"Un niño o niña está excluído con respecto a otros niños o niñas cuando se cree que corre el riesgo de no beneficiarse de un entorno que le proteja contra la violencia, los malos tratos y la explotación, o cuando no tenga posibilidades de acceder a servicios y bienes esenciales y esto amenace de alguna manera su capacidad para para participar plenamente algún día en su sociedad".(UNICEF, 2006)
Estos días, la prensa nacional se hace eco
de las amenazas del Consejero de bienestar social de la ciudad autónoma de Melilla, que
quiere denunciar una campaña de Médicos del Mundo al enterarse, por un
melillense de vacaciones, que en Gijón se exhibe un cartel de esta entidad
donde aparece la foto de tres de las componentes de la Asociación Harraga.
Parece ser que le ha molestado que se
sugiera que existe violencia en las calles de su ciudad contra los menores que él
debería tutelar y proteger.
No
es la primera vez. El consejero se la tiene jurada a Harraga y a la asociación Prodein.
Pero
hagamos historia.
“HARRAGA”, (del árabeحراقة, ḥarrāga, ḥarrāg,) es una palabra que hace referencia a la
persona que quema fronteras en busca de una vida mejor...
Y es la palabra que
en el norte de África se usa para designar a todas aquellas personas que
“queman las fronteras," o sea, que intentan traspasarlas.
Es como quemar las naves para
no poder volver atrás, como en el mito que quiere dejar claro que la retirada
es imposible.
Pero ¿qué sucede cuando los
harragat son niños?
Foto: José Palazón. |
Este proyecto
socioeducativo se basaba desde el principio en el acompañamiento de los
chiquillos con propuestas reflexivas que permitieran una intervención social
cercana a sus necesidades, con la conciencia de que el sueño migratorio no es
más que el deseo de ser como los demás, ser sujetos de su propio tiempo, y de
que en aquella ciudad todos sus esfuerzos acababan de nuevo en la marginación.
Foto: José Palazón. |
Además, no se gestionan sus papeles, sus
permisos de residencia, y cuando se hace, el derecho a la identidad se utiliza
de forma perversa.
Se convierten en sus referentes, tanto Harraga como Prodein, porque
antes carecían de ellos.
Y a cambio, reciben toda la
hostilidad posible de las fuerzas de seguridad (¡tan numerosas en Melilla!)
jaleadas por los administradores públicos que, en lugar de reconocer su
trabajo, comienzan un acoso constante y se les acusa de favorecer la inmigración ilegal,
favorecer el desamparo, venta de pegamento y hachís, terrorismo…
Ante
esta situación, con el apoyo y el asesoramiento de PRODEIN (Pro Derechos de
la Infancia), comienzan una labor de apoyo
y de denuncia con el objetivo de visibilizar la vulneración de los derechos de
los niños migrantes en la ciudad fronteriza de Melilla.
En el año 2016 se organizan como Asociación Socioeducativa con un proyecto propio e independiente a la vez que se suman a PRODEIN para dar el doble de fuerza y de voz a los niños desprotegidos por el sistema.
No cesaron las multas, las
coacciones, las irrupciones en su casa, en fin, el hostigamiento.
La administración pública no tuvo en
cuenta sus iniciativas ni su alto grado de implicación en la ciudad.
El informe, riguroso y bien elaborado,
como muchos hemos podido constatar, que en junio de 2016 publicaron sobre sus
investigaciones, desató la ira del sr. Ventura y de la prensa que le aplaude.
Pero yo también soy HARRAGA. Así me siento.
Por
eso, si tuviera enfrente al Sr. Consejero de
bienestar social al que nos estamos refiriendo, ¿qué le diría en este momento?
Ya
sé que a él le daría igual, ¡se lo han dicho ya tantas personas y tantos
organismos! Hasta el Defensor del Pueblo le ha llamado la atención.
Aunque le pese, hay ya gran cantidad de
informes, no solo el de Harraga, también de prestigiosas Universidades, donde
queda en evidencia su labor.
Pero, así, en principio le diría:
Sr.
Consejero:
A
mí me parece que usted carece de una ética sensible al sufrimiento, incluso al
de los más pequeños.
