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sábado, 25 de febrero de 2017

De PATRICIA SIMÓN PARA JOSE PALAZÓN...








        Mil gracias a todas las personas que encontrasteis tiempo para felicitarme el cumpleaños. Ayer por la mañana, entre vuestros cariñosos mensajes, recibí uno terrible. Uno tan cargado de realidad que no podía creérmelo. @Jose Palazón había sufrido un infarto cerebral.

       Y de nuevo la constancia de que, a veces, las palabras pueden albergar todo su significado, de que puedes leerla varias veces, escuchar su zumbido en el interior de tu cabeza, sentir su peso inesperado en la boca del estómago. Pero, a veces, las palabras no consiguen decir nada. Porque cuando piensas en una persona, la escuchas hablar con su tono de voz, con su forma de construir las frases, con sus silencios. La recreas con la gravidez de su cuerpo, de sus arrugas, la volatilidad del humo del cigarrillo perennemente encendido. Sientes el calor humano con el que te arropó la primera vez que os encontrasteis, como si siempre os hubierais conocido. Y recuerdas la última conversación, apenas dos días atrás, en la que le pedí ayuda para desentrañar un concepto que empleaba una de las personas que entrevisté en su ciudad. Hablamos sobre mis planes para volver a Melilla pronto. Y ya. Conversación breve, las que mantienen las personas que saben que también en breve volverán a hablar.

        Ahora, vuelvo a cruzar en barco el Mar Mediterráneo que hemos convertido con nuestras políticas de extranjería en una fosa común. Observo el horizonte que cada día otean los niños que se juegan la vida cada noche en Melilla intentando colarse en este mismo ferry para continuar con sus proyectos vitales. Los mismos niños que han encontrado a una familia en José y Maite, su compañera infatigable de un vida dando amor, compañía, amparo y protección a las personas a las que la ciudad de Melilla desprecia, ninguna, maltrata.

         También ayer, mi amiga Kit Moresby me despertó celebrando mi nacimiento y queriendo hacer de ese día el más especial. Consciente de mis enormes lagunas en muchas de las áreas que han configurado su vida y que la han convertido en una de las personas más tiernas que he conocido, me regaló el libro “Momo”, de Michael Ende. La niña que gracias a su capacidad de escucha, devuelve a las personas que se le acercan la autoestima, la valentía, la empatía, la alegría. Sin tener que hacer más que escucharles. Esta pequeña niña, que vive sola, viste harapos y camina descalza, es también la única capaz de descubrir a los “hombres grises”, una organización secreta que gestiona la Caja de Ahorros de Tiempo, una entidad que tiene como objetivo robar el tiempo a la gente. Y así, sin darse cuenta, las personas van teniendo cada vez menos tiempo a la vez que intentan “ahorrarlo”, trabajando cada vez más para poder comprar instrumentos con los que ganar tiempo. Corren y corren movidos por el consumismo mientras se les agría el carácter, van abandonando las actitudes y actividades que les hacían felices y se convierten en esforzados trabajadores que nunca tienen tiempo para nada. Los que resisten son considerados “vagos y maleantes”.

        Y mientras hago este viaje que se me antoja interminable desde que lo iniciamos Javier y yo ayer, voy leyendo y maravillándome ante estas carambolas de la vida. Es obvio: “Momo” son Jose y Maite. Gran parte de la revolución que emprendieron en Melilla en 1996, cuando crearon Prodein–entonces para exigir que los niños extranjeros que llegaban a Melilla fueran escolarizados y protegidos- se ha basado en su capacidad de escucha. Maite y Jose siempre tienen tiempo para escuchar a estas personas a las que las instituciones públicas y las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado tratan como alimañas desechables. Y cuando Maite y Jose les escuchan, y reconstruyen con su diálogo la dimensión humana de estas personas al reconocerles como tal, se van sentando las bases para que se reconozcan sujetos de derechos, y como tal se presentan ante los organismos, y como tal exijan sus derechos, y como tal saben que pueden acudir a Jose y Maite cuando les acosan, les pegan, les echan a la calle o les deportan ilegalmente a Marruecos. Cuando Jose y Maite escuchan, como Momo, estas personas recuerdan que son valiosas, insustituibles, únicas. Todo lo contrario del mensaje que reciben diariamente por parte de la mayoría.

