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viernes, 27 de enero de 2017

ANESTESIA LOCAL ... MISERIA MORAL

     Cuando mi padre, muy aficionado a la historia, me contaba sucesos  de la guerra mundial, de la que había leído mucho porque sucedió cuando él tenía poca edad, siempre le preguntaba cómo podía haber pasado aquello del holocausto, ese sacrificio humano en el que tantos ciudadanos de un mismo país participaron  o bien se callaron ante los hechos.

     -Papá, ¿Todos los alemanes odiaban a los judíos  y a los gitanos? – le preguntaba….
     Y recuerdo que me decía: "Muchos sí, pero a otros les enseñaron a odiarlos y otros simplemente pensaron que no se podía hacer nada… Que ellos no eran culpables, que no tenían nada que ver con los campos de concentración…" 


      Era pequeña, aún no había leído sobre la "banalidad del mal" y otros conceptos filosóficos que explicaran que la conducta humana a veces no reflexiona sobre sus actos ni sus consecuencias, solo por el cumplimiento de las órdenes.

Los niños, siempre los niños.
Refugiado sirio 2015
© Antonio Ruiz

      No sospechaba que esas preguntas me las iba a seguir haciendo toda la vida... 

      Él ya no está, pero yo sigo preguntándome: ¿Cómo es posible que miles de personas estén muriendo cada día en condiciones de exterminio y estemos de brazos cruzados?
    

         ¿Por qué hoy, otro  27 de enero, día que se designó por Naciones Unidas como Día Internacional de la Memoria de las Víctimas del Holocausto, hacemos homenajes mientras seguimos viendo impasibles morir a grandes colectivos de personas y permitimos que se violen los derechos humanos?
      ¿Por qué condenamos sin dudar Auschwithz-Birkenau, y tragamos con los kilómetros de muros, vallas, guetos, confinamientos y  campos de concentración de la actualidad? 
      No sé que me respondería mi padre… Quizás que estamos haciendo lo mismo que aquellos alemanes, o austriacos o polacos… Que nos lavamos las manos….
         Y lo cierto es que cada vez, entiendo mejor lo que pasó.


Foto: José Palazón.
 

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Hoy siguen las noches de los cristales rotos...
Y aparecen carteles a la puerta del campo:
"Solo el trabajo os hará libres"...

Ellos buscaban vivir, salvar a sus hijos,
y se encontraron cercados de alambradas,
de aguas negras, frío y sufrimiento.

Solo quedan miradas, en las que aún hay vida.
Y yo no quiero despedir más niños.

En este mundo, los cuervos hoy
se posan sobre algún pie descalzo.

Y voces se levantan clamando en el desierto:

Que nadie torture en mi nombre...
Que nadie mate en mi nombre,
que nadie deje morir a nadie en mi nombre...
Que nadie encarcele, encadene, esclavice,
hiera o robe en mi nombre...
Ni cree infiernos donde no existen los derechos humanos
ni cierre fronteras en mi nombre...
Que nadie justifique que fueron órdenes del fuhrer de turno
ni me hable de la debida obediencia...

Porque se puede ser desobediente.



(Mariam, 27de enero de 2016)

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