Me
dijeron que realizó usted estudios de psicología. La verdad, no se le nota
nada.
En esa carrera, como en la mía, Pedagogía, hay principios deontológicos básicos
que orientan las acciones a un bien reconocido por la razón.
Hay
que escuchar al otro. En el cargo que usted ocupa, a los niños, porque el que no es capaz de ponerse a la escucha,
no tiene potencial de formación ni de transformar la situación de estos
pequeños abandonados a la suerte.
Claro,
esto tiene mucho que ver con la “hospitalidad
hacia el otro”, un concepto que a los de su partido no les gusta e
incluso han criminalizado. Tiene que ver con querer “vivir humanamente”.
Una
Consejería de Bienestar Social, en cualquier comunidad, incluso en la suya,
tiene que rescatar a las personas de la desigualdad, no perpetuarla.
Pero
esto es desde una perspectiva ética de la conciencia social… ¿Sabe qué significa?
A
los niños les desbordan los tratamientos de sus centros porque no son
psicológicamente adecuados y porque pedagógicamente son censurables.
Los
niños que emigran no son todos “malos”. Sí lo son las condiciones sociales que
favorecen que lleguen a delinquir, como es la miseria en que se les mantiene.
Cuando
estos niños llegan a las calles de Melilla
han recorrido un largo camino lleno de dificultades. Se han tenido que
buscar la vida muchas veces, cierto, hasta jugársela.
Eso
no es fácil.
Desgasta,
es antinatural, crea desconfianza.
Acarrea
sufrimiento.
Y cuando hablamos de sufrimiento, nos referimos a todo
tipo de sensaciones desagradables. El sufrimiento físico es el directamente
basado en nuestro cuerpo, como el dolor o el hambre. El psíquico se basa en una
interpretación del mundo o de las circunstancias y consiste, por ejemplo, en el miedo o la
desesperación”.
Estos niños que usted, algunos de sus educadores, sus guardias y sus
policías miran como enemigos, son solamente niños, seres sensibles, con
sueños, esperanzas, miedos, dolor, desarraigo y, sobre todo, soledad.
Lo negativo nace del sufrimiento.
¿Qué les podemos pedir si
nada bueno se les ofrece?
Pero es que, al margen de
reflexiones filosóficas o morales, los pequeños migrantes conforman un grupo que
es sujeto de derechos especiales y de protección, solo por ser menores de edad.
Así es en Derecho.
Incuestionable.
Aunque se lo salten todos los días.
Son merecedores de lo mismo
que cualquiera de nuestros hijos.
Y tienen que buscar su lugar
en el mundo.
Por eso es un error atacar a las
asociaciones que ponen en cuestión su
labor en la Consejería.
No son ellas quienes colocan a estos niños y
jóvenes en un contexto de riesgo social sino los que no saben qué hacer con
ellos.
Si es así, dimita, sr. Consejero, sea honrado.
Por todo lo expuesto, su
respuesta no debería ser la denuncia constante, sino la revisión de su propio
sistema para cambiarlo por el reconocimiento de los derechos de esos niños, que
son, le guste a usted o no, nuevos sujetos sociales de nuestra sociedad.
Dedique sus esfuerzos a
posibilitar verdaderas oportunidades para que puedan ejercitar esos derechos.
Ya ha visto muchos ejemplos
de cómo hacer bien las cosas:
Harraga consiguió que
disminuyera el consumo de drogas entre los niños que acompañaban. En lugar de
denunciar, fíjese en cómo se pueden lograr cosas buenas.
Ayude, como ellas hacían, a
que no pierdan el lazo familiar, a resolver sus conflictos, a jugar como niños
que son, a que disfruten de esa condición de infancia sin que tengan que
sobrevivir en las calles huyendo de ustedes.
No proteja los malos tratos de su
institución ni los de las fuerzas de seguridad del estado, ni permita que
abusen de su autoridad.
Sepa usted que muchas veces,
el “bien propio” se está sustentando sobre el “mal ajeno”.
Y eso no nos hace dignos.
Podemos colaborar al
naufragio o colaborar en el rescate.
Usted decide.
No hay comentarios:
Publicar un comentario