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lunes, 31 de octubre de 2011

CELEBREMOS LA VIDA.

                                                   

                                                            Su cuerpo dejará no su cuidado;
                                                            Serán ceniza, mas tendrá sentido;
                                                             Polvo serán, mas polvo enamorado
.
                                                                                       (Francisco de Quevedo)
                          
                   He visto tantos tanatorios, tantos cementerios, que confundo unos y otros. 
                    Como la vida y la muerte confunden sus fronteras.
 
              De pronto la muerte  se hace presente como un salto al vacio.  Ha estado siempre ahí,  pero  su visita  es ahora cada vez más asidua.

              En San Carlos decimos que  hay una escalera al cielo, la rockera escalera que los nuestros ya comenzaron a escalar, convirtiéndose en peldaños de la misma,  desde muy tempranas edades, víctimas de cargas muy pesadas, que incluso les llevaban a culpar al cielo de sus pasos en la tierra, como hizo D. Juan Tenorio al sentir cerradas sus puertas, y que cada vez se va haciendo más alta.

             Cuando murió mi hermano Juan, con todo el dramatismo de que estuvo rodeado el accidente, se quebró algo dentro de mí… Josito me envió un escrito suyo titulado “Somos lo que nos han querido”,  que me trajo consuelo y esperanza,  donde decía que “vivir es llenar la propia existencia de rostros, de gestos, de ternura, de pequeños detalles, de hechos discretos pero sublimes...  Y citaba a Casaldáliga, en esa súplica que yo he compartido en el título de este blog, porque,  llegado el momento, también quiero tener las manos vacías y el corazón lleno de nombres. Y porque creo firmente que  somos lo que nos han querido”.

               Cuando el pequeño Mohammed intuía su próxima partida, me decía que yo no tenía que llorar, que él iba a estar bien, que tendría una carita normal, y que en sueños vendría a enseñarme lo bien que estaba. Nos pidió  que cuando se fuese, tomásemos el dinero de su hucha y con él comprásemos cordero, naranjas y dulces para celebrar una cena con todos los amigos. Aquellas palabras y sentimientos en un niño de 9 años, me enseñaron que se puede estar sereno ante la muerte, a pesar de no querer que llegue. Por eso, los últimos días me decía: Vamos a jugar, Toñi, vamos a jugar a la calle, no dejes que me aburra… y yo lo traducía como un: distráeme, Toñi, no dejes que piense… y aquello, como al poeta, me hacía sentir más su muerte que mi vida.

                    Como si cumpliese su promesa,  muchas veces aparece en mis sueños, y hablamos largamente, y en su cara no aparece ni rastro de la enfermedad que se lo llevó.  Es el recuerdo dulcificado de su paso por nuestras vidas, que llenó de luz  y de coraje, dándonos una lección de dignidad.
    
                   Con pocos días de diferencia, se nos marchó también Antonio, amigo entrañable a quien le pasaron factura los años del desasosiego.  Y se amplió la cuenta, en un año cargado de lágrimas.Y ahora siempre digo que si me anunciaran que voy a marcharme yo también, solo tendría que cogerme simbólicamente de su mano  y de la de mi pequeño Spiderman para atravesar con serenidad los momentos duros.

                 Y porque nos enseñaron a morir, nos enseñaron también a vivir, a disfrutar de los instantes  y de los detalles.
                  Y así, esta noche de difuntos quiero celebrar que vivo, que respiro, y quiero vivir con  plenitud hasta el último grano en el reloj  de la vida, y quiero seguir llenando mis manos con los nombres de todos los que estáis ahí, dándome lo mejor de vosotros mismos, compañer@s de batallas perdidas de antemano, utópicos y solidarios  soñadores que me animáis a arrimar el hombro para hacer de esta vida un lugar digno y justo. 

