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martes, 21 de marzo de 2023

MARZO-MUJER 23.- Día 21


 

En el homenaje a las grandes mujeres que me inspiran y que estoy realizando este mes, no podía faltar la referencia a Patricia Fernández Vicens, nuestra querida y admirada Patuca.

En 2022 se le ha concedido el premio de la Asociación Pro Derechos Humanos España (APDHE), que supone un reconocimiento por su labor.

   Sabéis quién es y lo que hace, pero dejo aquí sus propias palabras para quien no conozca su labor y su empeño en construir un mundo mejor.

De Patuca:

"Definirse nunca es fácil. En general, diría que soy una ciudadana; una ciudadana preocupada pero también muy esperanzada. Preocupada por las dificultades y dolores en que vive gran parte de las personas que habitan mi cotidianidad, pero también esperanzada. Esperanzada por la increíble capacidad de las personas para sobrevivir, para crear fraternidad, para reinventarse y para construir alternativas tanto para ellos mismos como para otros.

Además trabajo como abogada. Soy de las que cree que los derechos, aunque estén formalmente reconocidos, hay que ejercerlos. Los profesionales del derecho tenemos la obligación de estirar la ley al máximo para acercarla a la justicia (ya que lamentablemente no siempre van de la mano). Asimismo, tenemos que asegurarnos de que la ley ampare a la totalidad de las personas sin importar raza, condición, origen, etc. Experimentamos en el día a día como el derecho, muchas veces, en vez de convertirse en un medio para la justicia, para dar a cada uno lo que le corresponde, se convierte en un agente de marginación. Y entonces, las víctimas en vez de verse resarcidas, se perpetúan en su condición de víctimas.

Por resumirlo de alguna forma, supongo que soy una abogada de trinchera, que cree en lo colectivo".


Discurso de Patricia Fernández Vicens ‘Patuca’ al recoger el premio Alandar 2018

"Muchas gracias a todas. Gracias a la Revista Alandar por el inmerecido premio. No recuerdo ni una sola tarea que haya realizado en estos años de militancia personal o de trabajo profesional que no haya hecho entre muchos, entre muchas, en comunidad, siempre en colectivo. Con el empuje y la legitimidad que supone ser minoría. Por lo tanto, es de justicia que este reconocimiento y gratitud sea en realidad para todas las personas que me acompañaron, me enseñaron y guiaron en este camino.

Este premio es para los niños y niñas que habitan los centros de menores. Me ayudaron a desentrañar el concepto de injusticia. Escribe Charles Dickens que en el pequeño mundo donde los niños habitan su existencia no hay nada que perciban con más delicadeza que la injusticia. Esta no es una cuestión baladí. En este momento, más que nunca, percibir la injusticia resulta crucial para saber el lugar donde nos tenemos que situar. Siempre frente a ella. Gracias a Iván, a Espe, a Carlos, Manu e Isma por enseñarme todo esto.

Este premio es también para los jóvenes migrantes, para la niñez en movimiento. Gracias a Nur y a Gualiz, a Mohamed, Abubakar, Yoro, Isma, Ordelate, Hamsa, Barry, Sarata y Ali. Ellos nos enseñan, cada día, a vivir en éxodo. Que no es solo transitar caminos, sino experimentar la libertad que no es atarse sino a un futuro, y a un futuro compartido. Este premio es para todos los chicos y chicas que han caído víctimas de la droga, la cárcel o la enfermedad. Sus vidas forman parte de nuestra vida, de nuestra memoria colectiva. Nos han enseñado a cuidar, nos han enseñado que la rudeza puede ser una forma de ternura y el valor del abrazo.

Este premio es para todos los niños y niñas de El Gallinero. Son pequeños héroes y heroínas de lo cotidiano. Ellos nos han enseñado a no desfallecer, a perder el miedo y a celebrar la fiesta.

Y este premio ha de ser también para todas las víctimas de las fronteras. En un mundo injusto, la desobediencia es un imperativo ético. Como lo fue para Rosa Parks sentarse al otro lado del autobús, hoy saltar la valla o cruzar el mar no es sino un acto de justicia. 

Desobediencia, pero justa, en lo que muchos se dejan la vida. Sus vidas nos interpelan. Gracias a ellos, porque son sacramento de justicia. Y ha de ser también este premio para sus familias. Gracias a Merenterés, a Dama, Luc, cuyos hijos cayeron en la playa de El Tarajal. Nos dieron lo mejor que tenían: a sus hijos. Nos han encomendado lo único que les queda: su memoria. Y, sobre todo, nos recuerdan el camino a seguir: transformar el dolor en justicia".



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