Conocí a Demetrius por el relato de Enrique M. Reguera, de su encuentro con él en Recife en uno de sus viajes a Brasil y de la amistad que surgió entre ellos a partir de entonces.
Muchos años después, en España le acaban de otorgar el Premio Derechos Humanos Nacho de la Mata del Consejo General de la Abogacía 2019 por su extraordinaria lucha, desde los 16 años defendiendo la integración social y laboral de menores y jóvenes y los derechos ciudadanos de los meninos de rua, de aquellos que se crían en las calles de Brasil.
Cuando se publicó su libro "Ra, Re, Ri, Ro, Rua... Vivir en la calle no es ninguna broma", lo leí con la inmensa curiosidad de conocer de primera mano la experiencia de un joven brasileño que había sido capaz de salir de su casa, acomodada, y elegir la calle como lugar natural de encuentro con los más desfavorecidos, con los habitantes de esas rúas.
Ahí conoció a personas que se caracterizan en muchas ocasiones por una falta de referencias, de autoestima, con grandes carencias afectivas, con fracaso escolar, desempleo, familias en conflicto...
Gentes sin experanza que no conciben un futuro porque se sienten excluídas de todo...
Y vi como él fue entendiendo que NADIE se salva solo, sino con los demás.
Tomó la decisión de convivir cotidianamente, junto a ellos, con los que inicia un camino común, superando sus miedos, enfrentándose a sí mismo y a una sociedad que no le entiende por esa opción de arriesgarse en la vida de los otros.
Se hace compañero y refugio de aquellas personas que han de cruzar por la vida como por las afueras de un jardín al que les está prohibido entrar.
Demetrius es el fundador de la Comunidad de los Pequeños Profetas que acoge en un cariñoso hogar a niños y niñas que crecen en la calle, que viven en favelas y con quienes ha protagonizado multitud de peripecias que le han llevado a la desesperación en ocasiones y a la fuerza de comenzar de nuevo desde el principio tantas otras.
Su amistad con Don Helder Cámara, a quien tanto agradece, le dieron impulso y ánimo, así como los apoyos de otros amigos y personas que estuvieron a su lado, algunas siempre, otras por breves espacios temporales.
Supo de la impunidad de las fuerzas policiales, del infierno al que se ven sometidos incluso los más pequeños, niños y niñas de quienes se abusa sin ninguna piedad, siendo él mismo objeto de persecución a causa de la búsqueda de justicia.
Fue detenido y torturado por esa policía que participaba del horror contra los meninos, y cuando por fin le pude conocer y abrazar, agradecí infinitamente que las veces que intentaron matarlo no lo hubieran conseguido.
Hablando con él me reconocía en sus reflexiones.
Cuando empecé a encontrarme en la calle y en las prisiones con los chicos y chicas a los que acompañé, ellos primero te ven como a un intruso que se entromete en su vida... Y nos miden y nos prueban para experimentar si estamos realmente de su parte. Hasta que se convencen de que estás ahí para vivir y compartir, para liberarnos juntos, incluso con los opresores, como mantenía Freire.
Hemos aprendido que no tienen la culpa de encontrarse en situación de abandono, que, como dice el propio Demetrius, es la coyuntura social quien les niega el derecho a ser niños.
Pero tampoco existe una receta segura para cambiar la situación. Tan solo el tiempo, la intensa convivencia, los lazos afectivos y una lucha constante abren nuevos horizontes.
Demetrius mantiene una incansable búsqueda de recursos para atender las urgencias, las necesidades y actividades del grupo y esto supone un trabajo arduo y difícil, porque las ayudas nunca son suficientes ante tanta injusticia. Un trabajo que aumenta cada día al mismo tiempo que la denuncia constante ante los organismos políticos y sociales responsables, porque detrás de cada injusticia hay siempre una responsabilidad humana.
Un día, en su casa, me confesaba lo que sirve de título a este relato: "Todos los días tengo que salir a pelear con un león", metáfora de su esfuerzo diario para conseguir que la CPP siga adelante.
Porque en Brasil, en menos de un año, 13 millones de personas han caído en la miseria total. "El mapa del hambre ha vuelto", dicen alli, y ha caído la inversión en Educación, en Sanidad, en ayudas sociales y en proyectos de asistencia.
Y en este país, con la actual política de Bolsonaro, a la CPP le toca pelear cada recurso para continuar adelante y seguir siendo una herramienta de transformación social.
La violación de Derechos Humanos básicos, la desigualdad social, la exclusion, la desestructuración familiar, el narcotráfico, la falta de ocio y de oportunidades para la mayoría de los jóvenes, contribuyen a que Recife, capital del estado de Pernambuco, se considere una de las ciudades más violentas de Brasil.
Si, además, eres adolescente o joven afrodescendiente, el riesgo es mucho mayor y puede suponer una condena a muerte.
La CPP atiende a todos aquellos que no son reconocidos ni siquiera como ciudadanos.
En ese espacio se asegura restablecer un poco de la dignidad de esas personas a través de un baño, un plato de comida, conversación y servicio de salud y de educación.
Su objetivo es mejorar su calidad de vida a través de su reinserción en la sociedad civil y en el mercado de trabajo.
Ayudarles en su crecimiento interior, respetar las diferencias, está también en la base de divirsos proyectos sociales con el fin de valorar la cultura afrobrasileira, utilizando la educación como instrumento liberador posibilitando que se conviertan en "sujeito maior" y constructores de su propio destino.
A este respecto, dice Demetrius que "transformar esa realidad no es un arte; es una lucha diaria en la que el educador siempre tiene que estar dispuesto a empezar de nuevo, desde el principio, cuantas veces sea necesario".
Siguiendo la trayectoria de Demetrius, como dice Martinez Reguera, recupera uno la confianza en el ser humano, en su creatividad, su capacidad de compromiso, su arrojo y su tesón.
Cuando el pasado diciembre recibió el premio Nacho de la Mata, recogido de manos de la Fiscal General del Estado español, agradeció el galardón por ser "motivo de orgullo y un apoyo moral y social" a la labor que desempeña a través de su organización.
En un país como Brasil, en estos momentos tan duros para las personas que luchan contra la injusticia, este premio "garantiza nuestra visibilidad y prestigio para continuar en la lucha por la infancia vulnerable".
https://www.youtube.com/watch?v=25GMa296cDQ
A pesar de tantos obstáculos, Demetrius Demetrio nunca desistió.
Ahora mismo, su tejado ecoproductivo, en la casa de la CPP, se ha convertido en un ejemplo para escuelas y universidades, y es un proyecto social que auna cocina, nutrición y ecología y que involucra a los jóvenes y a sus familias.
Más de 30 años después de la fundación de la Comunidad de los Pequeños Profetas, ¡cuántas vidas fueron transformadas y cuántos educadores le tenemos como referente!
Al igual que otros defensores de Derechos Humanos que tengo la suerte de conocer y de querer, Demetrius cambia el mundo cada día para alguien y de forma significativa.
Como dice Enrique M. Reguera: "Elegir el altruismo como opción de vida, es como nacer heredero de una cuantiosa fortuna que atesora lo mejor de la gente: hará que te vayas encontrando con las personas más generosas que deambulan por el mundo".
No hay comentarios:
Publicar un comentario