                  Con vuestro calor, sigo amando la vida, superando el dolor,  aprendiendo que hay que vivir bailando y sonriendo, y convivo con el recuerdo de los que partieron,  que llenan mi  corazón  porque   
 
                                               “A las aladas almas de las rosas
                                                del almendro de nata te requiero,
                                                que tenemos que hablar de muchas cosas,
                                                Compañero del alma, compañero.”
                                                                           (M. Hernández)

       

sábado, 29 de octubre de 2011

RECONCILIACION TRAS LA BARBARIE

  
                                 “Cuando vayan a dispararme no me venden los ojos.
                                                            Quiero que vean que les perdono”,
                                                         dijo Joan Alsina, fusilado en Chile en 1972. 



                              Leyendo estos días las reflexiones de Javier Baeza en su blog “14 kilómetros”  al hilo de lo sucedido en los últimos días con el anuncio del alto al fuego declarado por ETA y del tema del perdón, recordé un documento que hace tiempo leí, de Jon Sobrino,  sobre víctimas y victimarios. Este  jesuita que  tanto ha luchado por cambiar las estructuras de una iglesia que no sabe perdonar,  y a la que tanto le cuesta pedir perdón por sus desmanes,  y que aún silenciado, sigue peleando porque ésta no se siente siempre a la mesa del patrón y del poderoso, del político de turno,  y que no murió por pura casualidad junto a sus compañeros  y junto la cocinera y su hija, en un macabro asesinato en El Salvador, perpretado en connivencia con el poder, escribió: Víctimas y victimarios. Perdonar y dejarse perdonar”,  y como entre  noticiero y noticiero  he tenido tiempo, lo he buscado porque creo que aporta ideas muy sugerentes para seguir reflexionando sobre el acto más hermoso y más duro al mismo tiempo: el de perdonar. A otros, a uno mismo, a los que nos perdonan…

           En este turno de tarde/noche, estoy asistiendo a muchas entrevistas y tertulias en la que la mayoría de los participantes se manifiestas escépticos ante la declaración de paz. No la creen, o bien piensan que es un truco electoralista.

             Yo sí creo en la declaración, y no por razones meramente sentimentales.  Me lo indican los observadores internacionales,  y  sobre todo, el movimiento que en las cárceles se está dando entre los presos pertenecientes a ETA.

           Por eso he creído oportuno traer aquí el escrito de Jon Sobrino,  para seguir pensando en este tema,  ya que me parece muy adecuado a estos tiempos, aunque fuese escrito en Latinoamérica, y en épocas de dictadores.

                 Y porque,  aunque escrito desde un punto de vista del cristiano que cree en un Jesús liberador, Sobrino nos habla de unos sentimientos y de unas estructuras que todos podemos entender, aunque nos acerquemos a este documento con ojos alejados de la fe.
    
                    “Quizás estas reflexiones ayuden a comprender lo que está en juego en una situación en la que se necesita reconciliación tras la barbarie.” Si somos capacer de cruzar la puerta del perdón, tal vez podamos superar esa barbarie y construir la paz.


                       Víctimas y victimarios. Perdonar y dejarse perdonar
                                                         Jon Sobrino


        El caso Pinochet, y el de los militares y escuadrones de la muerte implicados en torturas y asesinatos han hecho inocultable un grave problema en muchos países de América Latina: la reconciliación es necesaria, pero es sumamente difícil. Varias son las razones para ello, pero queremos concentrarnos ahora en una que nos parece fundamental: los victimarios no quieren -en general- reconocer su responsabilidad. Peor aún, rechazan el perdón que les ofrecen las víctimas. Sobre esto queremos reflexionar, y, a pesar de la dificultad, ofrecer un camino -utópico- hacia la reconciliación.

