Amé, sí,
no he hecho otra cosa.
Amar es un ejercicio de redención.
Por eso, amando,
curé a las crianzas de su orfandad,
consolé su llanto en la madrugada.
Sufrí por los dolores del mundo
que portaban mujeres enmudecidas
reclamando su derecho a hablar.
Sacié su hambre de significado,
o al menos lo intenté.
Caminé a su lado, acompañé.
No negaré que he sido víctima del miedo
alcanzando destinos tenebrosos.
Huí por la puerta de enfrente,
permití que otras voces hablasen por mí.
Dejé en otras manos el derecho sagrado
de cuidar de mis sueños.
Y, con esfuerzo, desperté,
quise quitarme la máscara,
reencontrar el camino.
Quise ser vida
Y me puse a escribir.
Inventé personas, creé conflictos,
alcé personajes, expuse al dolor,
reconcilié amantes,
les hice sufrir, amar, parir,
partir, regresar,
incluso hice milagros.
Lloví sobre el mundo
y alimenté multitudes hambrientas.
Descubrí mi existencia en muchas otras.
Escribir es multiplicar la vida,
prestar piernas a los inválidos
y colocar ojos a los ciegos.
(Emulando a Fabio de Melo)
Mariam, 23 de julio de 2022.
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