" La crisis es un atentado contra la dignidad humana"
Saramago (El País, 16/12/2008)
Estamos acabando el 2011. Y siempre con la crisis a cuestas, pero con peores condiciones cada día. ¡Hace tanto tiempo ya que hablamos de lo mismo! Lo que pasa es que parece que lo interiorizamos y hasta empezamos a creer que alguna culpa tenemos de la situación… Por lo que recuerdo, los míos, con los que convivo, siempre han estado en crisis, no ha habido ninguna época de bonanza para ellos, que siempre han tenido un sitio en las colas del paro, en las de Cáritas, en la de las parroquias… una soga al cuello de la que tiraba algún banco a través de una hipoteca, eso los que podían conseguirla, porque otros, a quien el techo bajo el que cobijarse son las estrellas o el plomizo sol, celebraban el coche abandonado que serviría de pensión en las noches de frío…



Así vamos tragando con las nuevas leyes de extranjería, con las redadas selectivas, la denegación de papeles a los inmigrantes, las reformas laborales, con los recortes en los derechos consagrados por luchas de años y penas de cárcel, y lágrimas; con la privatización de los servicios públicos que pone en manos del beneficio privado los asuntos que son propios de estados de derecho para dar cobertura y asistencia, por igual, a toda la población...

Pero sí dudamos. No creemos en la clase política, ni en los sindicatos, ni en las instituciones y estamos tan cansados que no queremos oir ya más de sus mágicas recetas para salir de la crisis, porque cada vez que nos aplican sus remedios tenemos que hacer nuevas renuncias y nuevos sacrificios.
Hace meses que ha salido el sol para quien tenga altura de miras… y hay que sacudirse la pereza, hay que ponerse manos a la obra de buscar horizontes. Debemos sacar fuerzas de donde sea para reclamar una forma de hacer política más ética, con mejores criterios de servicio, con políticos de vocación y no de buena ocasión, que nos dejen colaborar de lleno en la vida pública, en la construcción de una buena vida y del equilibrio social, mejorando los desajustes en base a una economía de servicio, no solamente de beneficios para un sector. Debemos salir de esa apatía en la que estamos sumidos y de la que cada vez es más difícil escapar.
Hay caminos, pero para andarlos tenemos que generar vínculos y confianza en los de al lado, hacer posibles otras relaciones sociales, ya que el derecho a una existencia digna es algo irrenunciable para cualquier persona, y solamente saldremos de esta crisis si apostamos por lo común.

Nos merecemos una vida mejor que la que nos han prometido en este sistema liberal basado en el consumismo que nos atrapa y nos hace sentirnos al final insatisfechos. Las necesidades vitales son distintas a las que nos venden todos los días, y cuando lo descubrimos, nos solo maduramos en razón y criterio, en sentido común, sino que nos hacemos mejores personas y un poco más felices.
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