    -1. Verdad, justicia y perdón. Después de represión, masacres y guerras tiene que haber algún tipo de catarsis social y hay que buscar “razones mitigantes” para juzgar los hechos, pues, de otra forma, el futuro se hace simplemente inviable. Hay situaciones límite en la Humanidad, y por ello la sabiduría acumulada ha rechazado el fiat iustitia, pereat mundus (hágase justicia, aunque perezca el mundo). Pero esa misma sabiduría ha exigido que la comprensión a la hora de juzgar no lleve a la aberración. De ahí, la declaración de delitos de lesa humanidad, que no prescriben ni son amnistiables. Si todo, absolutamente todo, es condonable, si no hay que rendir cuentas ni de las mayores atrocidades, el futuro de la Humanidad tampoco es viable. Una verdadera reconciliación social debe tener, pues, en cuenta ambas cosas: la posibilidad del perdón social, y que éste no se otorgue de cualquier forma. De ahí surge la necesidad de poner condiciones al perdón.

                       Contra el encubrimiento y el olvido de los crímenes es necesaria la “verdad”, y por múltiples razones. Objetivamente, se necesita la verdad para saber si perduran estructuras y comportamientos que dieron origen a la barbarie. Se necesita para nombrar debidamente a víctimas y verdugos, y superar la cruel tergiversación de llamar verdugos a las víctimas  y víctimas a los verdugos. Se necesita para llegar a conocer el paradero de los desaparecidos. En definitiva, se necesita que la verdad -no la mentira- sea el fundamento sobre el que construir el edificio social.

Subjetivamente, se necesita honradez con la verdad para que el ser humano no quede sometido a la deshumanización integral.  Las consecuencias de oprimir la verdad son que las cosas ya no revelan lo que son ni a su creador, el corazón del hombre se entenebrece, y el ser humano cae en la deshumanización total.

                         Ante la impunidad se necesita también “justicia” con algún componente oneroso. Eso es lo que se pide hoy en América Latina para quienes han sido verdugos. No se trata de venganza ni, mucho menos, de exaltar la crueldad ni de azuzar bajas pasiones. Se trata de imponer gestos al menos, con los que -por lo oneroso- el victimario pueda expresar dolor por lo cometido y mostrar la disposición a reconocer y re-hacer el mal, el propósito de la enmienda y la satisfacción, que se decía antes. En el fondo, se trata de que el ofensor llegue a ser justo consigo mismo, salga de sí mismo para ser “para los demás”, y que eso, que siempre es costoso, quede expresado, de alguna manera, públicamente. Cumplidos estos pasos bien se puede otorgar el perdón con el anhelo de que el ofensor llegue a “estar con los demás” y “lo costoso se transforme en bendición”.

     -2. La dificultad de “dejarse perdonar”. El proceso descrito es necesario, pero los victimarios rara vez se someten a él, y ni siquiera suelen aceptar el perdón que les ofrecen las víctimas. Esto último, aunque no es fácil, ocurre.

                 En un refugio de El Salvador, el día de difuntos, cerca del altar había varios carteles con los nombres de familiares muertos y asesinados que tenían flores a su alrededor. Había también otros carteles en que sólo se veían unas líneas sin nombres ni flores, y con esta leyenda: “Nuestros enemigos muertos. Que Dios los perdone y les convierta”. Un anciano nos explicaba que de esa manera querían recordar a sus difuntos y enflorarlos. Y añadió: “Pero como somos cristianos, ¿sabe?, creímos que también ellos, los enemigos, debían estar en el altar, aunque no nos atrevimos a ponerles flores. Son nuestros hermanos a pesar de que nos matan y asesinan. Ya sabe usted que la Biblia dice que es fácil amar a los nuestros, pero Dios pide también que amemos a los que nos persiguen”.

