¿Pueden las imágenes cambiar el mundo en el que vivimos?
"Al final del camino me dirán: -¿Has vivido? ¿Has amado? Y yo, sin decir nada, abriré el corazón lleno de nombres. (Pedro Casaldáliga)
¿Pueden las imágenes cambiar el mundo en el que vivimos?
PEIRONCELY 10, PLAZA DEL FOTÓGRAFO ROBERT CAPA, ZONA AJARDINADA Y PARROQUIA DE SAN CARLOS BORROMEO, declaradas lugar de MEMORIA HISTÓRICA por el Ministerio de Política Territorial y Memoria Democrática.
Identificación:
Tras el fracaso del golpe de Estado del 18 de julio de 1936, Madrid se mantuvo fiel a la República.
Desde ese momento, la toma de la capital se convirtió en un objetivo prioritario para el bando sublevado. La ciudad fue asediada desde el norte por las tropas del general Mola y, posteriormente, desde el sudoeste por las tropas del general Franco.
Los intentos del ejército rebelde por tomar la capital chocaron una y otra vez con la defensa llevada a cabo por los madrileños, quienes, apoyados por los voluntarios de las Brigadas Internacionales, acuñaron lemas como el famoso “¡No pasarán!” o “Madrid será la tumba del fascismo”. Contra todo pronóstico, Madrid rechazó el avance de las tropas rebeldes hasta prácticamente el final de la guerra, convirtiéndose así en un símbolo inmortal de resistencia y de lucha por la libertad.
Así las cosas, cuando el ataque frontal a la capital se detuvo en Ciudad Universitaria gracias a la resistencia republicana, el ejército rebelde pasó a realizar bombardeos masivos y metódicos cuyos objetivos no eran militares, sino civiles. Dichos ataques fueron perpetrados por los dos aliados más importantes de los sublevados: la Alemania nazi y la Italia fascista. Durante el mes de noviembre de 1936, Madrid se convirtió en la primera capital del mundo en la que las fuerzas aéreas fascistas italianas y nazis alemanas experimentaron la estrategia del terror aéreo sobre la población civil.
El espacio conocido popularmente como Plaza del Fotógrafo Robert Capa y la parcela de terreno ajardinada forman parte del mismo relato histórico: el de las víctimas de los bombardeos de 1936 y el de la inmigración que, tras la guerra, llegó a Madrid huyendo de la represión de la dictadura y de la pobreza, especialmente desde Andalucía, Extremadura y Castilla-La Mancha. Familias enteras utilizaron los restos aún en pie de las casas destruidas por las bombas para autoconstruirse sus humildes viviendas que, en muchos casos, habitaron hasta mediados de la década de los 70. Los exiliados lucharon entonces desde la periferia de la capital por la mejora social y política de sus vecinos, agrupándose en movimientos vecinales y con el fundamental apoyo de los curas obreros de iglesias tan señaladas como la de San Carlos Borromeo o la Capilla de Santa María del Pozo.
El edificio original de la parroquia de San Carlos Borromeo, ubicado en el número 2 de la calle Peironcely, resultó gravemente dañado durante los bombardeos que tuvieron lugar en el asedio a Madrid. El estado ruinoso en que quedó el inmueble obligó a su demolición tras el final de la Guerra de España. En su lugar se edificó un nuevo templo durante la posguerra.
A comienzos de la década de 1970, en los últimos años del régimen franquista, el sacerdote Enrique de Castro asumió la responsabilidad pastoral de la parroquia, impulsando una labor comprometida con las luchas sociales del momento: en primer término, con el movimiento obrero y, posteriormente, con la atención a las víctimas de la drogodependencia.
Actualmente, la parroquia de San Carlos Borromeo acoge una comunidad religiosa de fuerte vocación participativa y solidaria, que da continuidad a la labor iniciada por su entonces párroco. Entre sus principales iniciativas se encuentran la atención a la infancia, la distribución de comidas solidarias, el acompañamiento a personas con adicciones y el apoyo a personas migrantes y refugiadas. Este espacio se ha consolidado como un lugar de encuentro vecinal orientado a la transformación social del entorno desde los valores de justicia, inclusión y fraternidad.
Por lo expuesto, el conjunto formado por el edificio situado la calle Peironcely, número 10, el espacio popularmente conocido como Plaza del Fotógrafo Robert Capa, la parcela de terreno ajardinada colindante y la parroquia de San Carlos Borromeo merece ser declarado Lugar de Memoria Democrática.
Los hitos que conforman este Lugar de Memoria, con su delimitación cartográfica y coordenadas geográficas, e indicación de su titularidad y otras circunstancias relevantes, se relacionan a continuación:
a) El edificio situado en el número 10 de la calle de Peironcely
- Coordenadas geográficas: 40°22'56?N 3°40'13?O
- Referencia catastral: 3105802VK4730E0019UX
- Titularidad: Ayuntamiento de Madrid
Se inscribe este bien en aplicación del artículo 50.3 de la Ley 20/2022, de 19 de octubre, de Memoria Democrática. La resolución del 23 de junio de 2025, de la Secretaría de Estado de Memoria Democrática, por la que se publica el Acuerdo de incoación del procedimiento de declaración de Lugar de Memoria Democrática del "Conjunto formado por el edificio situado en el número 10 de la calle Peironcely, el espacio conocido como Plaza del Fotógrafo Robert Capa, la zona ajardinada anexa y la parroquia de San Carlos Borromeo, en Madrid" fue publicado en el Boletín Oficial del Estado, número 153, de 26 de junio de 2025 (páginas 84666 a 84673).
