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jueves, 12 de septiembre de 2013

LA PIEDRA DE LA PACIENCIA




Cuando terminó la proyección de la  película, me quedé sentada en la butaca con la sensación de haber presenciado una historia, que no por conocida y reflexionada, deja de ser impactante.
 
         Dice Antonio Dopazo de ella: "Emotiva y escalofriante, esta película llega al corazón del espectador con un intensidad notable amparándose en unas imágenes y unos diálogos, que en buena medida son monólogos, que desprenden autenticidad y que reflejan con inusitado rigor el verdadero estatus social de la mujer en una realidad afgana que la relega a un nivel de sumisión infrahumano".

         La piedra de la paciencia es esa piedra de la leyenda que recibe las quejas de los hombres, soporta sus aflicciones y guarda sus esperanzas, según cuentan en Persia y en los países árabes.

        Se dice que esta piedra está en La Meca y alrededor de ella millones de peregrinos dan vueltas contándole sus desgracias. El día en que no le quepan más desgracias explotará, ese día tendrá lugar el Apocalipsis.

        Pero aquí, en un pueblo de Afganistán, la piedra de la paciencia es un hombre inconsciente por una bala alojada en la nuca. Su mujer permanece a su lado.  Le habla mientras en las calles se suceden los enfrentamientos y los disparos. Le habla sin saber si su marido entiende lo que dice. Murmurando la letanía de sus pesares, llega incluso a revelar secretos impensables en un país como Afganistán, impensables incluso en la vida de cada uno. ¿Y si la piedra explota?
        El iraní Atiq Rahimi, director, autor de la novela y corresponsable del guión, nos sumerge en ese mundo tan amargo y tan lleno de información que es el paisaje cotidiano de muchas mujeres, que, aún en muchos lugares, son  consideradas el sexo débil (zaifah) , y  no son sujetos morales con capacidad de actuar responsablemente. El lleva en Paris veinte años y ha ganado el último premio Goncourt. Pidió asilo político desde Pakistán, después de haber huido de la invasión rusa en Afganistán, y Francia se ha convertido en su segunda patria.
 
       Recibimos  la belleza en un texto "a la vez duro y poético, angustioso y sensible, que se rige por el compás de las respiraciones de un enfermo, por las noventa y nueve cuentas del Tasbith (rosario musulmán), que maneja la mujer".  "Así se debe vivir, hoy en día, en Afganistán. O en cualquier país en donde el ser humano no es libre".  La piedra de la paciencia es un grito contra el fanatismo, contra las guerras, contra la dominación de unos hombres sobre otros y de los hombres sobre las mujeres. 

         Según el Corán, Alá concede la igualdad al hombre y a la mujer, así como los mismos derechos y deberes. Pero la realidad, es que ellas viven sometidas a un constante control del ellos: el padre, el hermano, el esposo, el imán, ulema o mullah... Es decir, a una vigilancia eterna.
  
        Conozco a muchas mujeres musulmanas, que creen firmemente en su religión, pero tienen claro la separación de la parte espiritual, de la que corresponde al área de su participación social y de su lugar en el mundo. Yo defiendo incluso que estas amigas se pongan su velo, si en libertad lo deciden, porque no podemos reducir la situación de la mujer árabe al uso del hiyab o de otras prendas.
 
        Pero eso no invalida que deban reclamar sus derechos civiles.
 
        En esa dirección va el feminismo islámico, dice Tamayo,  que lucha por recuperar la tradición igualitaria de los orígenes y por liberar a las mujeres de las costumbres patriarcales que tienen a las mujeres sometidas y excluidas de los espacios de responsabilidad en la religión, la cultura, la política, el ejercicio de la ciudadanía y la vida cotidiana. Tal sumisión poco tiene o nada tiene que ver con la religión.
 
          Pero tampoco son las mujeres las únicas que sufren. La película nos dice que en este territorio con tantas armas, violencia y oración, también existe hueco para el dolor masculino, para ese joven soldado que ha sido ultrajado y que descubre el verdadero sabor de una caricia femenina, de una esperanza llena de besos que no duelen, que son para disfrutar y huir.
 
         El diálogo entre hombres y mujeres, la comunicación entre marido y mujer, la capacidad de sentir amor hacia un desconocido… en resumen, todo lo que cada uno contaríamos a esa piedra que un día estallaría porque no podría soportarnos más y nos daríamos cuenta de todo lo que habíamos callado por miedo, sentido por vergüenza y no hecho por frustración y entonces ya será demasiado tarde.
 

          Hace algún tiempo, escribí en este mismo blog el relato del viaje a Granollers acompañando a una de nuestras amigas marroquíes para un juicio por violencia de su marido y en el que tanto a las abogadas como a mí,  algunos detalles nos sorprendieron y nos hicieron percatarnos del mundo clandestino en el que han de vivir las mujeres en ocasiones, y que esta clandestinidad en que se mueven es la única forma de sentirse unida a alguien, de recibir apoyo, quizás un  poco de consuelo…

 

                          Recomiendo que veáis esta película, si os gusta el buen cine,  porque merece la pena.

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