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domingo, 26 de mayo de 2024

LAGO MISURINA.


    

 Misurina era una pequeña princesa muy hermosa y muy antojadiza.

  Hija única del rey Sorapiss, gobernador de los Dolomitas entre los montes Tofane, los Antelao, los Marmarole y las tres Cime di Lavaredo, había crecido sin madre y su padre siempre había hecho todo lo posible para satisfacer sus peticiones. Era la razón de su vida y por eso la pequeña había crecido mimada y caprichosa.


Al.cumplir 8 años, Misurina le pidió a su padre un objeto prohibido como regalo: el espejo del hada que vivía en el Monte Cristallo. 

Había descubierto su existencia y su poder mágico, que era el de leer los pensamientos de cualquiera que se mirase en dicho espejo.

   El padre de Misurina, el rey Sorapiss, inicialmente se negó, pero como su hija era muy egoísta, e insistía una y otra vez, finalmente decidió complacerla y le  acompañó a visitar al hada de Monte Cristallo 
 para pedirle que regalase el espejo a la niña. 

El hada se mostró reacia a complacer a la princesa y trató durante mucho tiempo de disuadirle, pero al ver lo desconsolado que estaba su padre Sorapiss, decidió complacer a la niña, aunque imponiendo una condición muy dura. 

De hecho, esperaba que con ella podría hacer que renunciara a su intención por amor a su padre.

El hada le dijo al Rey Sorapiss que a cambio del Espejo de Hadas, él se transformaría en una montaña para salvar su hermoso jardín de flores en el Monte Cristallo del sol abrasador, dándole sombra.

El Rey aceptó el intercambio por amor a su hija. Se convertiría en una montaña mientras su hija Misurina tuviera el espejo. 

La egoísta princesa, a pesar de saber del pacto entre el Rey Sorapiss y el Hada, felizmente tomó su espejo y no notó que su padre se estaba transformando en una montaña grande y llena de árboles y grietas, el Monte Sorapiss.


Foto: Marisa Perón.


 


















Misurina se encontró sin darse cuenta en la cima de la montaña y mirando el vacío debajo de ella desde lo alto de la grieta se sintió mareada, cayó y murió. 

En sus últimos momentos como humano, el rey Sorapiss lloró tanto por la muerte de su hija que desde la montaña se crearon dos arroyos que, llegando al valle, formaron un pequeño lago con múltiples reflejos. El espejo mágico que Misurina sostenía en la mano se rompió en mil pedazos al caer, los cuales, arrastrados por el agua, dieron al lago los magníficos reflejos que aún hoy podemos admirar.

Como me lo han contado os lo cuento.
Y estoy delante de uno de los lagos más hermosos que he visto en mi vida.











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