CUANDO HESTIA PIERDE EL FUEGO DEL
HOGAR:
En la
calle gotea la vida presurosa, transeúntes que se desplazan en todas
direcciones, lugar donde se calcina o se congela la indigencia.
-“Yo no sé si es la soledad o es que no
me encuentro nada bien. Tengo el sentimiento de que no valgo para nada, no soy
nada…”
Una mujer enciende la colilla del
cigarro y se sienta en el banco intentando aspirar el humo… Vive en la calle,
lugar en el que, según las estadísticas,
hay menos mujeres que hombres sin techo.
¿Será porque ellas, en circunstancias adversas, resisten más?
Cuando la situación se degrada
y los recursos personales y sociales se terminan, en un proceso que suele ser
más o menos largo según las circunstancias,
ellos flaquean antes y las
mujeres agotan todos los recursos
imaginables para acceder a un techo. Por eso hay menos en la calle y cuando
llegan, lo hacen en peor situación que los hombres, física y mentalmente”.
Forman un colectivo muy heterogéneo,
llegadas de diferentes situaciones familiares, laborales, sociales o de
integración. Pueden ser inmigrantes,
víctimas de trata y de mafias.
-“Me quedé en paro. Él se había ido y
a mí me denunció el casero… Un día te denuncian, luego te juzgan, te avisan de
plazos, te desahucian, y te ves en la calle, fuera de esa casa que limpiaste
cada día, que adornabas y en la que cocinabas y te duchabas... Recuerdo mi
casa, con fotos de los míos en cada rincón…”
La carencia de vivienda generalmente va
acompañada de otras: la afectiva, la económico-Laboral y social, además de la
soledad, el abatimiento y la marginación. La casa, como espacio afectivo y
relacional, determina nuestro desarrollo.
Así la vivienda digna, derecho reconocido por nuestra Constitución como
uno de los fundamentales, y que los “sin techo” ven vulnerado continuamente,
favorece el proceso de integración familiar en un marco de respeto, contribuye
a crear un clima favorable para la educación en la etapa escolar, reduce los
riesgos que afectan a la salud y facilita el acceso al mundo laboral.
Por todo esto, imaginemos lo que
significa para una mujer vivir despojada de esa
identidad que se le exige en nuestra sociedad: ser generadora de hogar.
-“Entró en el cajero donde dormía. Me
pateó para quitarme el dinero y el bric… Y luego, se me meó encima. No sabes lo
que es sentirse sucia, sudada, oliendo mal. He llegado a colarme en hospitales
para usar las duchas…”
En la calle, las mujeres se deterioran a un ritmo muy
acelerado. Además, están expuestas a situaciones más incómodas, como la
menstruación, por ejemplo. Por eso el espacio público las vulnera aún más. A
ellas les resulta más difícil la vida porque a la exclusión se le suma la
discriminación por género, sujetas a
desventajas en situaciones de violencia.
-“Yo me inicié pronto en el consumo de
drogas, a los trece años… Cánnabis, opiáceos, alcohol, y después pastillas… Me
acostumbré a las benzodiacepinas que me mandaban en los programas de rehabilitación… Desde pequeña he pasado
muchas temporadas en la calle. Ahora vivo en un coche que dejaron abandonado
ahí cerca…”
Ella
me contaba a menudo su vida. la conocía desde pequeña.
Supe que provenía de una familia con graves
conflictos, que no se le había ofrecido una buena socialización primaria ni un
marco familiar que le sirviera de modelo para gestionarlos y que, a pesar de todo, buscaba personas de referencia para mantener
contacto. Mantenía que su madre la quiso mucho…
No le gustaba hablar de su situación,
solo a veces abordábamos el tema por las
agresiones que sufría, o me contaba de los cartones que compartía en el frío de
la noche, alguna palabra sobre la última
violación o cuáles eran sus estrategias
de supervivencia.
-“La calle es la patria de los excluidos…
No sé donde lo he leído. Creo que en un poema. Sí, cuando estaba en la cárcel.
Estuve presa y ahora me parece que llevo un código de barras en la frente y que
todo el mundo lo ve, lo sabe, que se me nota…”
La pobreza no es un fenómeno
natural. No es algo nuevo, siempre ha
existido, pero cambia de significado con el tiempo. Antes
se refería casi exclusivamente a la privación de recursos económicos,
hoy se trata más bien de una exclusión social. Es un hecho producido por
determinadas estructuras y mecanismos socio-económicos creados por el
hombre.
La calle pasa factura y salir de esta
espiral de exclusión es complicado
porque las situaciones que se generan van incluyendo elementos de marginalidad
ya asentados, a su vez, en otros elementos de marginalidad y exclusión. Y, porque, como dice mi amigo Pedro, y no sin
razón, ese deterioro se debe a que ‘nunca se recibe la atención adecuada en el
momento adecuado, es decir al principio del proceso.’ Que la mayoría de
las instituciones lo único que se plantean es la “reducción de daños”.
-“Me miran como si ya desde que iba a la
guardería hubiera deseado ser una sin techo… No me gusta mendigar, y voy a un
comedor social. Dormir, duermo en los cajeros de los modernos usureros… No creo
en nadie, ni en mí misma. A veces quiero desaparecer de esta vida porque es más
fuerte que yo el sufrimiento que tengo. No le encuentro valor a nada, me siento
como una mierda… Soy una mierda. Sé en mis carnes lo que es la violencia de la
vida, dicen que soy bipolar y me someten
a tratamientos muy duros…”
No nos olvidemos de las más vulnerables,
aquellas a quienes el deterioro mental
ha propiciado la anulación de su
identidad.
Los sin techo son las sombras que producen
las luces del capitalismo y que, a veces, se intenta hacer invisibles. Pero son
mujeres y hombres como todos, y están ahí, aunque no queramos verles, aunque
giremos la vista hacia otro lado.
- "Nadie llega a la calle por voluntad
propia. Nadie permanece en la calle por gusto"- Me decía ella sonriendo…
Y nosotros seguimos sin entender que la
frontera que separa ese estatus de bienestar del estatus de la indigencia... es
una simple raya invisible.
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En la mitología gregia, Hestia (en griego
antiguo Ἑστία Hestía) es la diosa de la cocina, la arquitectura, el hogar y del fuego que da calor y vida a los hogares.
Era la hija primogénita de los titanes Crono y Rea, y la primera en ser
devorada por su padre al nacer; por lo que fue la última expulsada del cuerpo
de su padre cuando Zeus le entregó el vomitivo.
Como diosa del hogar y la familia, Hestia apenas
salía del Olimpo, excepto para atender el Oráculo de Delfos, y nunca se inmiscuía en las
disputas de los dioses y los hombres, por lo que paradójicamente pocas veces
aparece en los relatos mitológicos a pesar de ser una de las principales diosas
de la religión griega y, posteriormente, romana.
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Este artículo me lo publicaron en la Revista Generando Arte, nº 4.
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