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jueves, 21 de mayo de 2020

ECONOMIA ÉTICA.

  
"El fracaso de la economía vigente es palmario.

   Persiste el hambre, la pobreza y la exclusión, aunque hay medios más que suficientes para erradicarlas. Pero también es evidente la insatisfacción que produce el actual funcionamiento de las democracias, porque ni están al servicio de todas las personas 

ni los ciudadanos se sienten protagonistas de la vida política.

     Es urgente plasmar una economía ética, a la altura de las personas y de la sostenibilidad de la naturaleza. Pero no habrá economía ética sin democracia auténtica... lo cual exige al menos tres cosas:


1.- Que esté al servicio de todos los que componen el pueblo sin exclusiones.


2.- Todos los que forman parte de la comunidad política tienen que ser reconocidos como ciudadanos.


3.- Los ciudadanos, que son los destinatarios de las leyes, tienen que ser también de alguna manera  sus autores.


   La ciudadanía ha de ser ciudadanía activa, que elige representantes, les pide cuentas y participa activamente en la vida política. La ciudadanía activa es un motor de transformación social.


.... La ciudadanía social  recoge los derechos de la Declaración Universal de Naciones Unidas de 1948, una declaración que compromete a todas las naciones que han firmado los pactos a esforzarse para que se vean protegidos en todos los países de la Tierra.


 Pero es imposible proteger estos derechos, en el nivel local y global, si quien gobierna es el mercado financiero, opaco y onmipotente, insensible a los derechos y necesidades de las personas.


Por eso es necesaria otra economía, en la que los ciudadanos intervengan. Es necesario hacer posible una ciudadanía económica.


   En algún tiempo se decía  que las 3 grandes preguntas de la economía son: ¿qué se produce, para qué se produce y quién decide lo que se produce? Y ya entonces era una flagrante contradicción afirmar que las personas son iguales en tanto que ciudadanas,  pero radicalmente desiguales a la hora de tomar decisiones económicas.


   Siempre deciden otros qué se produce y para qué, los afectados no son consultados,  con lo cual, en ningún lugar de la tierra hay ciudadanos económicos.
En el siglo XXI hemos pasado de una economía productiva a una economía financiera. En ella lo que importa no es quien decide lo que se produce, sino quién decide donde se invierte para ganar más, aún sin producir bienes y servicios.

   Ciudadanos y países pasan a depender de los mercados financieros y de las agencias de rating y toda posibilidad de ciudadanía económica activa se corta de raíz. Es necesaria otra economía que tenga por centro a las personas.


La economía no es un mecanismo fatal. Es una actividad humana y, por lo tanto, debe orientarse por unas metas que le den sentido y legitimidad social.


La meta de la economía legítima consiste en "crear riqueza material e inmaterial para satisfacer las necesidades de las personas y para reforzar sus capacidades básicas de modo que puedan llevar adelante aquellos planes de vida feliz que elijan".


   Aunque suele decirse que la economía es una ciencia ajena a los valores morales, que solo debe preocuparse por la producción eficiente de riqueza, sin atender a su distribución ni tampoco a cómo esa producción afecta a la libertad, la solidaridad y la igualdad de los seres humanos, eso es falso.


   Cualquier opción económica potencia unos valores y debilita otros. Una economía legítima tendería a erradicar la pobreza y el hambre, reducir las desigualdades, satisfacer las necesidades básicas, potenciar las capacidades básicas de las personas, reforzar la autoestima, promover la libertad.


   Las personas deben ser el centro de la economía y de la política. Pero las personas no somos individuos aislados, sino seres en relación de reconocimiento mutuo: llegamos a reconocernos como personas porque otras nos han reconocido como personas.


   Por eso es falso el Principio del Individualismo Posesivo que dio comienzo al capitalismo y sigue vigente. Según ese principio, "cada individuo es dueño de sus  y y del producto de sus capacidades, sin deber por ello nada a la sociedad." Por el contrario, toda persona es lo que es por su relación con otras, está ligada a las otras personas y, por lo tanto, obligada a ellas.


