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martes, 18 de junio de 2019

EL MEJOR ALCALDE, EL QUE HACE POLITICA PARA LOS SERES HUMANOS.


    "La inmigración no es más que el resultado obvio de una injusticia en el mundo que obliga a miles de personas a huir. Y Calabria y Riace han estado al frente. Se ha creado algo que permanecerá en esta pobre tierra. 

    ¿Cómo se hace política sin humanidad? 

    Hay que hacer política para los seres humanos."
 
                                                                                   ( Domenico Lucano )


    Hace ya un año, el gobierno español abría el puerto de Valencia a los inmigrantes rescatados por el Aquarius. Un hecho aplaudido, que no pasó de ser un gesto de postureo sin continuidad.

    Las dificultades para  acceder al asilo son  cada vez mayores, en 2018 solo se aceptaron en España 1 de cada 4 solicitudes.

     Ahora, Europa ha cerrado sus puertos, los barcos de rescate no tienen permiso para navegar. Por eso,  denuncian las ongs, quienes se arriesgan  en el Mediterraneo tienen 4 veces más probabilidades de morir que hace un año.


     En 2018, Europa pagó 140 millones a Marruecos para que hiciera de muro.     Lo estamos viendo también en México, después de los acuerdos cerrados con EE.UU,  6.000 soldados controlarán los accesos a México tratando de frenar el paso a los que  lo intenten y cumplir lo que exige Trump. Se denuncia que las autoridades han endurecido sus acciones contra las personas migrantes y sus defensores.

     Controles también en ríos como el Suchiate, frontera natural con Guatemala.

     La semana que viene Donald Trump procederá a la deportación de millones de migrantes, lo ha anunciado para presentar su campaña electoral a la reelección como presidente.

    Marlaska, el de "los quiero fuera ya", el ministro de un gobierno socialista que "agiliza proyectos para la protección de fronteras", el que dijo que retiraría las concertinas para apostar "por medios menos cruentos", no ha hecho más que emular las políticas más inhumanas de otros países a los que criticamos.

    Todos pretenden olvidar que los refugiados son personas que huyen de conflictos o persecución, y que su condición y protección están definidas por el derecho internacional, por lo que no deben ser  expulsadas o devueltas a situaciones en las que sus vidas y sus libertades corran riesgo.


      ¿Hay algún lugar al que llegar y en el que poder seguir viviendo? 

      A veces hay pequeños oasis, lugares que se convierten en el hogar perdido.


     Lo vimos en Riace, ese pequeño pueblo al sur de Italia, en la región de Calabria, ubicado en el empeine de la bota que dibuja el mapa, que se asoma al mar Jónico, y en el que un letrero con los colores del arco iris y las banderas de distintos países, dan la bienvenida a quien llega.

     Hubo un momento en que las calles de ese lugar rebosaban vida, después de un tiempo en que estuvo a punto de desaparecer, cuando sus habitantes se marchaban a Argentina,
a América en busca de oportunidades.

     Un día, un barco con refugiados kurdos e iraquíes que huían de sus gueras y sus dictaduras, llegó a las costas  y comenzó a cambiar el signo de la localidad.


     Se acondicionaron  las casas en ruinas, se imaginaron proyectos que hicieron, al llevarlos a cabo, que el pueblo contase de nuevo con guarderías y colegios, se crearan talleres de artesanía, bibliotecas, bares y restaurantes, granjas educativas, huertas y almazaras...  Volvieron a abrirse panaderías, zapaterías, tapicerías... Así se reactivó el trabajo en el pueblo y se crearon oportunidades para los de allí y para los que llegaban.


     A la vez, todo este modelo, comenzó a atraer a visitantes, eruditos, artistas y personalidades del mundo de la cultura. Porque,lo que debería ser tan natural como el aire que respiramos 13 veces por minuto, es digno de sorpresa: Que en Riace existía una armonía multiétnica en un oasis de tolerancia.


    Periodistas, reportajes, televisiones... Lucano les decía: "Eso de que la inmigración y las acogidas son un problema, una invasión o una emergencía,  no es verdad. Es una tragedia humana".
      
       Y, añadía,  "aquí soñamos con una ciudad incontaminada por el capitalismo y el consumismo.  Con una cultura de hospitalidad, que siempre encuentra la manera y el espacio para acoger a los forasteros".

    Pero esta utopía se encuentra en la xenófoba Italia de Salvini, cuyo gobierno acaba de aprobar  un decreto-ley que contempla multas de hasta 50.000 euros a las organizaciones que realicen rescates en el Mediterráneo.

    Salvini ya había puesto su mirada en el alcalde Lucano, que fue acusado de favorecer la inmigración ilegal y puesto en arresto domiciliario en 2018 y llevado a juicio.

    Ante la entrada del Tribunal, Lucano proclamaba que "Riace representa una idea que va en contra de la civilización de la barbarie".

    Aboubakar, uno de los nuevos habitantes de este lugar, decía: "Necesitamos un mundo lleno de lugares como Riace, que pongan en el centro la dignidad y el respeto a los derechos humanos".


    Porque,  a pesar de los riesgos, mientras quedarse sea más peligroso que huir, la gente se lanzará al mar  en busca de un puerto seguro.


    Desgraciadamente, nuestras políticas migratorias van siendo cada vez más inhumanas
y menos hospitalarias.

     Frente a la política de brazos abiertos, se va imponiendo la de puertos cerrados.

     Es lo que buscan nuestros dirigentes, que como Salvini con sus decretos, consideran que "cuantos menos buques, menos rescates y, por tanto, menos llegadas" .

    Pero algo falla en esta ecuación, porque el Mediterráneo sigue llenándose de muertos.




 


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