        Por eso los “hombres grises” temen tanto a Jose y Maite. Por eso han intentando todo lo posible para callarles, para agotarles y que se fueran de Melilla, para estigmatizarles y que el resto de la ciudadanía melillense les rechazaran, para acabar con ellos con multas, denuncias, mentiras y noticias falsas. Sin embargo, los “hombres grises” son poderosos, pero no muy inteligentes. Por eso, cuanto más se esforzaban, más gente conocía el trabajo de Jose y Maite, más les queríamos, mayor se hacía la revolución de Prodein. Porque a “los hombres grises” les cuesta entender que nada de lo que puedan hacer conseguirá acabar con Jose y Maite, porque ellos tienen lo más importante, lo más poderoso, lo más transformador. Una capacidad infinita de amar, de empatizar y de priorizar lo importante: las personas. Ante eso no hay mordazas ni amenazas que valgan. Porque su lucha se nutre de la energía que les dan todos estos niños y todas esas personas que agradecemos tanto que se hayan cruzado en nuestras vidas, porque sin ellos no sabríamos vivir la vida tan adrede, ni sabríamos que el tiempo es infinito cuando se dedica a los demás. Y que ser tacaño en el tiempo entregado a la lucha por los derechos humanos es, precisamente, perder el tiempo. Y que los “hombres grises” nos robarán y se librarán de la cárcel, serán ministros y comprarán pelotas de goma para que sean disparados contra las personas que intentan llegar a nado a un lugar seguro; llevarán uniformes que les hará impunes, tendrán periódicos que hablarán de avalanchas y asaltos…. Pero a los “hombres grises” jamás les querrá nadie como a Jose y Maite le quieren centenares de personas repartidas por el mundo. A muchas de ellas les conocen bien, a muchas otras jamás les han visto. Pero la revolución Prodein ya se libra en muchos más sitios que en Melilla. Porque nos han enseñado que para emprenderla sólo necesitamos volver a ser dueños de nuestro tiempo, saber escuchar, una cámara y una sonrisa.
 
       Ya vamos llegando. Y pronto volveremos a estar sentados en tu oficina, Jose. Esa mesita haciendo esquina en el bar de la plaza donde todo el mundo sabe que puede encontrarte cuando no estás en el CETI, en la valla, en las oficinas de Bienestar Social, en la casa de la mujer que quieren desahuciar, o en el puerto con los niños, en ….

 

lunes, 13 de febrero de 2017

VIVIR EN LA CALLE SIENDO MUJER.


CUANDO HESTIA PIERDE EL FUEGO DEL HOGAR:

    En la calle gotea la vida presurosa, transeúntes que se desplazan en todas direcciones, lugar donde se calcina o se congela la indigencia.

      -“Yo no sé si es la soledad o es que no me encuentro nada bien. Tengo el sentimiento de que no valgo para nada, no soy nada…”

       Una mujer enciende la colilla del cigarro y se sienta en el banco intentando aspirar el humo… Vive en  la calle,  lugar en el que, según las estadísticas,  hay menos mujeres que hombres sin techo. 
       ¿Será porque ellas, en circunstancias adversas,  resisten más?
      Cuando la situación se degrada y los recursos personales y sociales se terminan, en un proceso que suele ser más o menos largo según las circunstancias,  ellos flaquean antes y  las mujeres agotan todos los  recursos imaginables para acceder a un techo. Por eso hay menos en la calle y cuando llegan, lo hacen en peor situación que los hombres, física y mentalmente”.

       Forman un colectivo muy heterogéneo, llegadas de diferentes situaciones familiares, laborales, sociales o de integración. Pueden ser  inmigrantes, víctimas de trata y de mafias.

