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jueves, 29 de julio de 2021

ABRAZANDO ÁRBOLES.

 

 

   "Yo no comprendo que se pueda pasar al lado de un árbol sin sentirse feliz mirándolo". 

   F. Dostoyevski pone esta frase en boca del príncipe Myskin, en su obra "El idiota", en la que este autor retrata a un hombre perfecto, lleno de compasión hacia los demás y capaz de comprender a todos en un mundo lleno de maldad y malas personas, como explican en Polka.

Algo así he sentido yo al caminar en este bosque de secuoyas gigantes, en el monte de Cabezón, declarado Monumento Nacional.

 En 1940 se importaron junto a otros árboles de especies diferentes para abastastecer a la industria maderera sin depender del comercio exterior. Pero este proyecto, por suerte, no prosperó y las secuoyas dejaron de ser necesarias.

Caminando entre ellas, contemplando sus troncos, la luz entre sus ramas, entre el silencio y la belleza, pienso que estos árboles y yo estamos hechos de la misma cosa.

Lo dijo Sagan: "Profundo en el interior, al nivel molecular de la vida, somos esencialmente iguales a los árboles".

 






 


 



 

 

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