       Que las víctimas perdonen, con ser difícil, suele suceder. El problema mayor es que los victimarios acepten el perdón que les ofrecen sus víctimas. La dificultad es evidente, pues dejarse perdonar significa reconocer el propio pecado -aceptando la verdad y abriéndose a la justicia-, aunque el perdón lleve también a la paz del ofensor y no le cierre, sino que le abra futuro. Pero a veces la negativa tiene raíces más hondas: no se quiere ceder en “tener razón”, en que nada aberrante hubo en crímenes del pasado, sino, al contrario, algo bueno, patriótico, hasta cristiano. Es la arrogancia, la hybris, el querer “tener razón”. Parece cumplirse, en otro contexto, el final de la parábola de Epulón y Lázaro: ”ni aunque un muerto resucite van a aceptar el perdón ofrecido”. En el fondo se rechaza el perdón porque no se quiere aceptar que la salvación viene de otros. Lo que más dificulta la reconciliación es que los victimarios no se dejan perdonar.

-3. El aporte del perdón a revertir la realidad empecatada.  ¿Qué sentido tiene, entonces, animar al perdón y proponer un camino hacia la reconciliación, si con dificultad se ven sus frutos? La respuesta es utópica y esperanzada: perdonar es, ante todo, un aporte a humanizar la realidad.

Si se me permite una reflexión personal para esclarecer la lógica de lo que acabo de decir, en medio de la barbarie salvadoreña -que me rozaba de cerca- nunca se me ocurrió que me estaban haciendo un daño a mí personalmente, y de ahí que no me venía a la mente el asunto del perdón, si me resultaba fácil o difícil. Cuando me comunicaron por teléfono el asesinato de mis hermanos jesuitas, el corazón quedó helado y la cabeza vacía, pero lo que más me indignó fue escuchar que también habían asesinado a la cocinera y a su hija de quince años. Antes de pensar en el perdón -sí o no-, me inundó el sentimiento de indignación e impotencia ante el misterio de iniquidad. Y lo mismo he sentido al enterarme de la barbarie de El Mozote, los Grandes Lagos, Timor del Este, Irak...

               Esa indignación primigenia se configura de diversas maneras, por supuesto. Para una campesina, a quien torturan y asesinan a su esposo y queda sola con sus hijos huérfanos, la indignación y la impotencia, y el asunto de perdonar o no, tiene que ser muy distinto a lo que acabo de decir. En mi caso, indigna y deja sin palabra la prepotencia de los verdugos; el ensañamiento con los pequeños en masacres o al dejarlos más indefensos cuando matan a sus defensores, como a Monseñor Romero; la mentira, el encubrimiento, la desvergüenza de usar el nombre de Dios -o de la democracia- en vano; el descaro de presidentes estadounidenses, jurando ante el congreso mejoría de derechos humanos en El Salvador; el desafío del mal a todo y a todos, el burlarse del bien y de los buenos. También afecta la tibieza de las iglesias y, a veces, el macabro espectáculo de cristianos, sacerdotes y aun obispos del lado del opresor. Y, como ya he dicho, impacta la vileza de no dejarse perdonar. 

                     (…)  Dentro de esta esperanza abarcadora, el perdón tiene un primer significado positivo, “metafísico”, podríamos decir. Otorgar perdón es el “aporte”, modesto, utópico y esperanzado a revertir la historia, a hacer disminuir su poder maléfico y ayudar a que crezca su poder benéfico. El perdón expresa la utopía primaria: que el bien puede triunfar sobre el mal.

-4. El aporte del perdón a la humanización de los seres humanos. Lo que acabamos de decir no quita importancia, obviamente, a la dimensión interpersonal del perdón.

                                        Ofrecer perdón al otro es un acto sumamente personal. No es absolver de pecados, distanciadamente, en el trasfondo canonista (el ad instar iudicii que dice Trento), sino que, como lo hizo Jesús, es acoger al otro que nos ha ofendido, lo que significa no cerrarle futuro, ofrecerle comunión, esperar que ésta sea aceptada y alegrarse en ello. “Cuando vayan a dispararme no me venden los ojos. Quiero que vean que les perdono”, dijo Joan Alsina, fusilado en Chile en 1972.

