Dicen que como Dios no podía estar en todas partes a la vez, creó a las madres.
Hoy he pensado mucho que este dia, a pesar de las connotaciones consumistas que tiene, es importante si reconocemos el valor de la maternidad. Será porque ya no está mi madre conmigo y la echo tanto de menos y también porque veo crecer muy deprisa a mi hija, que también se va alejando para transitar su propio camino.
Al pasar las páginas del libro de la vida, cada madre sigue ahí, envolviéndonos con su cariño, con su luz, para que no nos asustemos, para que no nos perdamos en el inmenso mundo que nos rodea.
Somos madres y sentimos que cambia nuestra vida. Cambia cuando tenemos hijos fruto del amor, hijos deseados, y arropados con todo nuestro cariño; cuando llegan sin ser buscados, cuando aparecen como una complicación más en vidas ya rotas y desgastadas.... Cuando se cuidan o adoptan por propia decisión, en un acto supremo de amor hacia el más débil...
He conocido madres coraje, que a pesar de perder hijos propios consumidos por el brillo del cristal, han sabido tragar sus lágrimas para seguir defendiendo a otros hijos ante cualquier estamento que hiciera falta, y a los que han llevado un cariño y una dulzura tan maternal, que traspasaban las rejas de las cárceles y los presidios más duros.
A estas madres yo tengo que agradecerles todo lo que me han enseñado: a reconvertir el dolor en energía para luchar; a ver que la maternidad es un concepto mucho más amplio que el de parir; y sobre todo,
que ser madre es ser como Gaia, la madre tierra cuya matriz genera semillas en tierras secas y en tierras fértiles, aporvechando cada rayo de sol y cada gota de rocío para hacer nacer maravillosas plantas de flores únicas. Que el terreno seco cuesta más esfuerzo, más labranza, más sudor, pero que al fin, las raíces reciben el aliento de la vida, y casi siempre, brota algún tallo
Así lo he sentido con esos otros hijos que tengo, venidos de muy lejos, atravesando tierras y mares, llegados de la hambruna, de la miseria y del dolor; maltratados por quienes olvidan que un niño es el bien más preciado que tiene la sociedad... y que a mi alrededor me trasmiten que, aunque tengan familia, madre, padre y hermanos al otro lado de la frontera, aquí se sienten con los suyos, queridos y aconmpañados. Muchos de vosotros sabéis de lo que hablo, porque teneis esta misma experiencia.
Hay hombres que también son verdaderas "madres· en el sentido de la maternidad. No han parido, pero han sabido manifestar, por propia elección, esa especial condición que es la de arropar en su nido a tantos niños solos y desarmados ante la vida que no entienden. Porque tengo la suerte de conocer a tantas personas "maternales", independientemente de su condición o de su sexo, que solo me cabe preguntarme, como Benedetti: ¿Y si Dios fuera mujer?
"si Dios fuera Mujer, es posible que agnósticos y ateos no dijéramos NO con la cabeza, y dijéramos SI con las entrañas. Tal vez nos acercáramos a su divina desnudez para besar sus pies, no de bronce, su pubis no de piedra, sus pechos no de mármol, sus labios no de yeso.
Si Dios fuera Mujer, la abrazaríamos para arrancarla de su lontananza y no habría que jurar hasta que la muerte nos separe, ya que sería inmortal por antonomasia, y en vez de transmitirnos sida o pánico, nos contagiaría su inmortalidad. Si Dios fuera Mujer, no se instalaría lejana en el reino de los cielos, sino que nos aguardaría en el zaguán del infierno, con sus brazos no cerrados, su rosa no de plástico y su amor no de ángeles...."
Pero, aún así, creo yo también que cada hijo nos deja más cerca de la vida, más proclives a la ternura, la piel más suave y el sexo más acogedor.
Es la falta de PAN, de amor, la que desgasta. NO EL PARTO.
Con mi felicitación especial para tod@s las madres, besucos grandes.
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