Érase una vez…
«Il était une fois»…
Que en un país donde no llevar a los niños al colegio era un
delito, existía un lugar donde a algunos pequeños y pequeñas no les dejaban
asistir a los mismos ni recibir la educación reglada que correspondía a su
edad.
¿Cómo era posible que leyes de rango superior fueran
violadas así, con tanto descaro?
¿Cómo lo permitían quienes deberían poner coto a tal desmán?
Foto: José Palazón. |
En ese lugar, Melilla, esos niños y niñas gritaban por las calles
que querían ir al colegio, recogían firmas en la plaza y pedían apoyo en las
redes sociales para que los indecentes políticos y los que estaban de acuerdo con sus políticas
de exclusión no pudieran seguir negándoles el acceso a la escuela.
Las familias habían conseguido toda la documentación que les
pedían, incluso en contra de las propias administraciones, para poder demostrar
que los pequeños habían nacido en Melilla, que vivían allí y que habían
solicitado empadronamiento, aunque se les denegaba de forma torticera una y
otra vez.
En aquella ciudad
había algunas personas justas y buenas, gentes de bien y de paz, sensibles y
humanitarias, que se pusieron al servicio de estos chiquillos y chiquillas y
sus familias para que la segregación escolar no siguiera consintiéndose.
Foto:José Palazón. |
Y así, todos los días estaban junto a ellos, dándoles una de
las mejores clases que iban a recibir en su vida: “Luchar por sus derechos”.
Convertidos en guerreros contra una situación de absoluto
apartheid, pedían que se cumpliera la ley tal y como se hacía en el resto del
territorio nacional.
Las familias presentaron recursos, reclamaron y , al fin, se
dirigieron al Defensor del Pueblo.
Y el Defensor intervino.
Y dejó claro a quien asistía el Derecho y la razón.
Como nos explicaba JOSÉ PALAZON, una de esas personas buenas que apoyan la causa: La razón “asiste a
los niños y niñas víctimas de la segregación a la que están sometidos desde
hace mucho tiempo ellos y sus familias”.
La mencionada autoridad señalaba en su escrito de contestación que “el derecho a la educación es un derecho fundamental, recogido en la Constitución Española, en línea con la Declaración Universal de los Derechos Humanos y la Convención sobre los Derechos del Niño. Esto genera una obligación para los poderes públicos , que han de garantizar este derecho fundamental a todos los niños y niñas por el mero hecho de serlo, con independencia de su situación documental.”
Así mismo constataba la situación de urgencia y las
sentencias que avalan que las dificultades de escolarización que encuentran
numerosos pequeños en la Ciudad Autónoma de Melilla “no son conformes con las obligaciones internacionales de protección a
la infancia y afectan al derecho a la igualdad”.
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Parece que estoy
relatando un cuento de princesas, caballeros y dragones, pero no es un cuento.
Foto:José Palazón. |
Y en ella, los protagonistas son algunos pequeños que
defienden sus derechos de ciudadanos, de merecedores de esos derechos, contra
los caballeros grises que quieren arrebatárselos y despojarles del pedazo de
pastel que les corresponde.
En esta historia, los caballeros grises son mercenarios a
lomos de poderosos mecanismos y con ideas medievales , pero que olvidaron lo
que es el honor y la lealtad.
Son aquí los dragones y dragonas los que se han puesto del
lado de los niños y niñas, porque ellos saben quienes son los más débiles, los
que más les necesitan, y con su poderoso aliento y sus golpes de cola no van a permitir
que les roben sus derechos.
Los dragones de
Prodein nos están brindando un gran ejemplo de que la pedagogía es
compromiso con la transformación social y con la justicia, para garantizar la
dignidad de las personas y de las comunidades.
Gracias por ello.
Foto:José Palazón. |
Foto José Palazón. |
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