Arnaldo Antunes es un destacado músico y poeta brasileño.
El texto que vais a leer, él lo escribió en verso, pero yo me permití transcribirlo en prosa, por su enorme extensión. También como traductor me tomé algunas libertades, ya que mis conocimientos de esa lengua son limitados y... emplea palabras: coturnos, chucros, viadinho, coiso, blitzes, que no encontré ni en el diccionario Aurélio.
El texto que vais a leer, él lo escribió en verso, pero yo me permití transcribirlo en prosa, por su enorme extensión. También como traductor me tomé algunas libertades, ya que mis conocimientos de esa lengua son limitados y... emplea palabras: coturnos, chucros, viadinho, coiso, blitzes, que no encontré ni en el diccionario Aurélio.
Enrique
Martínez Reguera.
15 de
octubre de 2018.
Esto no es un poema, sólo un desahogo que
no pude hacer de otra forma que no fuera así, desmenuzando mis frases.
Hoy vi horrorizado a un artista, Moa do
Catendê, asesinado a causa
de un enfrentamiento
político en un bar de Bahía.
Después, vi y oí estremecido a Luiz
Melodía (también negro, también compositor, con el cabello rastafari como la
víctima anterior) cantando “en el corazón
de Brasil” y repitiendo muchas veces esa frase “en el corazón de Brasil, en el corazón de Brasil”, que intento oír
latiendo todavía entre la luz de Luiz y la tiniebla de ese agujero vacío que ya
no latirá más en el pecho de Moa; porque ya no existe amor “en el corazón de Brasil”; roto en estos
días brutales, pateando la cara de quienes aman la cultura, la educación, la
ciudadanía, la libertad de expresión, la solidaridad, la democracia; que ya no
se valoran lo más mínimo porque lo que importa es que subió la bolsa o cayó el
dólar.
Y todo va a continuar siguiendo dócilmente
hacia el abismo, con esa insania colectiva y ciega con que Brasil niega
cualquier futuro posible. Sólo odio, horror y odio.
Ya nada
que se diga tiene sentido, sino el escribir en la cara de esos desalmados las
palabras proclamadas por su líder (Bolsonaro) grabadas en vídeo y repetidas mil
veces diciendo: “yo defiendo la
dictadura” “yo voy a cerrar el Congreso” “no sirven ni para procrear” “no te
voy a violar porque no te lo mereces” “nosotros vamos a barrer del país a todos
los vagabundos” “fue un error torturar en vez de matar” y etc. etc. que vomita y repite
incansablemente desde hace años ante las cámaras y los micrófonos.
Es justamente por eso por lo que lo
idolatran, y nunca faltará quien lo enmascare diciendo “sí, pero mirad
Venezuela”, “es para acabar con la corrupción”, “nosotros queremos seguridad ¿o
no?”.
Mientras
comprobamos cada vez más, que sí, que es así: ¿cómo explicarle la ley de la
gravedad a alguien que todavía cree que la tierra es plana, a alguien que
defiende su ignorancia con dientes y garras? Quieren matar, disparar ¿a quién?
¿en nombre de quién? Patria, familia, propiedad, seguridad. Si ese campo no está
sembrado no hay derechos ni respeto, enseñanza, ni dignidad; sólo horror y
odio, odio y horror. Las palabras pierden sentido, los valores pierden valor,
la vida pierde valor.
Marielle fue asesinada y rematada, su cartel roto, rasgado, deshonrada
por las manos truculentas de alimañas prepotentes con sus camisetas estampadas
con la cara del monstruo; demostrando su monstruosidad cuando venden en sus
reuniones políticas camisetas de otro monstruo que además de torturar llevaba a
los niños para que vieran a sus madres torturadas; esos tipos abominables que delante
de un público cobarde alardeaban de haber roto los carteles con el nombre de
Marielle Franco.
Ahora sí, como les están eligiendo están
satisfechos, pero no saciados de la sangre de inocentes que ha de correr sólo
por ser diferentes, excitando en otros el deseo de ejercer su lado más obscuro:
militancia policial, escuadrones de la muerte: La noticia de la barriada de
chabolas Rosinha, ametrallada, como solución; la barbarie finalmente
institucionalizada como diversión; el Brasil, finalmente sin corazón, fuera de
la ONU y de los acuerdos internacionales sobre medio-ambiente. Sin control, sin
sensatez no habrá ONGs. Braman llenos de sí y de odio, criminales contra el
crimen, opresores con la familia, amorales en la moral, a pesar de todos los
avisos de la prensa internacional.
