El reconocimiento “Abogados de
Atocha 2015” ha sido este año para los actores y actrices que protagonizaron la
huelga de 1975, de la que se cumplen 40 años.
Esta Fundación reconoce así al
colectivo que, en defensa de sus
derechos laborales y sociales, plantaron
cara al franquismo en uno de los años cruciales de la historia de este país, ya
que, al final del mismo, moriría el general Franco.
A principios de ese año, se
produjo una huelga muy sonada en un país sin huelgas, porque hubo un tiempo en
el que, aquí, en España, las huelgas eran ilegales. Habrá que recordar que el
régimen en España era una dictadura sin elecciones libres, con pena de muerte,
con censura previa de los espectáculos y sin libertad de información entre
otras cosas.
A pesar de ello, el día 4 de
febrero 15 teatros de la capital colocaron en sus taquillas el letrero: “Por
incomparecencia de los actores, se lamenta informar que la sesión de hoy queda
suspendida”. Y en la segunda sesión de la noche, ya eran 21 los que se habían
unido al plante. Prácticamente, la totalidad de la oferta teatral.
Pronto, los actores de la TVE, la
única existente entonces, secundan la huelga. Y cuando TVE tuvo que sustituir con
urgencia la programación habitual, comenzó la preocupación y los políticos lo consideraron
como problema serio. Contaba ABC que se
suspendió la grabación de una obra de Diego Fabri ante la actitud de los
actores. El rodaje de “Un señor de negro”, de Mercero, fue interrumpido “por
una Comisión de realizadores que invitaron a los presentes a unirse al paro”.
Al día siguiente, 5 de febrero, tras
un día sin teatro, el gobierno apreció que aquella huelga era muy visible e
intentó pararla. El ministro de Relaciones Sindicales, Alejandro Fernández
Sordo, se entrevistó con un grupo de actores sin ningún acuerdo. Fue ese día
cuando los actores de la tele se unieron.
Me han contado que este conflicto
era desde el origen un tema plenamente laboral, ya que la profesión de actor estaba
regida por una Ordenanza (O.Laboral de Teatro, Circo y Variedades) que se había
aprobado en 1972, pero que estaba siendo sistemáticamente incumplida por los
empresarios. Los actores querían plantear un conflicto colectivo (cómo me suena
el término de mis primeros pasos en el
movimiento sindical clandestino) y negociar un convenio escrito.
Habían elegido a once compañeros
para negociar con la Administración y con los empresarios, pero el Sindicato
Vertical no les reconocía capacidad legal y se negaba a reunirse con ellos.
El día 8 de Febrero, cuando se
encontraba reunidos en el Bellas Artes, la policía detuvo a un grupo de actores. La nota oficial de la
DGS decía que habían tenido noticias de que “había piquetes de actores que
coaccionaban a los que querían trabajar para que no lo hiciesen”. Además,
añadía la policía, tenían panfletos de la Unión Popular de Artistas, filial del
Frente Revolucionario Antifascistas patriótico (FRAP).
Se solidarizan directores de
escena, escuela de arte dramática, artistas plásticos, los estudios de doblaje,
paran los teatros en Barcelona, los presos sindicalistas del proceso 1.001 les
envían un escrito de solidaridad, y se reciben comunicados de 38 países, como
la de actores y autores de cine italiano firmada por Bertoluci.
Las reivindicaciones eran
laborales, no se pedía amnistía para presos políticos, ni se nombraba al país
vasco, ni nada que llevara a dudas. Aún así, a los detenidos se les aplicó la
LEY de Orden Público, se les acusó de pertenencia al FRAP y a ETA y les salpicó
el reciente atentado sucedido en la calle del Correo, junto a la Puerta del
Sol.
Se pueden encontrar muchos datos
y anécdotas de aquellos momentos en el libro “El espectáculo de la huelga. La
huelga del espectáculo” (Madrid, Akal, 1975) en el que se reunieron los
documentos de la crónica de aquella
huelga. (Biblioteca del CDT).
El plante terminó el día 12 de
febrero, dicen que “bajo la apariencia de derrota”, pero nada volvió a ser igual.
Actualmente, nos encontramos de
nuevo en tiempos grises que recuerdan aquel régimen dictatorial, pero a mí me da más miedo porque se presenta bajo
la apariencia de democracia y eso lo justifica todo. Trabajo en un medio de comunicación público
donde se sigue practicando la censura, la falta de información plural, el
contraste y la investigación de las noticias, el dictado en los informativos.
Y tenemos un ministro del ramo a
quien denomino siempre “ministro CONTRA la cultura”, por todo lo que ha hecho
ha sido en contra de ella, que a favor no he encontrado ningún dato. Y que parece
olvidar, o quiere negar, que el acceso a la cultura para los ciudadanos es un
derecho constitucional.
Pertenece a un gobierno que critica la participación de los actores y
actrices en asuntos públicos, como si no tuviesen derecho a expresar sus
opiniones y sus ideas. Se discute aún si el teatro
debería ser “político” o no, como si algo de la “polis” pudiera sernos ajeno.
Habrá que recordarles que Lorca
definía al teatro como “despertador de conciencias”, que no puede concebirse
la cultura como una torre de marfil, y que, como decía la actriz Mercedes Asenjo:
“Todo buen teatro es político, porque la política es la organización de las
relaciones humanas en un entorno determinado”.
Parece quedarnos mucho aún para
alcanzar la conciencia mayoritaria de que tenemos la capacidad de cambiar la
realidad, y el teatro nos ayuda a buscar sentido y a plantear preguntas, es
más, a compartir preguntas.
Un aplauso y todos los homenajes a esos cómicos, actrices y actores, autores teatrales y de todo lo relacionado con el arte, que nos alimentan el espíritu cada vez que se abre el telón, y a aquellos que tengo la suerte de conocer porque su compromiso va más allá, a llevar el teatro a lugares donde no llegaría de no ser por ellos que propician el acercamiento.La esperanza de una sociedad está en que no se empobrezca su espíritu, por eso yo estoy convencida del valor social de las artes escénicas.
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