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miércoles, 24 de junio de 2020

VUELTAS DE TUERCA EN PROTECCION DE MENORES.



    Un policía de Mineapolis da muerte a George Floyd,  ciudadano negro, aplastándole el cuello con su rodilla hasta asfixiarlo. Y millones de personas de todo el mundo, con sobrada razón indignadas, se echaron a la calle reclamando justicia. 


    En España, en Almería, seis matones embrutecidos, que paradójicamente prestaban servicio en Protección de Menores, dieron (presuntamente) muerte por aplastamiento, a un muchacho de 18 años, Iliass Tahiri, asfixiándolo rodilla incluida como en Minesota, cuando lo tenían boca abajo, atado de pies y manos, absolutamente inmovilizado e indefenso. Y para mayor pasmo lo justifican diciendo que siguieron un protocolo antisuicidio “para impedir la violencia del interno contra sí mismo”. Evitan el suicidio matándolo. 

    En un centro gestionado por Ginso, una asociación que subrayan “sin ánimo de lucro”; a la que habían llovido ya denuncias y siguieron otros casos como el de Ramón Barrios, víctima en Madrid de similar “protección”; ¿qué otro ánimo debemos suponerle a tales fechorías si no es por afán de lucro? 


    Pero lo más preocupante es, que la Junta de Andalucía seleccione en concurso servidores de semejante calaña; que la juez de Purchena (Almería) se apresure a archivar el caso como algo “accidental”; que el forense, hable de “signos generales de asfixia muy evidentes” y se enmiende luego, como probable “fracaso cardiorrespiratorio”; que el consejero de justicia responsable de los centros de menores infractores nos recomiende, no la indignación que el caso requiere, sino “delicadeza”; o que al defensor del pueblo y defensor del menor no se le ocurra otra defensa, que recomendar la creación de un libro registro de incidencias ¿pretenderá que registren por escrito las presuntas torturas o pretenderá que acierten a excusarse mejor? 

    Los que no entendemos tal barbarie nos sentimos inclinados a pensar que todos ellos son insanamente proclives a eufemismos cómplices.

   Haciendo oídos sordos al clamor de un muchacho, Tarek, que relató cómo le torturaron durante tres horas y media; y oídos sordos al exjefe de seguridad, a quien le exigían firmar en falso que una inmovilidad había durado hora y media cuando había durado cuatro; y a los muchachos internos a quienes mintieron diciéndoles que Iliass había muerto por consumir cocaína; y a la Fundación de Cultura Árabe que se persona como acusación popular, afirmando que se trata de un “homicidio voluntario agravado por odio racial”; y etc. etc. de oídos sordos a nuestro indignado clamor sobrado de razón. La fiscalía propone ahora que el asunto no se cierre y es un acierto, pero ya no podremos evitar que hayan acabado con la vida de otro muchacho.


    Ocurrió en los centros de Ginso, nadie nos cuenta lo que ocurre en otros centros. Cómo se puede tolerar que hayan privatizado la ejecución de encierros y castigos que el Estado impone a los menores infractores: unos ciudadanos castigando a otros ciudadanos por dinero. 


    Todavía quiero llamar la atención sobre otro “detalle”. Esta muerte ocurrió hace un año ya. Y hasta ahora ni pío, a nadie pareció interesar. Ahora nos la airean para legitimar de modo indirecto que están a punto de promulgar otra Ley referente a Menores. Otra vuelta de tuerca nos tememos. 


Enrique Martínez Reguera.
Madrid, junio de 2020


Foto: Marcos Moreno.

lunes, 8 de junio de 2020

JUSTICIA PARA MIGUEL.


Seguimos en un mundo feudal y en una sociedad colonizadora, donde hay vidas que no valen nada.

Así ha sido con la de Miguel, un niño negro de 5 años, que  ha  perdido la vida por la ¿negligencia? de una persona blanca.

En estos momentos, el servicio doméstico no se considera esencial, pero hay quien decide que puede obligar a otros a trabajar, a su servicio, durante una pandemia.


Después de todo, ¿quién va a lavar los platos de los patrones blancos?


¿Quienes son los parásitos?

Las torres gemelas de Recife, dos edificios gigantes de lujo, a orillas del mar, han sido escenario de la muerte de este pequeño que cayó desde el 9º piso de una de ellas.


La empleada doméstica Mirtes R. de Sousa había tenido que llevarse ese día al trabajo a su único hijo, Miguel Otavio, al haberse cerrado el colegio por el covid-19.


En un momento dado, la patrona le ordenó bajar a pasear a los perros, las queridas mascotas de la casa rica, y la criada le pidió que cuidara del niño mientras lo hacía.


A la señora le estaban haciendo la manicura y cuando el pequeño empezó a quejarse llamando a su madre, se sintió molestada, por lo que, según se observa en las cámaras del edificio, le llevó al ascensor y le dejó en él, solo, para que fuera a buscar a su madre.


El niño acabó en el piso 9º, el lugar de los aparatos de aire acondicionado, y, desde allí, quizás llamando a su madre o viéndola en la calle, sintiéndose solo y angustiado, cayó al vacío desde una altura de 35 metros.


Tras la tragedia, al día siguiente, la señora fue llamada a declarar, pero pagó una fianza de 20.000 reales (unos 3.500 euros) y fue puesta en libertad.



      La policía no divulgó la identidad de la patrona, pero sí lo hizo la madre del niño. Se trata de la esposa del alcalde de Tamandaré, una ciudad a 100 km. de Recife: Sari Corte Real.

La mamá había declarado que era "la primera y única vez que le confié a mi hijo y ella lo dejó ir a la muerte".


La indignación por el suceso se ha hecho patente entre los ciudadanos de Recife, que se han manifestado pidiendo justicia y preguntándose si "¿5 uñas valen más que 5 años de un negro? y gritando que  "las vidas negras importan" y "no fue accidente, fue asesinato".

Este caso se volvió viral porque Miguel representa la realidad de muchos niños negros, hijos de empleadas domésticas.


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Y yo lo he visto en ese país...

Como en el Brasil colonial, un niño juega en el suelo de la casa grande, mientras los jefes siguen siendo jefes esclavistas.


Y su madre sigue siendo la criada.


La señora quiere que paseen a sus perros, la empleada cumple la orden 

y el niño queda inquieto.

Si fuera el niño blanco, hijo de los amos, le distraerían con un juguete de última generación, para que nadie interrupa la manicura.


Como era hijo de la críada negra, se le dejó solo dentro de un ascensor, 

algo prohibído por la legislación.

Los perros necesitan supervisión... el pequeño Miguel no.


"El Brasil de hoy sigue siendo el de las pinturas de Debret".


¿Qué pasaría si hubiera sido al revés?