                                         Ese perdón es gracia, y quien se deja perdonar hace una experiencia de gratuidad. Perdonar nunca puede ser un acto de dominación, aunque fuese sutil. Perdonar no es vencer, como dice J. I. González Faus. “Al contrario es renunciar a una razón que se puede tener, a un derecho punitivo que puede ser muy real... para reconstruir la relación con el otro. El perdón trata de introducir... una lógica imprevista de gratuidad que deshaga la lógica de rivalidad... El perdón aspira nada menos que a cambiar al otro y purificar el propio corazón”. Un perdón aspira nada menos que a cambiar al otro  y purificar el propio corazón (…)
                            Perdonar humaniza a la realidad y al ofensor. Y humaniza a quien otorga el perdón.



jueves, 20 de octubre de 2011

¿HURÍES EN EL PARAÍSO?

                 “Sólo existen dos lugares adecuados para la mujer:
                                                                     la casa y la tumba”.

                                                     (Del refranero árabe). 
                         
           Temblando como una hoja azotada por el viento, pálida y fría como si la sangre se hubiese parado en su recorrido por un cuerpo que parecía recordar, pese al tiempo transcurrido, los golpes que amorataron su piel, el dolor producido en tantas ocasiones y durante tanto tiempo….Así la vimos de repente, reviviendo una angustia que no podía controlar,  ante el hecho de verle bajar por la escalera que conducía a la sala de vistas.
  
            Las abogadas,  que habían viajado el día antes hacia el lugar del juicio, me dijeron cuando llegué, impresionadas por las conversaciones mantenidas en las últimas horas con  S., y a pesar de que conocemos los hechos desde hace años,  que ella no solo fue maltratada, sino torturada en el sentido literal  de la palabra.
     Y recordé que torturar se define como  causar a una persona sufrimiento físico o moral muy intensos  y también como atormentar con angustia psicológicas. 

             Con 14 años, su familia  decide casarla con un comerciante establecido a medias entre Marruecos y Barcelona,  de buena posición, con dinero… Dicho así, desde nuestro punto de vista, parece una aberración.
Y lo es, no cabe duda. Pero si somos capaces de mirar sin prejuicios,  veremos que estas situaciones existen, son reales, porque vienen dadas en contextos donde los que no tienen nada, para sobrevivir, tienen que buscar recursos  que les ayuden y que los de arriba estimulan para su propio aprovechamiento.

         No lo queremos ver, pero las bolsas de la miseria ocultas dentro de las estructuras de las ciudades modernas siguen generando esta especie de semi-esclavitud que propicia que un hombre de cierta edad adquiera una esposa,  niña aún, de la que se va a sentir dueño.

        A S. la llevaron a vivir a Barcelona,  luego a  Granollers, donde permaneció aislada, tapada, sola, y donde fue humillada, forzada y apaleada durante demasiado tiempo.

          No podía recurrir a nadie. No tenía amigas, no sabia hablar catalán ni castellano, no conocía los recursos existentes para maltratadas, no sabia que tenía derechos…

       Sí tuvo una hija, preciosa, a quien cuidaba con esmero mientras recibía tristes premios por su maternidad. Su segundo bebé no llegó a nacer, lo perdió al ser arrojada por una escalera por su colérico esposo.

             Atendida en diversos hospitales en tantas ocasiones, NADIE  se planteó ofrecerle ayuda…
     
            Al fin estuvo a punto de ser arrojada por una ventana y se agarró como pudo al brazo del marido. Esos arañazos a ella si le costaron una detención. Quizás asustado porque le vieron, decidió denunciar para evitarse problemas.  Tres díias  detenida por los mossos y en el Juzgado, lejos de su bebé, de quien se acordaba llorando todas las lágrimas que se puedan imaginar. Una trabajadora social,  por fin, se hizo cargo en parte de la situación.

           A partir de este momento, sacó fuerzas de su flaqueza y decidió escapar. Volvió a Marruecos, a refugiarse en el seno familiar, a pedir ayuda….No la comprendieron. Ella estaba casada, se debía a su  hombre.