De izquierda, de centro o de derecha, los
únicos que no lo ven son quienes no quieren verlo. Se extienden no como un
rumor, sino descaradamente, empoderados por el discurso del odio, del horror y
del odio. Sus partidarios ya salen por las calles dando tiros y gritos y grabando esvásticas nazis sobre
la piel de una niña que llevaba estampado en su blusa “él (Bolsonaro) no”.
Y la
promesa de violencia desmedida, concretándola ya, antes
de la segunda vuelta de las elecciones: ni un centímetro de tierra para los
indios, ni una gota de derechos civiles ni humanos, y la vuelta a la censura y
al odio, odio, horror y odio, para cerrar una vez más el sueño de una nación,
que tuvo la ocurrencia de dar al mundo lo peor que hubo en la historia, dispuestos
a repetirlo ahora: ni historia ni Museo Nacional, ni cultura ni educación, ni
filosofía ni arte; y en su lugar la escuela militar y la geografía de los
lucros y dividendos. Masacre de las minorías, horror y odio, odio y horror
creciente y permanente. Después de un golpe necesitan parir otro golpe; un
autogolpe alimentado por todas las cuchilladas contra la espalda de artistas
como Moa.
En la cabeza de quienes les apoyan todo se
justifica: la tortura de los presos, los enjuiciamientos sin juez, el permiso a
la policía para matar y el odio a los pobres en las barriadas ostentosas. Una
guerra declarada de quienes aceptan asesinos para combatir a los bandidos.
Está todo del revés: los pobres eligiendo
a un millonario y como contrapartida se autoriza la sórdida barbarie de los
fuertes contra los débiles.
Algo está muy enfermo en Brasil, en el
descorazonado Brasil, que miente, se calla o agrede para avanzar sin frenos en
dirección al fascismo, siguiendo la música hipnótica del odio, el horror y el
odio; reuniéndose en iglesias en nombre de Dios y de Cristo, sólo desamor en
nombre de Cristo, violencia y brutalidad en nombre de Cristo, armas y tortura y
prejuicios en nombre de Cristo, de Dios y de Cristo.
Se proponen armar a la población para
ametrallar a los adversarios, los diferentes, los miserables, los chabolistas,
los de enfrente, los que piensan de otra forma y opinan o protestan, o se
visten de otro color o son de otro color; o cualquier otro pretexto que se
inventen para extender el odio, horror y odio. De la mentira al linchamiento,
del homicidio al genocidio “debíamos
haber matado por lo menos a treinta mil” (Bolsonaro).
Ya sin democracia, palabra vacía en boca
de quienes colaboran, que no son pocos, posturas de neutralidad como la de
Pilatos lavándose las manos, diciendo que
los dos lados son igualmente extremistas y peligrosos. Pero entonces ¿en dónde
estaban en los tres últimos gobiernos, antes del lamentable Temer?, ¿estaban
bajo una dictadura comunista y no lo sabían? La verdad es, que todos lo saben y
muy bien, que el extremismo viene de un solo lado, que quiere ser elegido para
acabar con las elecciones, que el mayor peligro es ese juego de equivalencias
que realmente le sirven al monstruo. Inhibirse es misión imposible en este
momento en que nos amenaza de modo hostil y explícito el creciente nazismo.
Con el filtro agujereado de un buen sentimiento
hipócrita y pasota que siempre nos va a repetir “sí, pero en Venezuela…” Como si no hubiésemos oído ya exactamente
eso bajo la dictadura del 64 cuando decían “sí,
pero en Cuba…”, para justificar la dictadura militar que tanto elogian
ahora; y que el actual presidente de nuestro Tribunal Supremo Federal decidió
que ahora se va a llamar “movimiento” en vez de “golpe militar”, para endulzar
un poco la boca amarga por la sangre derramada. Mudando su denominación,
dejando de llamarla “dictadura”, nada va a cambiar. Desequilibrio ético que
prefiere una autocracia perfecta a una democracia defectuosa; ese error que
ningún arrepentimiento será capaz de reparar.
Pero todavía hay tiempo de evitarlo, aún no es tarde para frenar el odio, el horror y el odio.
(Arnaldo Antunes).
Traducción: Enrique Martínez Reguera.
Fotos: Mariam del Toro. Brasil 2017-2018
Pero todavía hay tiempo de evitarlo, aún no es tarde para frenar el odio, el horror y el odio.
(Arnaldo Antunes).
Traducción: Enrique Martínez Reguera.
Fotos: Mariam del Toro. Brasil 2017-2018
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