          -“Me quedé en paro. Él se había ido y a mí me denunció el casero… Un día te denuncian, luego te juzgan, te avisan de plazos, te desahucian, y te ves en la calle, fuera de esa casa que limpiaste cada día, que adornabas y en la que cocinabas y te duchabas... Recuerdo mi casa, con fotos de los míos en cada rincón…”

         La carencia de vivienda generalmente va acompañada de otras: la afectiva, la económico-Laboral y social, además de la soledad, el abatimiento y la marginación. La casa, como espacio afectivo y relacional, determina nuestro desarrollo.  Así la vivienda digna, derecho reconocido por nuestra Constitución como uno de los fundamentales, y que los “sin techo” ven vulnerado continuamente, favorece el proceso de integración familiar en un marco de respeto, contribuye a crear un clima favorable para la educación en la etapa escolar, reduce los riesgos que afectan a la salud y facilita el acceso al mundo laboral.

      Por todo esto, imaginemos lo que significa para una mujer vivir despojada de esa  identidad que se le exige en nuestra sociedad: ser generadora de hogar.

     -“Entró en el cajero donde dormía. Me pateó para quitarme el dinero y el bric… Y luego, se me meó encima. No sabes lo que es sentirse sucia, sudada, oliendo mal. He llegado a colarme en hospitales para usar las duchas…”

       En la calle,  las mujeres se deterioran a un ritmo muy acelerado. Además, están expuestas a situaciones más incómodas, como la menstruación, por ejemplo. Por eso el espacio público las vulnera aún más. A ellas les resulta más difícil la vida porque a la exclusión se le suma la discriminación por género, sujetas  a desventajas en situaciones de violencia.   

     -“Yo me inicié pronto en el consumo de drogas, a los trece años… Cánnabis, opiáceos, alcohol, y después pastillas… Me acostumbré a las benzodiacepinas que me mandaban en los programas  de rehabilitación… Desde pequeña he pasado muchas temporadas en la calle. Ahora vivo en un coche que dejaron abandonado ahí cerca…”

      Ella me contaba a menudo su vida. la conocía desde pequeña.
      Supe que provenía de una familia con graves conflictos, que no se le había ofrecido una buena socialización primaria ni un marco familiar que le sirviera de modelo para gestionarlos  y que, a pesar de todo, buscaba  personas de referencia para mantener contacto. Mantenía que su madre la quiso mucho…

      No le gustaba hablar de su situación, solo a veces  abordábamos el tema por las agresiones que sufría, o me contaba de los cartones que compartía en el frío de la noche, alguna palabra sobre la  última violación o  cuáles eran sus estrategias de supervivencia.

      -“La calle es la patria de los excluidos… No sé donde lo he leído. Creo que en un poema. Sí, cuando estaba en la cárcel. Estuve presa y ahora me parece que llevo un código de barras en la frente y que todo el mundo lo ve, lo sabe, que se me nota…”

      La pobreza no es un fenómeno natural.  No es algo nuevo, siempre ha existido, pero cambia de significado con el tiempo.  Antes  se refería casi exclusivamente a la privación de recursos económicos, hoy se trata más bien de una exclusión social. Es un hecho producido por determinadas estructuras y mecanismos socio-económicos creados por el hombre. 

      La calle pasa factura y salir de esta espiral de exclusión es  complicado porque las situaciones que se generan van incluyendo elementos de marginalidad ya asentados, a su vez, en otros elementos de marginalidad y exclusión.  Y, porque, como dice mi amigo Pedro,  y no sin razón,  ese deterioro se debe a que ‘nunca se recibe la atención adecuada en el momento adecuado, es decir al principio del proceso.’ Que la mayoría de las instituciones lo único que se plantean es la “reducción de daños”.

      -“Me miran como si ya desde que iba a la guardería hubiera deseado ser una sin techo… No me gusta mendigar, y voy a un comedor social. Dormir, duermo en los cajeros de los modernos usureros… No creo en nadie, ni en mí misma. A veces quiero desaparecer de esta vida porque es más fuerte que yo el sufrimiento que tengo. No le encuentro valor a nada, me siento como una mierda… Soy una mierda. Sé en mis carnes lo que es la violencia de la vida, dicen que soy  bipolar y me someten a tratamientos muy duros…”

      No nos olvidemos de las más vulnerables, aquellas  a quienes el deterioro mental ha propiciado la anulación  de su identidad.