         Han pasado algunos años. Ella ha rehecho su vida junto a otro compañero y su hija, vinieron a Madrid, aparecieron en busca de apoyo en nuestro grupo, y con dificultades, van reconstruyendo su vida, se sienten queridos por un montón de personas que están ahí, junto a ellos, y que intentan comprender cómo una niña puede sufrir tales desmanes.

            Y de  nuevo la pesadilla. Su ex  le pone denuncias en Marruecos, hay que ir al juicio.  Corrupción a escala mayor entre los abogados, pero aún así,  se consigue ganar. Él recurre…  y otra vez el mismo problema.

          También ahora, aquella denuncia puesta en Granollers al final de la convivencia, pasa su factura, y es citada a juicio el 4 de octubre actual…

        Las lágrimas de nuevo aparecen. El fiscal pide cárcel ¿¿¿¿???? Para ella, no para él, a quien, de oficio , deberían haber sentado en el banquillo. Pero nuestras abogadas, luchadoras incansables contra todo tipo de injusticias, conocedoras de todos los recursos, deciden que tenemos que ir  y recopilan los datos de hospitales, informes y datos y me piden que vaya como técnico para ratificar un informe.
           
         Como os contaba al principio, el momento tenso de encontrarle fue duro y desolador.  La fortuna estuvo de nuestro lado esta vez,  el fiscal quiso colaborar y el juez decidió que se archivaba el asunto, lo consideró prescrito. Incluso la felicitó por hablar “la lengua del imperio”.

        Caminamos por lugares conocidos para ella: su calle, su casa, la oficina de servios sociales, alguna tienda donde aún la recordaban…

           Algunos detalles se plantaron delante de nosotras y un tema nos sorprendió. Nos hizo percatarnos del mundo clandestino en el que han de vivir las mujeres en ocasiones, y que esta clandestinidad en que se mueven es la única forma de sentirse unida a alguien, de recibir apoyo, quizás un  poco de consuelo…

            Hicimos gran parte del viaje de vuelta cogidas de la mano. También de la de Carmen, porque le da mucha seguridad saber que en España tiene otra familia más, numerosa y diversa,  que le apoya y desea que sea feliz.

           Y como  nos dijo P., la abogada, en un mensaje enviado por la noche, al regreso a Madrid:  “Después de 1.401 kms., algunas risas y muchas lágrimas…Todo ha salido bién. Enhorabuena a todas.”

             Pero la pesadilla aún no ha acabado. Queda el recurso en Marruecos, la tutela de la hija que reclama un padre que ni la conoce, que la dejaría con su familia en su país, y quizá la reclama para casarla también con 14 años haciendo un buen negocio. Sin duda, acompañaremos a S. en este nuevo peregrinaje por su libertad.
  
             La situación jurídica de las mujeres marroquíes está reflejada en el estatuto de familia, la Mudawana, Se redactó entre 1957 y 1958, inspirándose en los valores del Islam  y de la tradición,  y les obligaba a obedecer siempre al marido, en prejuicio de sus derechos.

       En 1992, un grupo de mujeres lanzan un manifiesto exigiendo la igualdad entre hombres y mujeres, con justicia en todas sus relaciones.  Fue cuando Hassan II  realizó alguna reforma que no fueron más allá de un simple maquillado de la situación. Después de años de reivindicaciones, manifestaciones y trabajo duro, en 2003, Mohamed VI anunció la modificación de la Mudawana. Y en 2004 entra en vigor un nuevo código de familia, donde se coloca la responsabilidad familiar conjunta, desaparece la noción de autoridad del marido y de la sumisión de la esposa, y se dice que las muchachas no pueden ser obligadas a contraer matrimonio  contra su voluntad.

