"Siempre somos responsables de lo que no tratamos de impedir"
(Jean Paul Sartre)
Antes de que termine el presente mes de Marzo, quiero rendir un homenaje a un grupo de mujeres excepcionales, que durante muchos años han plantado cara a grandes adversidades, y que, cuando conocí su labor y comencé a colaborar con ellas, me enseñaron, como siempre les digo, a reconvertir la rabia en energía para luchar.
Las vi enfrentarse contra uno de los gigantes más demoledores de nuestra civilización. Al contrario que Don Quijote, no eran molinos con quienes peleaban, sino que lo hacían frente al expolio del bien más preciado, del más querido: de sus propios hijos… Y contra un gigante que contaba con muchos medios económicos, con mucho aparato incluso policial, con mucha connivencia política.
Esos hijos que sufrían tanto porque su único pensamiento se había convertido en la búsqueda del siguiente pico, de la próxima dosis; los que acababan en cárceles perdiendo su juventud y enfermando gravemente; los que morían por la sobredosis o la adulteración de la heroína… ¡Como no recordar a los que encontramos con la jeringuilla clavada en el brazo!. Es ésta una historia de dolor.
Mujeres que comienzan a reunirse y se asocian con el fin de potenciar redes de apoyo mutuo, pero más todavía hacia los afectados, con reivindicaciones a nivel local y estatal, y que desde la sociedad civil, crean recursos de reflexión, y reclaman justicia política y social. Como las Madres de Plaza de Mayo, con lucha distinta, pero también buscando a unos hijos “desaparecidos”. Estos hijos son incapaces por sí mismo, al menos en el primer momento, de encontrar soluciones, de pedirlas, por lo que ellas asumen la lucha en su nombre, y en el de otros. ¡Y que alegría cuando alguno, ya desintoxicado, era capaz de ayudar y de comenzar por si mismo su propio proceso!
Descubrir que un hijo es “yonki” era un mazazo. Una losa imposible de sujetar. Ellos negaban algo evidente, pero cuando se les ven los brazos, las piernas, los tobillos, no puedes negar lo que está pasando. Y un día, ellas, se plantaron y comprobando que la cárcel no era una solución, comenzaron a denunciar. Allí no se cumplía el principio de reinserción
Y lo hacen en San Carlos Borromeo, porque allí habían encontrado apoyo y cobijo muchos de los chavales que acudieron en busca de ayuda, formaron parte de la Coordinadora de Barrios, junto a los grupos que luchaban por nuestros jóvenes y adolescentes en situación de peligro.
Por eso, cuando durante 2007/2008, intentaba el Arzobispo Rouco Varela cerrar dicha parroquia, ellas le contestaron: “Nuestros hijos “nos llevaron” a esa parroquia en busca de ayuda, y nosotras seremos las últimas en salir de ella.”
Al principio se sentían perdidas, muchas estaban acomplejadas y salían directamente de sus casas o de realizar tareas domésticas para otros, para embarcarse en una labor que parecía sobrepasar sus límites. El miedo a no saber expresarse, las críticas en algunos casos de los propios maridos, la mirada de los vecinos, la culpabilización familiar que se notaba en ciertos ambientes, la inexperiencia y el desconocimiento sobre el tema de la drogadicción, no les pusieron freno.
Recuerdo siempre con una sonrisa la anécdota tantas veces contada de una de estas madres, cuando recibió la llamada desde la Comisaria de Policía para anunciarle que su hijo estaba detenido.
-¿Por qué? ¿Qué ha hecho? – preguntó asustada.
- Señora –contestó el agente al teléfono- A su hijo le hemos pillado con unas chinas en el coche…
- ¡Ah!- Dice ella indignada - ¿Y por eso le detienen? Que sepan que mi hijo no es racista, y si llevaba a unas chinas en su coche, pues como si llevara a unas japonesas, o a unas africanas… No creo yo que eso sea un delito.”
Lamentablemente, si descubrió que las “chinas” a las que el policía se refería no tenían nada que ver con el racismo o la integración del emigrante… Descubrió entonces el trágico peso que llevaba encima su querido pequeño…. Y junto a las demás, comenzó su periplo para demostrar que lo que socialmente se estaba considerando “un vicio”, era algo mucho más serio y problemático y se estaba enfocando muy mal.
