Emigrar no es una elección libre, aunque alguien decida
partir voluntariamente.
¿Qué hay detrás de esa acción de tener que comenzar de cero, de tener que afrontar la incomprensión, la soledad, el recelo e incluso el rechazo?
¿Tanto dolor, no nos muestra el fracaso de la humanidad en “su
modelo de progreso”?
Sin duda, lo provoca un deterioro de su situación vital, la triste realidad que obliga
a partir y de la que va a surgir el desarraigo, el dolor de las pérdidas, la
nostalgia .
Antonio Coché Ixtamer |
Desposeído de su
gente, de su cultura y de su tierra, quien emigra va a estar fluctuando “entre la reafirmación de una identidad que
se resiste a perder y la necesidad de integrarse en un ámbito extraño que
le acoge”.
Por eso, el corazón del emigrante agradece al que ofrece hospitalidad
en el lugar
al que llega,
al que le ayuda a atenuar,
al menos en parte,
el desgarro de su
situación.
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