      Los sin techo son las sombras que producen las luces del capitalismo y que, a veces, se intenta hacer invisibles. Pero son mujeres y hombres como todos, y están ahí, aunque no queramos verles, aunque giremos la vista hacia otro lado.

   - "Nadie llega a la calle por voluntad propia. Nadie permanece en la calle por gusto"-  Me decía ella sonriendo…

      Y nosotros seguimos sin entender que la frontera que separa ese estatus de bienestar del estatus de la indigencia... es una simple raya invisible.
 

 

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            En la mitología gregia, Hestia  (en griego antiguo Ἑστία Hestía) es la diosa de la cocina, la arquitectura, el hogar y del fuego que da calor y vida a los hogares.
 
             Era la hija primogénita de los titanes Crono y Rea,  y la primera en ser devorada por su padre al nacer; por lo que fue la última expulsada del cuerpo de su padre cuando Zeus le entregó el vomitivo.
 
            Como diosa del hogar y la familia, Hestia apenas salía del Olimpo, excepto para atender el Oráculo de Delfos, y nunca se inmiscuía en las disputas de los dioses y los hombres, por lo que paradójicamente pocas veces aparece en los relatos mitológicos a pesar de ser una de las principales diosas de la religión griega y, posteriormente, romana.



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Este artículo me lo publicaron en la Revista Generando Arte, nº 4.





martes, 7 de febrero de 2017

BAILAR, COMO FILOSOFIA HACIA LA COMPASIÓN.


   "Si en el bailarín habita el espíritu consagrado, todas las formas de danza pueden ser canales para el mensaje de su espiritualidad, porque hay una influencia que pasa a través de la Belleza, que puede cambiar el mundo llevándolo desde la tosquedad, la vulgaridad, la crueldad... a la observancia de los más elevados ideales de cultura y compasión".

                                                                       Rukmini Devi Arundale.


    La danza hindú surge hacia el año 400 a.C. como una forma de adoración a sus deidades  indias y solo podían realizarla personas de la casta más alta en los templos sagrados.

       Hoy en día estas danzas son públicas, es decir, cualquier persona puede aprender y bailar por amor al arte y no para adorar o incorporarse a este sistema de creencias, como dice Descutner.

     
     Es muy variada y combina movimiento, gestos, cantos, música y costumbre. En el baile se narran historias que se basan en la religión hindu y la mitología. 

       En el transcurso de la historia ha influenciado a varias culturas del este de Asia y ha adquirido reconocimiento mundial como uno de los bailes folklóricos más exquisitos, influyendo en bailes como el flamenco , el jazz y la danza contemporánea.
 
     Como en casi todas las culturas del mundo, el hinduismo ha tenido el instinto de la danza para representar y manifestar su alegría, goce y la admiración por el impactante universo.

      La idea es que cuando la danza evoluciona de lo físico, se convierte en “arte para el deleite de todas las almas”. Para ellos todas las formas de arte tienen un origen sagrado, por ello la música y la danza son las formas más comunes de expresión sagrada o conocimiento del interior del alma.
      Para el pueblo indio el baile  significa expresar la belleza interior que se encuentra en el hombre, por ello tiene una profunda conexión con la religión.

     Su base se encuentra en utilizar al máximo el cuerpo, la mente y las emociones como medios de comunicación, la expresión de la danza puede considerarse quizás, una de las formas de arte más desarrolladas en India.
     La danza clásica es considerada un “arte sagrado” el cual ha sido cuidado y preservado en dicho país más de 2.000 años. En la antigua India, pudo quizás haber sido mencionado como “Arte de los Templos”, no porque fuera necesariamente parte de los mismos, sino porque su principal aspiración siempre fue la perfección de la identificación espiritual. Se basaba en el simbolismo espiritual de la existencia de Dios como “el artista supremo” (Kalabhumi).