Entonces, se prepararon, leyeron, pensaron juntas, consultaron a expertos, acompañaron a las granjas de rehabilitación a tantas y tantos, atendieron a los periodistas, se pelearon con algunos jueces y consiguieron que otros les entendieran, recibieron algún palo que otro de la policía, multas y detenciones, pero se hicieron presentes en la sociedad.
Hubo quien hizo análisis en los que observaban que usurpaban el papel de los propios toxicómanos en la que debería ser una lucha propia, quizás ignorando más que ellas que era imposible esa toma de conciencia, pero muchos comprobamos su generosidad y su desprendimiento. Cómo sabían ponerles las pilas cuando había que hacerlo y razonar con calma en otras ocasiones. Como acogían ante las recaídas, y como daban la mano una y otra vez para que pudiesen levantarse de nuevo.
Como dijo Enrique de Castro en uno de sus libros: “No hay cárcel que no conozcan, juzgado que no hayan pisado, enfrentamiento con policías, jueces, fiscales y políticos a quienes incansablemente tratan de evidenciar la destrucción paulatina o violenta a que están sometiendo a los jóvenes con sus medidas represivas”.
En 1987, junto a ellas, realizamos un largo encierro para denunciar 280 puntos de droga en Madrid y a una treintena de policías corruptos… (Yo realicé el encierro embarazada de 8 meses, de Ana, que así os explicareis que es como es).
Y recuerdo aquel lema que ellas comenzaron a gritar: “Droga y policía, la misma porquería.” Se dice que en dos décadas y media murieron más personas en España por la droga que durante la guerra civil del 36 al 39. Fue una carnicería que siempre se ha tratado de modo banal, a mi parecer.
Estas mujeres se comprometieron con toda honestidad en la lucha contra la marginación social y las cárceles, desde una perspectiva crítica contra el sistema. No estaban preparadas, pero un día se hartaron de llorar y decidieron contar en alto lo que pasaba en los barrios, denunciarlo y exigir soluciones. Por supuesto, sí sabían que esas soluciones no estaban en pedir más policías, ni en que los toxicómanos permaneciesen en prisión. Se dice que “las cárceles son la cloaca de la sociedad” y yo también comprobé, como ellas, que era cierto, porque allí estaban solo los excluídos, los pobres, los enfermos.
Y estas mujeres le decían a los poderes públicos: “Nosotras no parimos niños delincuentes, se fabrican en esta sociedad”.
Se organizaron en muchas provincias, se coordinaron acciones conjuntas, pero yo, a las que más conozco y con quien he convivido codo a codo, es con las de Madrid, y por eso voy a dejar que sean ellas las que nos cuenten su historia:
“Nacimos en Madrid, en Vallecas, Villaverde, Getafe, Parla… Todo el cinturón industrial, donde había tantos problemas con la heroína La única respuesta a los chavales enganchados era policial y penal. Como madres, vimos que teníamos que organizarnos para contar a los demás lo que estaba pasando, que ninguno de los hijos de nadie estaba “vacunado” contra esto, que los nuestros eran normalitos, y que de lo que pasaba, la mayor culpa la tenían desde arriba, los interesados en frenar a los jóvenes en sus luchas revolucionarias, en su crítica al sistema.
… Nacimos solidarias con los jóvenes, no solo con madres y padres, no queríamos que los chavales siguiesen pasando por lo que tenían que sufrir. Denunciabamos la prolongación de la cárcel cuando estaban muriendo de SIDA, que los presos murieran esposados en la cama de la celda, incluso en la de los hospitales cuando eran llevados.
Comenzamos a ir a la cárcel a ver a los chavales del barrio presos, y viendo lo que vimos, decidimos que cada año se haría una acción fuerte contra esos lugares, y una vez ocupamos la Catedral de la Almudena de Madrid, de donde los curas nos echaron. Pero conseguimos que nos recibiera un miembro del Consejo del Poder Judicial y que nos aceptara 40 casos de torturas y muertes en los últimos años. Antes se nos archivaban las denuncias por la connivencia de los juzgados con instituciones penitenciarias.
