"No había sitio para ellos".
La posada cerrada a cal y canto.
Es lo que me decía mi padre antes de las
navidades, cuando, al montar el Belén, construíamos la cueva del pesebre.
Hoy día, en nuestra Europa, en las fronteras que
la han amurallado, se sigue gritando lo mismo:
¡No hay sitio para vosotros!
¡No hay sitio para vosotros!
Una pareja, José y María recorren las
calles de una Palestina destruida por una guerra sin cuartel,
sometida e invadida, como antaño.
Una joven María de piel oscura, embarazada, a
lomos de una burrillo... Hoy, las Marías de piel negra, embarazadas a bordo de
un cayuco, dan a luz en su paso por el Estrecho, en el CETI o en la calle.
También a ellas se les cierran las puertas y han
de ir a buscar un pesebre.
La pareja se ha puesto en movimiento a causa del
empadronamiento que se les exige. (Empadronarse es hoy también requisito
imprescindible para ser “legal”). Y han de alojarse entre animales para poder
descansar.
Un ángel va a dar aviso a los pastores que
acudirán, ellos sí, a llevar sustento. Y eso que algunos estarán en paro y sin
recursos.
Y se presentan en aquella cueva okupada, no sea
que lleguen a desalojarles, con algunas ropas que al recién nacido le quiten el
frío, por esa “pobreza energética” que hoy siguen sufriendo tantas familias y
con la que se oculta el significado verdadero de pasar frío.
En la actualidad, 1 de cada 3 niños no tiene lo
necesario para llevar una vida digna.
Hay escenas
en los “belenes” que reflejan lo cotidiano, los quehaceres domésticos, las
gentes trabajando y quizás pensando internamente en qué injusta es la vida.
Cuenta otra escena que unos Magos de Oriente ven
una estrella en el cielo que les guiará hacia ese lugar en Belén. ¿Hoy no sería
esa estrella un cohete guerrero o un misil surcando el espacio?
En la colina, el castillo de Herodes, el
gobernador amigo de los invasores. El que va a recibir a los 3 Magos que buscan
a un recién nacido y se asustará de que éste pueda privarle del poder más
tarde.
Es el rey, en buenas relaciones con la Sinagoga,
que como nuestros poderes financieros de hoy, marcan la ley y la trampa.
Todo es, al fin y al cabo en la historia, la
eterna corrupción.
Puede que hoy día el Mago Negro no llegara al
castillo ni al portal, si es víctima de una redada policial racista, o se quede
fuera de la frontera, tras las vallas de concertinas… O tal vez acosado por
alguna “unidad de intervención pacificadora”, comúnmente llamada “antidisturbios”.
¿Por cuántos se ha multiplicado ahora?
¿Cuántos niños y niñas sufren no solo
muerte,
abandono, maltrato,
sino el más detestable robo de la infancia y la
juventud?
¿Cuántos Herodes hoy dirigen Centros de Menores,
e incluso
Consejerías de Bienestar Social?
Y tuvieron que emigrar a Egipto…
Parece que quieren recordarnos también en
estos tiempos de migraciones que el hacerlo es algo necesario, apremiante, urgente y vital.
En aquel tiempo, César Augusto impuso “la paz del
mundo” dominando los pueblos por medio del saqueo y la esclavitud. Hoy,
nosotros vivimos en una “paz democrática” que igualmente favorece la abundancia
de unos pocos y la escasez de bienes para muchos.
Todo en la vida es una venta, una compra o un
beneficio. Si no es rentable, no vale.
Mammon era el dios de las riquezas en el panteón de
los fenicios. Su nombre en arameo también significa riqueza y en hebrero,
tesoro. Siempre se ha usado para simbolizar la avaricia, incluso Dante lo
introdujo en la Divina Comedia como el demonio lobo asociado a ella.
Hoy es el arquetipo del dios que sonríe ante los
abusos del capitalismo salvaje y ante el incremento de la brecha entre ricos y
pobres. Sigue siendo, pues, el dios de
la abundancia deshonesta.
Distrae a la gente, la embriaga con la droga de la
omnipotencia, del poder todopoderoso.
Hemos olvidado aquella frase evangélica: “Dejad
que el que sea más grande entre vosotros, sea el sirviente de todos”.
Escribía Pepe Laguna que hoy día parecería que
nuestra misión es “mantener satisfecho al dios Mamon, no sea que derrame su
cólera contra la humanidad y nos extermine interviniendo nuestras cuentas o,
peor aún, expulsándonos del paraíso del euro”. Porque no es fácil aplacar la
ira de un dios “que no se sacia con las ofrendas de la educación, la sanidad y
los derechos laborales. El dios mercado exige siempre más, quiere sacrificios
humanos: inmigrantes, enfermos, hipotecados sin techo, niños con hambre…”
Los exegetas no se ponen de acuerdo en la fecha y el lugar de ese nacimiento que se conmemora en Navidad.
Pero sí en que hubo un
Cristo recién nacido.
El dios Mammon nos ha hecho olvidar la fragilidad de ese niño…