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martes, 11 de junio de 2013

LA FELICIDAD TIENE TU NOMBRE Y TU PIEL.



  
  " ...Tu relámpago abrasa las colinas y es tu testuz altiva, como mundos de asombro,
la exacta demostración dolorosa de que el infinito se ha hecho para ti; y para que tú la violes sagradamente, 
he ahí a la Vida esperando tus puños y tus besos y estelas nacientes prometidas surcando tu viejo corazón de niño navegante,  entre horas sin cerco y amarguras proféticas, moldeando en sollozos la aurora de los dioses".
                                                                                                                   (J.A. Labordeta)
 







           Las nubes sobre mi, como un mar infinito, ondulante azul misterioso coronado de blanco, hablando con un ritmo monótono, callado, espiando como animales mìticos, con formas ya de rocas, ya de dragón alado, o de enormes cabezas de cíclopes cegados...

       ¿Qué espero o que siento? Las miro hasta que mis ojos no pueden más para explicar con la boca tantas sensaciones. ¿Habrá que estallar en torpes oraciones? O mejor percibir,  simplemente, y crear... crear lo que percibo, lo que siento, lo que amo, lo que temo... Crearme a mi misma en cada sentimiento.

     Es la vida que surge, cada dia, y me lleva...
     La que me hace partícipe de un universo en marcha...
     La que me hace agradable la caricia y el beso, el abrazo que entrego y el que es correspondido.

         No se si hay dios o dioses, tras todo lo que veo.
         Pero ya hace mil años que ni me lo pregunto.

         Tras las murallas frías de tantos templos, de sacerdotes huecos de brillantes ropajes, y de sus voces tristes pidiendo sacrificios, yo oí un grito vivo: que dios no era aquel dios opresivo, contador de pecados, vigilante del hombre, vengador impaciente de errores y de fallos. El dios que nos señala con acusador dedo, en el centro de todo, con voz de trueno y fruto del cálculo, que nos hace sentirnos tan sucios y mezquinos.

      Ese dios que da premios solo al endomingado...

     ¿Cómo creer en él, mensajero de duelos, tan terrible y lejano?

     Mejor poner los ojos en aquellos hermanos con fatiga, y tocarlos, que dios, si fuera,
sería más música que llanto, más felicidad que enojo, y más risas que quebrantos.

   
         Ya  nos han expropiado de toda democracia, casi hemos sido arrojados a  los sótanos de la clandestinidad, porque queremos fés que sean motor de vida,  y no ancladas en los fundamentalismos, la que me trasmitieron y conjuga tan bien con la supertición y la superchería, que nos trae la carcoma del temor a la vida... 

    Yo renuncio a esa fe, quiero otra que  busca la libertad del preso y del oprimido, la que rechaza el poder que se sostiene sobre el control del otro, y no la que rechaza el amor para buscar el rito, la que ve en la liturgia más valor que en amarse, la que reserva el pan para los elegidos...

       Los niños, cuando nacen, se encuentra ya en un sitio de gentes con gestos de mayores, de frustraciones que llevan a la trampa, millonarios de tristezas, y nos dicen que nacemos con culpa, pero no... se que no es así. los niños nacen sin culpa de mayores, de sus tedios, sus cansancios, su obediencia a las reglas, las que alimentan sus desesperanzas.

        Mi lugar, un buen  día, el azar fue culpable, fui llenando  de vida,  diálogo y ecos de voces, ya que abriendo la puerta, se abría el corazón,  y vi, como un milagro, a quien  etiquetaron de peligro mayor, renacer de una infancia tal vez desheredada, recobrando familia como  patria natal, traspasando por fin el mar de los olvidos.


      "Psicópata moral e irrecuperable" dijeron de chiquillos a los que bien quisimos.  Y como siempre dicen y enseñan mis maestros, vimos como, con un poco de apoyo, son capaces de levantarse de sus propias cenizas, de luchar por su vida y por su dignidad , y que eso era más fuerte que todos los milagros que muchas religiones venden al por mayor. 

        Los sumos sacerdotes seguirán con sus mesas de cambistas y mercaderías, convirtiendo los templos en cuevas de ladrones, olvidando que si dios fuera algo, sería látigo de nuevo que les arrojaría de aquellos pedestales desde donde ellos vigilan el mundo, rodeados de incienso, por encima del mal.

         Como escribió un insigne poeta, hemos ido alejandonos  de ese dios, que de niños, nos daba la mano y a quien pedíamos juguetes, y le nombrábamos como buscando hechizos y creemos ahora en la mano del que se encuentra en paro, en sus ojos doloridos de fatiga cuando se cruza el mar, en el que es denigrado por falta de papeles, en el que en drogas busca cierta felicidad, en el que sobre cartones pasa noches oscuras.... Y  así es más fácil luchar por la ciudad futura, por aquella más limpia que sea amiga de todos, que nos haga sentir que seguimos vivos, que la vida en la tierra no siempre es una encerrona, y que algún huracán barrerá los dolores el día en que alcancemos la risa sincera de la esperanza, cuando podamos abrir las ventanas para que el aire limpie  y haga respirables las estancias de las casas, para levantar un arbol, como cantaba Labordeta, delante de la puerta que nos de cobijo y sombra.



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