Nos personábamos como acusación particular en muertes extrañas ocurridas en las cárceles, conseguiamos a veces pruebas de las palizas que les daban dentro, incluso un forense nos certificó que un chico al que dieron por muerto por sobredosis de cocaina en su celda, le habían metido la droga en la boca después de muerto..."
Me resulta duro y dulce a la vez recordar tantas vivencias. Juntos, ellas y nosotros en los grupos de apoyo, veíamos que el desempleo, la pobreza, la falta de oportunidades laborales, de educación, de vivienda, etc…, es caldo de cultivo de la droga que mata a los hijos. Nos dimos cuenta en un determinado momento de que la Administración estaba construyendo 24 cárceles y cerrando conservatorios, centros de formación de empleo para jóvenes y privatizando y reduciendo los horarios de los polideportivos de nuestros barrios; que se formaban más policías y menos educadores; Que se pagaban viviendas palaciegas a nuestros dirigentes y se permitía que vivieran en la calle miles de familias con hijos; que aumentaban las pensiones de los políticos y se recortaban las de los trabajadores. Se agrandaban las diferencias entre ricos y pobres y se condenaba a la discriminación y a la marginación a los que habían nacido bajo la linea divisoria.
¡Qué rabia siento al pensar que esto sigue ocurriendo ahora también! Aunque aún me cabe una pequeña esperanza, la de que muchos otros jóvenes tomen el camino de la rebeldía constructiva para llegar al cambio de la sociedad.
Las madres resumen todo esto en el siguiente párrafo:
“Mientras no se resuelva el problema del empleo y de la desigualdad exorbitante entre quienes les sobra todo y quienes todo les falta, mientras nuestros hijos no tengan educadores, centros de formación de empleo y culturales, bibliotecas, conservatorios y polideportivos, todos seguiremos sufriendo el problema de la marginación y sus males asociados, incluida la droga. Pedimos empleo y justicia social contra la droga y la marginación. Menos cárceles y más escuelas y centros de formación. Menos policías y más profesores".
SEGUNDA PARTE:
"Enterrados vivos en tumbas de cemento. Daban ganas entonces de romperlo todo y gritar. Gritar para que todo el mundo supiera que, a pesar de todo, seguíamos vivos y con el ánimo intacto para seguir luchando” –
( Xosé Tarrío, fallecido el 2 de enero de 2005,
tras 16 años en prisión, 10 de ellos en FIES)
tras 16 años en prisión, 10 de ellos en FIES)
Habría mil casos que contar, pero solo os diré que la lucha estaba en hacer saber a la gente lo que pasaba, que entonces a los toxicómanos no les pasaban por el trabajador social y el psicólogo, ni les ofrecían tratamientos, y que incluso los clasificaban en el FIES.”
Casi nadie sabía que era el FIES, la zona oscura dentro de las prisiones españolas. Significa “Fichero Interno de Especial Seguimiento”, y aparece cuando el PSOE nombra a Antonio Asunción director de prisiones y deciden, en el 91, separar a los presos de ETA y del GRAPO. Pero no solamente lo hicieron con los presos políticos, sino que también lo aplicaban a los comunes. A los que pensaban que eran reivindicativos, por temor, decían, a que organizaran un motín, y a los insumisos, que llevaban la insumisión también dentro del penal y podían crear conciencia, por tanto eran peligrosos.
Hay mucha gente a la que le hablas de tortura en las cárceles españolas y no se lo creen.
A los presos FIES, según la instrucción 21/96, se les mantenía hasta 21 horas diarias encerrados en la celda, solos, sin contacto con ninguna otra persona. Podían ser despertados en cualquier momento del día o de la noche, puestos en pie cada hora, dormir con la luz encendida, no tienen pertenencias, salen al patio esposados, los desnudan para salir y al entrar, y están solos, nunca ven a ninguna persona, todo es automático, se les abre a distancia la puerta y se les deja la comida. Todo esto vulneraba numerosos artículos de la Constitución española, tan defendida últimamente. Entre estos internos encontramos un alto índice de suicidio. Teníamos un chaval al que le acusaron de dar, él solo, una paliza a seis funcionarios a la vez en su celda, y le cayeron cuatro años. Mientras los jueces se puedan creer cosas así, imaginad lo que podía pasar
Las Madres contra la droga, junto a un grupo de abogados y personas que conocían bien la situación, interpusieron ante el Ministerio del Interior el conocido como “Recurso FIES”, y consiguieron en la Audiencia Nacional, tras muchas vicisitudes y negativas del Ministerio, que se anularan algunos puntos como el de la comunicación de internos, y ante el Tribunal Supremo, en el 2009, la anulación del apartado primero de este régimen.