Lo que tiene se debe en muy buena parte a la sociedad y más en un mundo globalizado. De donde se sigue que los bienes de la tierra son sociales y tienen que ser globalmente distribuidos.


  Los principios éticos de la economía ética serían el Reconocimiento de la Igual Dignidad de las Personas, la Apuesta por los más Vulnerables y la Responsabilidad por la Naturaleza, que no permiten exclusión alguna de la vida económica.


La desigualdad en las formas de consumo es aterradora entre los países y dentro de ellos. Mientras  algunas personas no pueden satisfacer sus necesidades, otras consumen los bienes más sofisticados para satisfacer caprichos  y por eso para ellas nunca hay bastante. Una forma de vida humana reclama apostar por un consumo liberador, que no esclavice; por un consumo justo, que tenga en cuenta las necesidades de todos, y por un consumo felicitante, que tenga en cuenta que lo más valioso para conseguir la felicidad es disfrutar de las relaciones humanas.


      Construir un mundo en el que todas las personas se sientan ciudadanas es el reto político, económico y cultural  del siglo XXI. Para ello es necesario hacer llegar los beneficios de la globalización a todas las personas. Es ésta una exigencia de justicia.


  Pero los bienes de la tierra no son solo "bienes de justicia", necesidades cuya satisfacción puede reclamarse como un derecho al que corresponde por parte de otros un deber. Quien se sabe cordialmente ligado a otras personas, se sabe también obligado a ellas, le resulta imposible llevar una vida feliz si no es contando con ellas. Hay una creativa  economía del don que va más allá del intercambio de equivalentes y abre camino a la gratuidad, que brota de la abundancia del corazón. Sin ella no habrá una economía ética".



(Adela Cortina, para la Agenda colectiva Latinoamericana).




 







jueves, 14 de mayo de 2020

MI PRÓLOGO AL LIBRO "Y DESPUÉS DE LA CÁRCEL ¿QUÉ?"


   No es posible separar el análisis de la política penal del análisis de la política social.


    Entre el capitalismo global y la cárcel existe una relación quid pro quo. Como dice José Toribio, el primero genera necesidades que no siempre pueden ser satisfechas. La tendencia a satisfacerlas mediante medios que no se ajustan al sistema vigente, producen delincuencia, conductas antisociales.

   Los estados globalizados han reducido los gastos para fines sociales y a cambio, aumentan las partidas de gastos  punitivos. Por tanto se apoyan en la policía, los tribunales y la prisión para frenar lo que generaría darnos cuenta del desempleo masivo, la explotación del trabajo asalariado precario y el recorte de la protección social.


  Y son las familias de nuestros barrios explotados quienes sufren más que nadie todas las contradicciones potenciadas desde el poder.
  La marginación es un fenómeno social que nos afecta a todos, tanto a los que la padecen directamente  por el deterioro personal de sus condiciones de vida, como al resto de la comunidad, por las repercusiones sociales que se derivan de ella.


   Aún así, parece que hay personas que le "sobran" a este sistema injusto.   

Sí que se crean centros de acogida o de reeducación , pero son solo "bolsas" para recoger los "residuos" que la sociedad quiere abandonar.
    Se ha producido la naturalización de la prisión como parte del paisaje social. Ya es considerada un elemento inevitable, absolutamente necesaria, y no nos dejan proponer otros imaginarios, incluso la obsolescencia del sistema carcelario.
   Periódicamente, la prensa difunde casos que justifican, con una construcción social en su discurso, un endurecimiento de las condiciones penitenciarias. Los creadores de opinión son expertos en hablar de la inseguridad ciudadana y se hacen eco de la ideología neoliberal que concibe el ordenamiento económico y social en términos de individualismo y mercantilización.
   Entonces, la realidad no es la que vivimos, es la que nos muestran los medios de comunicación.
  Se olvidan de que el delito es una expresión compensatoria del desbordamiento íntimo, de que “las familias de nuestros barrios explotados sufren más que nadie todas las contradicciones potenciadas desde el poder”.


