No es posible
separar el análisis de la política penal del análisis de la política social.
Entre el
capitalismo global y la cárcel existe una relación quid pro quo. Como
dice José Toribio, el primero genera necesidades que no siempre pueden ser
satisfechas. La tendencia a satisfacerlas mediante medios que no se ajustan al
sistema vigente, producen delincuencia, conductas antisociales.
Los estados globalizados han reducido los gastos para fines sociales y a cambio, aumentan las partidas de gastos punitivos. Por tanto se apoyan en la policía, los tribunales y la prisión para frenar lo que generaría darnos cuenta del desempleo masivo, la explotación del trabajo asalariado precario y el recorte de la protección social.
Los estados globalizados han reducido los gastos para fines sociales y a cambio, aumentan las partidas de gastos punitivos. Por tanto se apoyan en la policía, los tribunales y la prisión para frenar lo que generaría darnos cuenta del desempleo masivo, la explotación del trabajo asalariado precario y el recorte de la protección social.
Y son las
familias de nuestros barrios explotados quienes sufren más que nadie todas las
contradicciones potenciadas desde el poder.
La marginación
es un fenómeno social que nos afecta a todos, tanto a los que la padecen
directamente por el deterioro personal
de sus condiciones de vida, como al resto de la comunidad, por las
repercusiones sociales que se derivan de ella.
Aún así,
parece que hay personas que le "sobran" a este sistema injusto.
Sí que se crean centros de acogida o de reeducación , pero son solo "bolsas" para recoger los "residuos" que la sociedad quiere abandonar.
Sí que se crean centros de acogida o de reeducación , pero son solo "bolsas" para recoger los "residuos" que la sociedad quiere abandonar.
Se ha
producido la naturalización de la prisión como parte del paisaje social. Ya es
considerada un elemento inevitable, absolutamente necesaria, y no nos dejan
proponer otros imaginarios, incluso la obsolescencia del sistema carcelario.
Periódicamente, la prensa difunde casos que justifican, con una
construcción social en su discurso, un endurecimiento de las condiciones
penitenciarias. Los creadores de opinión son expertos en hablar de la
inseguridad ciudadana y se hacen eco de la ideología neoliberal que concibe el
ordenamiento económico y social en términos de individualismo y
mercantilización.
Entonces, la
realidad no es la que vivimos, es la que nos muestran los medios de
comunicación.
Se olvidan de
que el delito es una expresión compensatoria del desbordamiento íntimo, de que
“las familias de nuestros barrios explotados sufren más que nadie todas las
contradicciones potenciadas desde el poder”.
Se
criminaliza la pobreza y además, la indigencia, el desempleo, la drogadicción,
la enfermedad mental... son problemas que desaparecen de la escena pública
cuando los seres humanos afectados son relegados a jaulas.
Evitar el
delito y sus motivaciones antes de producirse es prevención social y no
policial. Pero cada día se construye más Estado policial y hay menos desarrollo de las políticas sociales,
consolidándose toda una industria con intereses privados y corporativos
alrededor de ella, que generan rápidos beneficios particulares: ¡El gran
negocio de la institución carcelaria!
Wacquant
denuncia la progresiva implantación de una "gestión policial de la
miseria", de una penalización de la pobreza, en la que los excluídos
sociales son criminalizados a la vez que resultan desamparados por un Estado de
bienestar en regresión, con la transferencia de las políticas asistenciales a
las represivas.
Por tanto “un
país que no se reconoce en sus encarcelados, siendo culpable de ellos,
originario de ellos, cuerpo del que forman parte, es un país desalmado, como
diría Gala en aquella ocasión en que
visitó una cárcel.
Ahora tenemos
entre manos el segundo libro de Javi Ávila Navas, en el que nos va a
enfrentar a sus reflexiones a partir de que “le rompan por la mitad”, cuando será condenado no solo a vivir en un
edificio penitenciario, sino a seguir preso siempre en una silla de ruedas.
Y Javier
nos interpela con este interrogante:
¿Y después de la cárcel, qué…?
¿Y después de la cárcel, qué…?
Después del vacío, de la desconexión de un ser
humano con su entorno, del deterioro que produce el sistema carcelario, de los
abusos de poder... ¿Hay proyecto laboral, hay apoyo de la administración, hay
seguimiento de la salud, física y mental, hay una sociedad abierta en la que cada persona tiene
un lugar y se siente ciudadano de pleno derecho?
En un sistema
con requisitos laborales tan exigentes y competitivos, para gozar de una
auténtica oportunidad al salir de la cárcel, es crucial recibir apoyo.
Pero lo real
es que salir de la cárcel puede convertirse en otra condena.
Ha quedado
ampliamente demostrado que el sistema penitenciario produce más delincuencia,
que es nula la capacidad resocializadora de las penas privativas de libertad,
con altas cuotas de reincidencia.
Entonces... La asistencia social post-penitenciaria, ¿existe?
Entonces... La asistencia social post-penitenciaria, ¿existe?
La
coordinación entre los servicios sociales penitenciarios , están, como nos dice
Josito, cada vez más burocratizados y desplazados hacia funciones de control
social y cuasi policial que de promoción y es prácticamente nula.
De ahí, ¿y
después, qué...? Tras una larga estancia en la institución carcelaria, que
"rezuma violencia, genera violencia, aumenta la violencia de los seres
humanos que allí habitan", como dice el profesor Ríos, ¿qué?
¿Y la salud mental?
Sabemos que
ninguna cárcel, ni física ni mental, hará personas mejores… Porque en el encierro, en el castigo de
aislarnos, van implícitos muchos otros castigos y privaciones de derechos
humanos.
Lo dice el
autor, y estoy de acuerdo: “Los primeros muros que hay que derribar son los de
nuestras mentes”.
Mas, ¿cómo
mantener la confianza en el futuro contra los calabazos?
Tenemos aquí
un texto que puede abrir candados, los de los pesados cerrojos de las celdas y
los de las adormecidas conciencias de esta sociedad de tanta cerrazón.
También
contiene un alegato a favor de la "chavalada" luchadora y consciente
que se rebela contra lo injusto.
Recuerdo la frase que Ridley Scott pone en
boca de su Robin Hood:
“Alzaos, alzaos una y otra vez, hasta que los corderos
se conviertan en leones”.
Ojalá nos
alcemos, ojalá no nos demos por vencidos, para que ¡ojalá! vayamos hacia una justicia restaurativa,
reparadora y compasiva, que, como dice J.L. Segovia Bernabé, no es más que
poner rostro, corazón e historia al proceso penal.
(Mariam del Toro)
(Mariam del Toro)
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