A la profunda brecha que ya se ha abierto desde el lenguaje en
razón de si se es persona susceptible de asilo o se pertenece a los ahora denominados
“inmigrantes económicos”, comienzan a añadirse otras grietas en nuestra
sociedad al grito de “primero los españoles”, letanía que se extiende gracias a
que, para derrocar nuestra solidaridad e intenciones de hospitalidad, nos
inoculan el virus del miedo y la inseguridad: “Se pueden colar los yihadistas”,
“a saber qué delincuentes vienen”, etc., etc... “Si tenemos 5 millones de parados, ¿Por
qué ellos nos va a quitar el trabajo?” ¿Por qué se les da ayuda a ellos y no a
nosotros?”
Foto: OLMO CALVO/EL MUNDO. |
Nos vamos calentando y nos sale la “vena
patriótica" y el discurso se va radicalizando, alimentado por muchos de nuestros
medios, partidos políticos de derechas y
al calor de la crisis.
Pero a estos que
lo preguntan, (algunos nos increpan y discuten lo que pensamos y decimos), no les he
visto ninguna vez delante de los grandes bancos cuando se les designaban ayudas
públicas por 217 mil millones de euros para sus problemas económicos privados,
gritando: ¡Primero los españoles, luego la Banca!
Ni tampoco delante de los que perdían su casa en los
desahucios; ni cuando los “recortes” aplicados por nuestros últimos gobiernos
en todos nuestros derechos laborales, sociales y económicos, nos dejaban en
cueros ante la gran patronal.
Tampoco ante los
Juzgados exigiendo sentencias efectivas para los políticos corruptos, ni ante
la institución de la Iglesia cuando recibe sustanciosas subvenciones anuales de nuestro
Estado que, en teoría, debería ser laico.
Pero es que, además, no se trata de elegir. No hay que
hacerlo. Aunque quieran engrosar las cifras añadiendo números a los ceros, este problema abarca solo a un 5 por ciento de personas que podrían integrarse perfectamente
sin que nadie lo notara.
Ya nos intentaron intimidar con leyes sancionadoras a los
que practicábamos la hospitalidad, para que negásemos el apoyo a los que se
encuentran en “situación irregular”, pero no lo consiguieron porque tenemos claro
que nuestros principios no pueden ser criminalizados.
Se que, tras tanto furor patrio, se esconde el miedo y por eso
se habla de avalanchas, de colapsos, de cifras astronómicas en ayudas, por cierto siempre
menores que las que se han perdido en corrupción y en pelotazos particulares.
Se trata de controlarnos mediante las cortinas de humo que dificultan nuestra percepción.
Esa angustia no nos deja ver el horror de lo que está pasando en las fronteras, ¡en tantas!, ni las criminales políticas migratorias que se están llevando a cabo por nuestros
dirigentes, ni cómo se destruyen desde fuera los conatos de democratización que
en Oriente Medio y en países africanos se han podido dar. Nada nos molesta la venta de armas a
países en los que se atiza la hoguera para su empleo y a cuyas poblaciones civiles, víctimas de los conflictos resultantes, no queremos
atender después.
FOTO: ANTONIO RUIZ/EL PAÍS. |
Ese “primero los
de aquí” no es algo que nos resulte beneficioso, creedme. Porque nuestra salida de la crisis no depende de
que atendamos más o menos sirios, más o menos kurdos, eritreos o palestinos y subsaharianos
(que por cierto, aunque tanto se habla del tema, en nuestro país no son
atendidos todavía)… No, de verdad. Aunque no viniera ninguno, tu cuenta
corriente no va a aumentar por ello, ni vas a tener un trabajo estable y
seguro, ni tu mundo va a ser una maravillosa balsa de aceite, segura, próspera
y feliz.
Hay que mirar
hacia otro lado, hacia otros responsables… Lo contrario solo nos individualiza,
nos deteriora, nos hace más débiles y más cobardes.
FOTO: JOSE PALAZON. |
Los inmigrantes no son nuestros competidores ni abusarán de los servicios públicos, como nos hacen pensar. Nos los han quitado ya en gran medida y no precisamente han sido ellos.
No os creais lo que nos trasmite la televisión, dejad de pensar que las cuchillas en las fronteras son eficaces, y que esto es cuestión de elección, porque no lo es. Vacunarnos contra la xenofobia, es la única salida.
Y no se trata de "buenismo", es que hay que cumplir las leyes internacionales.
Tras la II Guerra Mundial, se definió jurídicamente el Estatuto del Refugiado para encargarse de la protección legal y de la búsqueda de soluciones para los afectados por las causas de migraciones. La Convención de 1951 definía al refugiado como "la persona que debido a fundados temores de ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social o por sus opiniones políticas, se encuentra fuera del país de su nacionalidad". Actualmente, nuestros gobiernos se saltan el artículo 33 devolviendo a cualquiera que se acerca a las vallas, pero así mismo, incumplen otras leyes internacionales en Ceuta y Melilla con el inhumano trato que practican.
Estamos en otro momento crucial de la historia donde se trata de seguir siendo o no personas, de seguir viviendo en un mundo que alguna vez puede mejorar… Por eso debemos dejar de sentir la “patria” como algo interiorizado en nosotros. Es una construcción ficticia. Ser de un lugar, de un país, reconocerse como miembro de una comunidad, no debe significar cerrarnos tras muros vergonzosos. Dicen que somos de un paisaje, posiblemente sea así. Pero la "patria" que nos inculcan es excluyente y fanática, siempre cercana a las ideas fascistas.
Fijaos bien en que quienes nos hablan de
esa patria, son los que tan a menudo la venden al mejor postor.