      Se concibe como ofrenda sagrada a los dioses.

      Hay varias danzas tradicionales, que a pesar de ser distintas unas de otras, tienen una unidad fundamental en cuanto a los patrones básicos de movimiento y expresión. 

      El término nâtya -traducido en forma simplificada como “danza”- tiene un significado más amplio que el que representa la palabra en occidente, ya que incluye canto, música, teatro y otras disciplinas, y se considera una sutil síntesis entre filosofía, música, escultura y literatura.

      Estas  danzas tradicionales están incluidas  en el "Nâtya-shâstra", un Tratado artístico que se atribuye al  rishi Bhârata escrito alrededor del año 400 a.C. donde se describen las convenciones del teatro, el drama, la poesía, el canto y la música. Incluye reglas sobre temas tan diversos como los edificios deales para interpretar estas artes, las reglas de prosodia y dicción, los tipos de personaje, la forma de representar los sentimientos, y los movimientos de cada miembro. Se describen en detalle 67 mudrâ (posiciones de las manos) y 36 movimientos de ojos.

      Odissi es otra danza clásica descripta en el "Nâtya-shâstra"; con más de 2.000 años de tradición, que reconoce orígenes en Orissa, dentro del esquema de culto a Jagannātha.
        Es heredera de los bailes de los devadâsî  del templo de Puri, y al estar prohibida durante la ocupación inglesa, buena parte de la tradición se perdió, aunque los coreógrafos la han paulatinamente recuperado gracias a manuscritos históricos e imágenes de los templos.
        En la técnica de esta danza el cuerpo del intérprete se subdivide en tres partes: la cabeza, el busto y las extremidades. Los movimientos y las expresiones están dirigidos a describir y representar fuertes emociones.
        El baile se acompaña de un recital de poesía cuyo tema es el amor entre Krishna y Radha.

      La danza clásica atravesó un período sombrío que se acentuó a comienzos del siglo XX y estuvo a punto de desaparecer debido al desprestigio que la dominación extranjera imprimía sobre las “tradiciones culturales autóctonas”, logrando que los mismos indios comenzaran a perder interés en dicho arte.

      En los años treinta, la danza clásica comienza a revivir y cobrar brillo gracias a los pioneros esfuerzos de E. Krishna Iyer, Rukmini Devi Arundale, Vallathol, Madame Menaka, Uday Shankar (hermano del prestigioso sitarista Ravi Shankar) y Rabindranath Tagore entre otros, quienes trabajaron en pos de recuperar la importancia de la tradición no sólo en el campo de la danza, sino también sobre las artes en general, creando escuelas y centros de formación en distintas ciudades de India, de entre los cuales cabe destacar a Kalakshetra, escuela fundada por Rukmini Devi en el año 1936.

       En la actualidad, es una de las formas artísticas que goza de más popularidad en toda la India, convirtiéndose en una de las principales atracciones que esta maravillosa cultura tiene para ofrecer al mundo” (Kalabhumi).



El hinduismo adora a una deidad, un ser supremo en el que toda la religión se basa y en el que sus seguidores creemos para guiarnos y ayudarnos durante nuestra estancia en la tierra. Tal vez cada religión tenga deidades diferentes, pero sin importar de quien se hable todas las religiones comparten su adoración y concuerdan en el poder que este tiene sobre sus seguidores. 

        Por otro lado comparten ritos, ceremonias, creencias específicas y  la unión de la sociedad en busca de un bien común y de apoyo mutuo para seguir adelante en la vida.

     Tal vez una de las mayores diferencias entre el hinduismo y otras religiones, es que en el hinduismo el arte juega un papel muy importante en las ceremonias y ritos, como la danza hindú donde las personas bailan para reflejar su felicidad interior y de conocimiento de su interior, mientras que otras religiones no tienen danzas o bailes específicos, sino que utilizan canciones y letras representativas para expresar los sentimientos e ideas que desean transmitir.
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Fotos de Anjali Proyect, donde mi hija y sus compañeros nos deleitaron con danza y música ancestral...