Una
definición genérica del EUFEMISMO dice que es “una estrategia discursiva que
consiste en substituir una expresión dura, vulgar o grosera, por otra suave,
elegante o decorosa” (Enrique Gallud). Es decir, dar a entender una realidad
maquillando los aspectos conflictivos de la misma.
La
política es uno de los ámbitos donde son más habituales.
G. Orwell, en sus ensayos y novelas,
demostró la influencia del lenguaje sobre el pensamiento del hombre y su
percepción de la realidad.
Manipular
el lenguaje con fines políticos es un hecho repetido en nuestro mundo y hemos
llegado a casos tan extremos que conllevan la inversión del significado de las palabras.
Se está creando una especie de disglosia
, es decir, el uso simultáneo de 2 lenguas diferentes: lo que connotan los
términos y lo que realmente significan.
Hoy día, nadie pretende bajarnos el
sueldo, es más bien una “devaluación
competitiva de los salarios”; y no
nos suben los impuestos, sino que, como dijo S.
Sainz de Santamaría, se trata de “un recargo temporal de la solidaridad.”
Me resulta frustrante ver la facilidad con
la que los siguientes términos entran en nuestro discurso: Shock de mercado,
libre empresa, libre mercado, privatización, eficiencia, etc… Porque estamos en
época de “crisis”, es decir, de “severa
desaceleración” o de “crecimiento
económico negativo”, y por tanto, son necesarias reformas o ajustes (no recortes).
Darío Villanueva (RAE) dice que “hablar de
crecimiento negativo es el colmo de todo esto, es una antífrasis que representa
el absurdo; es como decir hielo caliente. Los poetas sí pueden jugar con eso y
hablar de soledad sonora, pero hablar de crecimiento negativo es una antífrasis”.
Poéticamente
debe ser que ahora al soborno le llamamos “tráfico
de influencias”. Y que los ricos
sean cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres, no es más que “el impacto asimétrico de la crisis”
Cuando
se dice que “el mercado requiere recortes salariales” al eufemismo “mercado” se
le atribuyen potencialidades humanas, se disocia de responsables y de los
valores capitalistas, y aparece como algo favorecedor para todos.
Los
recortes draconianos de salarios, pensiones y bienestar social y su cruda
realidad, pueden enmascararse por el eufemismo “austeridad”: Un sacrificio colectivo para el bien común que está
encubriendo el incremento de beneficios para el capital y las mayores
desigualdades. De hecho, se convierte en un “austericidio”.
Del
mismo modo, esa austeridad está diseñada por las políticas de las élites
financieras para reducir los servicios sociales, a favor de la mayor desviación
de fondos públicos para pagar tasas de interés de los titulares de bonos de
deuda, por ejemplo.
Pero en esta sustitución de voces,
¿quién
decide lo que es o no correcto para una sociedad y con qué autoridad?
Periodistas,
profesores de universidad, publicistas e ideólogos, fabrican argumentos y un
lenguaje donde enmarcar nuestro cotidiano hablar, y esto, como dice J. Petras,
es un “recurso material” del que disponen los aparatos del Estado y los
sectores empresariales para manipular la conciencia popular y distraer a los
críticos. Al final, todos asumimos y utilizamos los mismos términos.
Añade
que “la clase capitalista ha cultivado toda una cosecha de economistas y
periodistas que hacen proselitismo en un lenguaje desvaído, evasivo y engañoso,
con el fin de neutralizar la oposición popular”.
Se edulcora la realidad y así los
eufemismos se utilizan como arma de cambio social y manipulación manifiesta.
La usura se le llama “financiación”; al despido libre, “flexibilidad del mercado laboral”; al
despido masivo, “ajuste laboral” o “racionalización de plantillas”. Los
pobres son “personas de renta limitada”
y los países empobrecidos son “países
surgentes” o ”zonas deprimidas”.
El desplazamiento de la esclavitud se
llama hoy “deslocalización” y las alambradas de espino de las vallas
fronterizas son “obstáculos técnicos”.
De esta forma, vemos que a los misiles MX, tan mortíferos y de largo
alcance, se les llama “guardianes de la
paz”, cuando ni siquiera han sido destinados a misiones defensivas. Y a la
movilización del espacio y territorio europeo, al rearme, se le denomina “arsenal de democracia”.
Un campo de batalla es “un teatro de operaciones”; las víctimas
de las matanzas de civiles, “daños
colaterales”; el exterminio y el genocidio se convierten en “limpiezas étnicas”; masacrar es “depurar”; los bombardeos, “fuego amigo” o “campaña Aérea” y las invasiones son solo “incursiones”.
Toda esta jerga, ¿justifica de alguna manera la violencia?
Cuando nos referimos a las fuerzas de
represión, policía antidisturbios o similares, los términos se convierten en
“unidad de intervención”, para convertir dicha represión en “pacificación”. Se
consigue una ausencia de responsabilidad y con menores efectos. Y aunque
sustituir la etiqueta no cambia la realidad, lo cierto es que el lenguaje determina
nuestro pensamiento.
Cuando
los medios y cronistas políticos adoptan esta forma de expresión, se convierten
en agentes que generan y difunden nuevas pautas idiomáticas con las que
eliminan el marco analítico.
Es tan viejo como el poder, forma parte
del discurso público, pero tanto uso y abuso parecen grotescos cuando se trata de evitar las malas noticias
y predisponernos a aceptarlas sin protestas.
Dice Antón Casas, Catedrático de Economía y Políticas Públicas
de una Universidad de Barcelona, que “el lenguaje eufemístico debe tener
cuidado porque esas palabras pueden adormecer un tiempo, pero cuando el enfermo
despierte y vea lo que ha pasado, puede dar un manotazo”.
Luis de Guindos, el día que tomó la cartera
como ministro de Economía, hizo alarde de este método narcotizante. Incapaz de pronunciar la palabra RECESIÓN durante toda la comparecencia, afirmó que España entraría en el 2012 con “una tasa de crecimiento
negativa” que “iba a determinar el perfil en el que nos adentramos” y que iba a
ser “relativamente desacelerado”…. Pero que esto debería ser un acicate “para
emprender la agenda de reformas”. Poco después se le escapó ante Olli Rehn
(Comisario de Asuntos Económicos de la U.E.) que la reforma iba a ser
“extremadamente agresiva”.
También hablaba el sr. De Guindos de
“préstamos en condiciones muy favorables”, para eludir la palabra RESCATE. Y de
educación y sanidad gratuitas , por
ejemplo, para hacernos olvidar que ya se paga con los impuestos.
Nuestros jóvenes
padecen las etiquetas edulcorantes desde pequeños.
Nos hablan de “Menor”, para denominar al niño
a quien no se piensa respetar su condición. Y llaman “Becario” al aprendiz al que se explota literalmente en esas “prácticas “ tan mal
remuneradas, sustituyendo el término “explotación”
para dar el tinte de que se les favorece con una beca.
Y la emigración
sangrante de los jóvenes mejor preparados de este país es “movilidad exterior” que dijo otra ministra.
Esta es la función de los eufemismos, que no
la virtud, la de anestesiarnos de forma cínica e incluso perversa.
Lo que no se
menciona no existe… Aunque algunos lo
llamarán amor.