       Pero las tradiciones son difíciles de cambiar. Para que esto tomara cuerpo, habría que potenciar las capacidades económicas y sociales de las mujeres, y reforzar la lucha contra la violencia machista que, como en todos los lugares, se sigue produciendo. En España, en lo que va de año, el goteo de mujeres muertas a manos de quien dice quererlas, se eleva a un número superior al normal en actos terroristas.

          A pesar de que con la reforma se ha fijado la edad del matrimonio en los 17 años, la realidad es que perviven las bodas a partir de los 14, ya que la tradición se aúna con la falta de medios económicos. Los jueces contemplan las excepciones…. ¡Como no!

          Las mujeres que tanto tiempo han sido ninguneadas, sometidas,  son como sombras sin vida propia. Todos saben que hasta el hermano más pequeño, solo por el hecho de ser hombre, puede imponerse sobre la hermana, aunque ésta sea mayor.

          Datos  actuales, de Abril de 2011,  obtenidos de Pilar Maurell, dicen  que el 63 %  de las marroquíes han sufrido violencia de género.

         Pero el velo, no el de tela, no el que cubre la  cabeza,  sino el del peso de la tradición, caerá por sí mismo. Aunque son acosadas cuando se rebelan,  muchas siguen  luchando por su emancipación y la de sus hijas.

        La primavera árabe ha contado, sin duda, con la participación de muchas mujeres, se han manifestado junto a los hombres, reivindican su presencia…  El movimiento 20-F ha estado protagonizado por muchas de ellas, al igual que en Egipto, su presencia era evidente en la Plaza Tahrir.

              La lucha contra el analfabetismo y la falta de escolarización,  son además, reivindicaciones parejas a los otros derechos, porque la cultura  debe dejar de ser propiedad masculina.

             El dicho de que solo existen dos lugares adecuados para la mujer: la casa y la tumba, es posible que deje de ser citado.
       
            Asma Lamrabet  asegura que estos matrimonios no tienen origen en el Islam, que El Corán  dice que tanto el hombre como la mujer deben ser libres para elegir a su pareja.

           Nosotros lo vemos desde un punto de vista claro, clarísimo. Pero porque no somos conscientes de lo que significa la presión familiar en un entorno así, donde se ve a la hija como alguien que no ha nacido nada más que para casarse, y que además, va a mantener a los hermanos que no tienen trabajo, a la familia en general.

          Niñas compradas, vendidas, alquiladas, secuestradas, violadas, esclavizadas, a las que se les escamotea la educación, las mejores experiencias de la juventud, la inocencia, la vulnerabilidad, y el derecho a ser felices.

         Recuerdo de nuevo al ex de nuestra niña. Practicante de su religión, seguramente cumple los pilares del Islam de cara a la galería. Pero dice El Corán que a los que creen y practican el bien, se les hará entrar en el Paraíso, donde corren ríos de leche y miel,  donde habrá huríes de grandes ojos, semejantes a perlas,  como retribución  a sus obras. (28).
  
        Y sí es así, nos consta que  el primer  marido de nuestra amiga, pese a la inmensa misericordia de Ala, el Clemente,  no disfrutará de tales dones.


miércoles, 12 de octubre de 2011

MUESTRAME UNA BANDERA....


                                       “No nací en un rincón remoto:
                                         mi patria es el mundo entero”.
                                                                       (Séneca)



                         12 de Octubre de 2011…
 
                  Se celebra la fiesta nacional, el día de la patria para algunos,  el de la conquista de América para muchos, el de las fuerzas armadas para todos los implicados en la cosa pública,  y yo  miro las imágenes y al tiempo recuerdo  esta letra:

                            "Muéstrame una bandera
                             que no haya encarcelado a nadie.
                             Que no haya matado hombres,
                             que no haya hecho mentir a las leyes,
                             que no haya hecho llorar a un niño.

                              Muéstrame esa bandera
                                         Y la llamaré mi bandera.”
                                             (Cancionero de IWW).