personas que agradecemos
tanto que se hayan cruzado en nuestras vidas, porque sin ellos no sabríamos
vivir la vida tan adrede, ni sabríamos que el tiempo es infinito cuando se
dedica a los demás. Y que ser tacaño en el tiempo entregado a la lucha por los
derechos humanos es, precisamente, perder el tiempo. Y que los “hombres grises”
nos robarán y se librarán de la cárcel, serán ministros y comprarán pelotas de
goma para que sean disparados contra las personas que intentan llegar a nado a
un lugar seguro; llevarán uniformes que les hará impunes, tendrán periódicos
que hablarán de avalanchas y asaltos…. Pero a los “hombres grises” jamás les
querrá nadie como a Jose y Maite le quieren centenares de personas repartidas
por el mundo. A muchas de ellas les conocen bien, a muchas otras jamás les han
visto. Pero la revolución Prodein ya se libra en muchos más sitios que en
Melilla. Porque nos han enseñado que para emprenderla sólo necesitamos volver a
ser dueños de nuestro tiempo, saber escuchar, una cámara y una sonrisa.
Ya vamos llegando. Y pronto volveremos a
estar sentados en tu oficina, Jose. Esa mesita haciendo esquina en el bar de la
plaza donde todo el mundo sabe que puede encontrarte cuando no estás en el
CETI, en la valla, en las oficinas de Bienestar Social, en la casa de la mujer
que quieren desahuciar, o en el puerto con los niños, en ….
Muy bueno tu blog!! Hola!!! Te invito a visitar y a votar Educación Inicial!!
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Estoy en solidario!! Mucha suerte!!! Saludos