Nuestros chicos eran gente muy deteriorada, con enfermedades, afectados en sus sistema nervioso central por las pastillas, y la cocaína, y el sida y las hepatitis por la heroína. También nuestras chicas aumentaban en prisión, crecía rápidamente su adicción y se hacinaban en las celdas.
Se incumplía sistemáticamente el articulo 92 del Código Penal que establece la excarcelación para enfermos muy graves cuando venga acreditada por informe medico. En el mismo sentido se pronuncia también el 196 del Reglamento Penitenciario, y además existe reiterada jurisprudencia del Tribunal Supremo que interpreta que estos artículos no van referidos únicamente a sacar de prisión a los internos para que mueran fuera de la cárcel, sino que pudiesen estar en libertad una temporada anterior al fallecimiento y acabar dignamente en su casa con su familia.
Nos preguntábamos y preguntábamos: ¿No dice la Constitución que las penas privativas de libertad: están orientadas a la reinserción social?
Cada día observábamos que cada vez eran más sangrantes las desigualdades sociales y las injusticias, aumentando el autoritarismo y el deterioro de las relaciones humanas, la anulación de los individuos, y por ello, la mayor parte de los “delitos” eran reflejo y producto de la lucha por la supervivencia de los más desfavorecidos.
Las madres han enterrado generaciones de jóvenes que sufrieron estas dependencias, pero tambien han apoyado y sacado adelante a muchos otros que, acogidos en sus casas, o reconociendo en ellas a las madres que no tuvieron, han podido encauzar su vida afectiva y laboral.
Se financiaron como podían, a veces con las subvenciones que durante un tiempo se les concedía, y que ahora ya no se les da. Organizaban conciertos para recuadar fondos,con la inestimable ayuda de quien es el alma de las fiestas por su vinculación a la música y que lleva ese nombre.
8.000 jóvenes, decía la prensa en el 2006, llenaron la Cubierta de Leganés en un concierto cuyo objetivo era visibilizar y denunciar la situación de niños y jóvenes privados de libertad y de recordar a los poderes públicos que tan dañinas son las drogas, como las políticas punitivas y represivas que no contemplan la inserción y la educación.
8.000 jóvenes, decía la prensa en el 2006, llenaron la Cubierta de Leganés en un concierto cuyo objetivo era visibilizar y denunciar la situación de niños y jóvenes privados de libertad y de recordar a los poderes públicos que tan dañinas son las drogas, como las políticas punitivas y represivas que no contemplan la inserción y la educación.
Y en el que ellas decían: "Necesitamos recrear palabras que nos restituyan la realidad, que nos conecten con lo verdaderamente humano de nosotros mismos: con la sensibilidad, con la indignación, con la gratuidad, con la cercanía personal".
Su lucha actual la hemos visto reflejada contra el cierre de la narcosala y los centros de reinserción. ¡Con lo que costó abrir salas de venopunción!
Decía en diciembrede 2011 el portugués, el día que cerraban: “No quiero morirme en un rincón como un perro, ni volver a delinquir como antaño y parece que a eso nos están empujando.” Y otro: ¡No me cerréis mi derecho a rehacer mi vida!
Parece que fue ayer, queridas y admiradas madres… Pero han pasado muchos años, y aunque algunas se marcharon a acompañar a los que no sobrevivieron, otras seguís estando ahí, junto a Javi y Pepe, y a tantos que pasamos a poner un granillo de arena cuando se puede, luchando ahora además por los emigrantes, los considerados “sin papeles”, los niños del gallinero, el cierre de los CIEs, la no encarcelación de los "top manta", los desahuciados de sus casas y los apartados de la sociedad, como siempre…
Gracias por vuestro ejemplo, por vuestra lucha, por lo conseguido y lo que aún queda por conseguir. Y sobre todo, por tanto acompañamiento en el dolor y en la tristeza de los que no tienen tabla de salvación si antes, alguien, no les da la mano, un abrazo, una buena bronca o un corazón como el vuestro.