   Se criminaliza la pobreza y además, la indigencia, el desempleo, la drogadicción, la enfermedad mental... son problemas que desaparecen de la escena pública cuando los seres humanos afectados son relegados a jaulas.


  Evitar el delito y sus motivaciones antes de producirse es prevención social y no policial. Pero cada día se construye más Estado policial y hay  menos desarrollo de las políticas sociales, consolidándose toda una industria con intereses privados y corporativos alrededor de ella, que generan rápidos beneficios particulares: ¡El gran negocio de la institución carcelaria!
    Wacquant denuncia la progresiva implantación de una "gestión policial de la miseria", de una penalización de la pobreza, en la que los excluídos sociales son criminalizados a la vez que resultan desamparados por un Estado de bienestar en regresión, con la transferencia de las políticas asistenciales a las represivas.
  Por tanto “un país que no se reconoce en sus encarcelados, siendo culpable de ellos, originario de ellos, cuerpo del que forman parte, es un país desalmado, como diría  Gala en aquella ocasión en que visitó una cárcel.


  Ahora tenemos entre manos el segundo libro de Javi Ávila Navas, en el que nos va a enfrentar a sus reflexiones a partir de que “le rompan por la mitad”,  cuando será condenado no solo a vivir en un edificio penitenciario, sino a seguir preso siempre en una silla de ruedas.


   Y Javier  nos interpela con este interrogante: 
   ¿Y después de la cárcel, qué…?


   Después del vacío, de la desconexión de un ser humano con su entorno, del deterioro que produce el sistema carcelario, de los abusos de poder... ¿Hay proyecto laboral, hay apoyo de la administración, hay seguimiento de la salud, física y mental, hay una   sociedad abierta en la que cada persona tiene un lugar y se siente ciudadano de pleno derecho?
  En un sistema con requisitos laborales tan exigentes y competitivos, para gozar de una auténtica oportunidad al salir de la cárcel, es crucial recibir apoyo.
  Pero lo real es que salir de la cárcel puede convertirse en otra condena.
  Ha quedado ampliamente demostrado que el sistema penitenciario produce más delincuencia, que es nula la capacidad resocializadora de las penas privativas de libertad, con altas cuotas de reincidencia.

Entonces... La asistencia social post-penitenciaria, ¿existe?
  La coordinación entre los servicios sociales penitenciarios , están, como nos dice Josito, cada vez más burocratizados y desplazados hacia funciones de control social y cuasi policial que de promoción y es prácticamente nula.
  De ahí, ¿y después, qué...? Tras una larga estancia en la institución carcelaria, que "rezuma violencia, genera violencia, aumenta la violencia de los seres humanos que allí habitan", como dice el profesor Ríos, ¿qué?
   ¿Y la salud mental?

   Sabemos que ninguna cárcel, ni física ni mental, hará personas mejores…   Porque en el encierro, en el castigo de aislarnos, van implícitos muchos otros castigos y privaciones de derechos humanos.
  Lo dice el autor, y estoy de acuerdo: “Los primeros muros que hay que derribar son los de nuestras mentes”.
   Mas, ¿cómo mantener la confianza en el futuro contra los calabazos?


   Tenemos aquí un texto que puede abrir candados, los de los pesados cerrojos de las celdas y los de las adormecidas conciencias de esta sociedad de tanta cerrazón.
   También contiene un alegato a favor de la "chavalada" luchadora y consciente que se rebela contra lo injusto.
   Recuerdo la frase que Ridley Scott pone en boca de su Robin Hood:
“Alzaos, alzaos una y otra vez, hasta que los corderos se conviertan en leones”.
  Ojalá nos alcemos, ojalá no nos demos por vencidos, para que ¡ojalá!  vayamos hacia una justicia restaurativa, reparadora y compasiva, que, como dice J.L. Segovia Bernabé, no es más que poner rostro, corazón e historia al proceso penal.
                  (Mariam del Toro)


















lunes, 4 de mayo de 2020

EL GORRIÓN Y EL PRISIONERO (CUENTO INCONCLUSO)


