Alguien me ha preguntado:
"¿ Por qué no escribes sobre Palestina?"
Me he sentido señalada
Y pequeña, muy pequeña...
¿Qué puede decir una mujer débil como yo
sobre tanta muerte de niños, mujeres y hombres,
muertes sin gloria,
en una guerra que separa de la vida
a una juventud
que sólo ha conocido violencia y exterminio?
¿Cómo escribir de esta masacre?
¿En nombre de qué,
Si no hemos aprendido nada
de los campos de concentración
O de Hiroshima y Nagashaki?
Sabemos por qué
Y nos horrorizamos...
A la pregunta he respondido,
casi en voz baja,
Que dejo el análisis y los comentarios
a los grandes corresponsales,
a los que lo ven allí, in situ.
Como si no lo viésemos todos mientras comemos...
Y al decirlo, de pronto, me sentí impotente,
con los brazos caídos...
(¿Habré bajado los brazos? ¡No, por favor!)
Porque todo lo que he hecho sobre Palestina es gritar
que "No en mi nombre"...
Y sentir, sentir profundamente la masacre,
el genocidio...
Y quedarme perpleja.
Y eso es lo que la mayoría de nosotros hace:
Sentir con impotencia, conmoción y tristeza.
Esta guerra nos deshonra,
nos envilece,
nos humilla...
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(Mariam, Febrero de 2024).