Majestades, Altezas Reales,
dignísimas autoridades,Panchilandia
Las correcciones en mi primer libro
son extirpaciones.
“Echar de menos” por no “extrañar”
el ciclón tropical lejos del núcleo cálido.
La primera vez que me dijeron
que no estaba escribiendo en español.
Que no hablaba correctamente.
Vosotros, no ustedes.
Una iglesia sobre una huaca.
Los cuatro caballos corriendo en direcciones distintas para desmembrar el cuerpo.
Para cortar nuestras trenzas.
Migrar no es volver a nacer,
es volver a nombrar lo que ya tenía nombre.
Ese teléfono público, cuando existían,
en el que tardé más de la cuenta
y el hombre que no podía esperar
vio en mí a una criatura bajada de los árboles
que folla con las llamas.
Esa fue la primera vez que me gritaron que me vaya a mi país,
a mi casa.
En realidad,
volvería a casa pero ya no tengo casa.
Así que hice una casa mía en la que extrañar
y no echar de menos,
allí puse un nuevo acento a mis afectos.
No sé de qué podría hablar ahora.
Del nido. De la decisión de las aves.
De las estaciones frías.
De las distancias.
De haber sido,
de seguir siendo,
de llegar sin llegar,
de instalarse a medio camino,
de dar miedo, de no poder,
de no querer,
de que te persigan hasta cuando no haces nada,
de dejar muchas vidas atrás,
de perderlo todo,
de empezar de nuevo,
de cero, de abajo,
de las colas, de la ley,
de mi viejo NIE,
de la oportunidad que me dieron,
de todo lo que les debo,
de la maternidad solitaria,
de mi nueva familia,
de jurar ante el rey.
Vivo en España hace 15 años,
pero en realidad
habito Panchilandia,
donde todo el mundo sonríe y nos habla con cariño.
Dicen con cariño panchi, panchita, machupicchu, fiesta nacional.
El chiste con el que dicen quererme
hace que parezca normal que no me quieran.
En Forocoches somos “la fauna cuyo hábitat es un centro comercial”.
Me hablan de la peruanita que le limpia la casa a su amiga Pepa,
qué buena es, se puede confiar en ella.
Creen que es un tema de conversación
que pueden tener conmigo
porque yo también soy una peruanita confiable
¿Me habrán blanqueado?
¿Cuándo voy a integrarme?
Qué pelo hermoso,
crin de caballo,
qué bien haces el pollo frito.
Qué piel, qué suave,
qué dientes, qué manitos,
tan pequeñas y morenitas.
Podría bajar un bloque de hielo
de la cordillera en mi espalda
para purificar la cosecha.
No, lo mejor que podría pasarnos
no es casarnos con un español,
somos todo menos la esposa con la que soñaste.
Me he reproducido como una flor de cactus
en este territorio ajeno que voy haciendo mío.
Con una mujer blanca y un hombre cholo,
enredamos nuestras tres lenguas para fabricar otro nido.
Polinizados por el picaflor de garganta rubí.
Pero en los parques infantiles soy la niñera de mi hijo
o de cualquiera de sus hijos, de sus madres, de sus padres.
Ni siquiera sé llorar con decoro en los velorios.
Y tampoco quiero.
Sólo sé hacer el indio ante la muerte.
Mi teatralidad de culebrón, mis exabruptos.
Pero no volverán a cortar mi larga y negra trenza
para tirársela a los perros.
Minucias del privilegio de la migración con papeles.
Hay tantos, sin embargo,
que no volverán a ver sus ríos.
Apenas la odisea
y el agujero negro del interno
en el limbo del refugio.
Los que están aquí mejor que en el otro infierno.
Todo pasa,
encadenándose de norte a sur
como las parras en primavera,
como las pelotas de goma que disparan
mientras nadas en el tramo Marruecos-Ceuta.
Como una zapatilla Nike flotando en el Tarajal.
Mientras el rey esquía
con un completísimo equipo para la nieve.
Nunca dejamos de buscar lo que fuimos
para comenzar a ser lo que soñamos.
En un movimiento que nos aleja de la frontera,
ese lugar entre la vida y la muerte
en la que Pablo Casado abraza a la policía.
Europa, les disparas en sus países,
les disparas en tus colonias,
les disparas en el agua,
les disparas en las fronteras,
les disparas en sus casas,
les disparas en el corazón.
Mi profesora de Geografía en Perú,
la que me enseñó la escala,
la latitud y la longitud del mundo,
le cambia el pañal a tu padre, España.
Ten un poco de decencia.
Algunos quedamos más cerca de la vida,
otros más cerca de la muerte.
Pero nunca dejamos de migrar.
Nunca dejamos de ver señales en la lluvia.
Y ya solo bailamos en un pedazo de tierra a la deriva.
Al ritmo de las cuerdas del lago.
(Gabriela Wiener, escritora, poeta y periodista peruana)
Partes de mi cuerpo yacen esparcidas sobre el asfalto.
Un brazo ha aterrizado sobre los escombros de la casa de un vecino,