        "Los gorriones son los niños del aire, la chiquillería de los arrabales, plazas y plazuelas del espacio. Son el pueblo pobre, la masa trabajadora que ha de resolver a diario de un modo heroico el problema de la existencia. Su lucha por existir en la luz, por llenar de píos y revuelos el silencio torvo del mundo, es una lucha alegre, decidida, irrenunciable. Ellos llegan, por conquistar la migaja de pan necesaria, a lugares donde ningún otro pájaro llega. Se les ve en los rincones más apartados. Se les oye en todas partes. Corren todos los riesgos y peligros con la gracia y la seguridad que su infancia perpetua les ha dado"...

(Miguel Hernández) 

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    Durante los días de encierro de este confinamiento, los gorriones han anidado en mi fachada y me visitan a diario con sus cantos en la terraza. Les pongo miguitas de pan, y ahora buscan cada día su alimento.

   Y vuelven, mañana y tarde, hasta que terminan todo...










viernes, 1 de mayo de 2020

LECCIÓN, EN EL 1 DE MAYO DE LOS DIAS RAROS.

Lección.

Le enseñaron en la misión,
cuando era chiquito:
“¡Somos todos hijos de Dios; 
cada Hombre
del otro Hombre es el hermano!”

Le dijeron eso en la misión,
cuando era chiquito.

Naturalmente,
no fue un niño para siempre:
creció, aprendió a contar y a leer
y empezó a conocer
mejor a esa mujer vendida,
que es la vida
de todos los desgraciados.

Y entonces, una vez, inocentemente,
miró a un Hombre y le dijo “Hermano…”
pero el Hombre pálido lo fulminó duramente
con sus ojos llenos de odio
Foto:José Palazón.
y le respondió: “Negro”.


(Noemía de Souza). **








 
De las manos de los trabajadores sale lo necesario, lo bello y lo útil, decía Marcelino, porque es la clase trabajadora quien mueve el mundo.

 Los trabajadores inmigrantes están poniendo todo el esfuerzo  en estos tiempos de pandemia en todos los ámbitos laborales.

¡Por eso reivindicamos hoy, 1 de mayo, su regularización ya!

Apoyados por más de 200 organizaciones, pedimos al gobierno una regularización extraordinaria para TODOS los que están en situación irregular y los solicitantes de asilo que llevan años a la espera de la respuesta de su petición.

"La regularización amplia y extraordinaria de todos los migrantes que viven en territorio español es la medida más ágil y exhaustiva para garantizar que todas las personas pueden hacer frente a esta crisis sanitaria y económica", sostienen en un comunicado desde CEAR.

El Gobierno ha prometido la aprobación de un ingreso mínimo vital en el marco del paquete de medidas de protección social ligado al estado de alarma. 

Que lo cumplan para todos. 

No dejemos a nadie atrás.

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  ** Noemía de Souza nació en septiembre de 1926 en lo que hoy es Maputo, en Mozambique, hija de un matrimonio mixto. 

Murió en Portugal en 2002.

    Estudió en Brasil y sus primeras publicaciones fueron en O Brado Africano.

    Fue pionera de la poesía nacional
y la primera mujer negra en publicar poesía en s  país.

    Abandonó Mozambique en 1951 debido a las persecuciones políticas de la policía secreta por sus ideas anticolonialistas y se fue a vivir a Lisboa, donde trabajó como traductora en una agencia de noticias.

    Tuvo que exiliarse también de allí y marchó a París, donde comenzó a trabajar en el consulado de Marruecos

    Fue en esta época cuando comenzó a adoptar el pseudónimo de Vera Micaia.

Trabajó como reportera de las agencias noticiosas ANI, ANOP y Lusa. 


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