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domingo, 8 de abril de 2018

DIGO TU NOMBRE.

Foto: JOSÉ PALAZÓN. IDOMENI.
     En la actualidad, parece más importante nombrar las cosas que a las personas.

     Se estudia como nombrar determinados negocios para atraernos hacia ellos. Aprendemos nombres dificilísimos que nos inducen a consumir. Las empresas buscan aquellos que les distinguen de los demás como un activo importante, es su valor de mercado.

     En cambio, no sabemos ni nos importan, los nombres de las personas que tenemos al lado, del que nos presta un servicio o el del vecino.

     Olvidamos a menudo que el nombre nos acerca y nos vincula, nos humaniza y nos da un lugar allá donde estemos.

     Dicen que cuando alguien pronuncia nuestro nombre sucede un fenómeno: se agudizan nuestros sentidos, las pupilas se dilatan y la atención aumenta. El conjunto de nuestras neuronas espejo aumenta el flujo de señales para sincronizarnos con las de la otra persona.

    La persona que vive en la calle tiene nombre.
El enfermo, el preso,  denominados a menudo con un número, también tiene nombre.

El excluido de todos nuestros privilegios sociales tiene nombre...

   A ese que llaman "extranjero", sus padres le pusieron un nombre por el que le llamaban con cariño... 

Foto: Mariam. Rivas.
   Hoy reivindico la memoria de tantos y tantas que han sido condenadas al silencio absoluto y quiero recordar a los que fueron olvidados, aunque escribiesen su nombre y su historia en las paredes de las calles o de los calabozos.

   El nombre de cada uno de nosotros nos da la oportunidad de vincularnos, de reconocernos y, por lo tanto, de poder cuidarnos.

    A ti y a ti, me gusta nombraros... Tengo el corazón lleno de nombres.

    Nombradme también a mí, me llaman Mariam.
 


Foto: Mariam. Brasil.

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