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lunes, 22 de octubre de 2018

MANIFIESTO CONTRA BOLSONARO. ESTO NO ES UN POEMA.








 Arnaldo Antunes  es un destacado músico y poeta brasileño.  
 El texto que vais a leer, él lo escribió en verso, pero yo me permití transcribirlo en prosa, por su enorme extensión. También como traductor me tomé algunas libertades, ya que mis conocimientos de esa lengua son limitados y... emplea palabras: coturnos, chucros, viadinho, coiso, blitzes, que no encontré ni en el diccionario Aurélio.
                                                                Enrique Martínez Reguera.
                                                                    15 de octubre de 2018.

          Esto no es un poema, sólo un desahogo que no pude hacer de otra forma que no fuera así, desmenuzando mis frases.
          Hoy vi horrorizado a un artista, Moa do Catendê, asesinado a causa
de un enfrentamiento político en un bar de Bahía.
     Después, vi y oí estremecido a Luiz Melodía (también negro, también compositor, con el cabello rastafari como la víctima anterior) cantando “en el corazón de Brasil” y repitiendo muchas veces esa frase “en el corazón de Brasil, en el corazón de Brasil”, que intento oír latiendo todavía entre la luz de Luiz y la tiniebla de ese agujero vacío que ya no latirá más en el pecho de Moa; porque ya no existe amor “en el corazón de Brasil”; roto en estos días brutales, pateando la cara de quienes aman la cultura, la educación, la ciudadanía, la libertad de expresión, la solidaridad, la democracia; que ya no se valoran lo más mínimo porque lo que importa es que subió la bolsa o cayó el dólar.
          Y todo va a continuar siguiendo dócilmente hacia el abismo, con esa insania colectiva y ciega con que Brasil niega cualquier futuro posible. Sólo odio, horror y odio.
          Ya nada que se diga tiene sentido, sino el escribir en la cara de esos desalmados las palabras proclamadas por su líder (Bolsonaro) grabadas en vídeo y repetidas mil veces diciendo: “yo defiendo la dictadura” “yo voy a cerrar el Congreso” “no sirven ni para procrear” “no te voy a violar porque no te lo mereces” “nosotros vamos a barrer del país a todos los vagabundos” “fue un error torturar en vez de matar” y etc. etc. que vomita y repite incansablemente desde hace años ante las cámaras y los micrófonos.

          Es justamente por eso por lo que lo idolatran, y nunca faltará quien lo enmascare diciendo “sí, pero mirad Venezuela”, “es para acabar con la corrupción”, “nosotros queremos seguridad ¿o no?”.
         Mientras comprobamos cada vez más, que sí, que es así: ¿cómo explicarle la ley de la gravedad a alguien que todavía cree que la tierra es plana, a alguien que defiende su ignorancia con dientes y garras? Quieren matar, disparar ¿a quién? ¿en nombre de quién? Patria, familia, propiedad, seguridad. Si ese campo no está sembrado no hay derechos ni respeto, enseñanza, ni dignidad; sólo horror y odio, odio y horror. Las palabras pierden sentido, los valores pierden valor, la vida pierde valor.

          Marielle fue asesinada y rematada, su cartel roto, rasgado, deshonrada por las manos truculentas de alimañas prepotentes con sus camisetas estampadas con la cara del monstruo; demostrando su monstruosidad cuando venden en sus reuniones políticas camisetas de otro monstruo que además de torturar llevaba a los niños para que vieran a sus madres torturadas; esos tipos abominables que delante de un público cobarde alardeaban de haber roto los carteles con el nombre de Marielle Franco.
    Ahora sí, como les están eligiendo están satisfechos, pero no saciados de la sangre de inocentes que ha de correr sólo por ser diferentes, excitando en otros el deseo de ejercer su lado más obscuro: militancia policial, escuadrones de la muerte: La noticia de la barriada de chabolas Rosinha, ametrallada, como solución; la barbarie finalmente institucionalizada como diversión; el Brasil, finalmente sin corazón, fuera de la ONU y de los acuerdos internacionales sobre medio-ambiente. Sin control, sin sensatez no habrá ONGs. Braman llenos de sí y de odio, criminales contra el crimen, opresores con la familia, amorales en la moral, a pesar de todos los avisos de la prensa internacional.
         De izquierda, de centro o de derecha, los únicos que no lo ven son quienes no quieren verlo. Se extienden no como un rumor, sino descaradamente, empoderados por el discurso del odio, del horror y del odio. Sus partidarios ya salen por las calles dando tiros y gritos y grabando esvásticas nazis sobre la piel de una niña que llevaba estampado en su blusa “él (Bolsonaro) no”. 

       Y la promesa de violencia desmedida, concretándola ya, antes de la segunda vuelta de las elecciones: ni un centímetro de tierra para los indios, ni una gota de derechos civiles ni humanos, y la vuelta a la censura y al odio, odio, horror y odio, para cerrar una vez más el sueño de una nación, que tuvo la ocurrencia de dar al mundo lo peor que hubo en la historia, dispuestos a repetirlo ahora: ni historia ni Museo Nacional, ni cultura ni educación, ni filosofía ni arte; y en su lugar la escuela militar y la geografía de los lucros y dividendos. Masacre de las minorías, horror y odio, odio y horror creciente y permanente. Después de un golpe necesitan parir otro golpe; un autogolpe alimentado por todas las cuchilladas contra la espalda de artistas como Moa.

       En la cabeza de quienes les apoyan todo se justifica: la tortura de los presos, los enjuiciamientos sin juez, el permiso a la policía para matar y el odio a los pobres en las barriadas ostentosas. Una guerra declarada de quienes aceptan asesinos para combatir a los bandidos.
      Está todo del revés: los pobres eligiendo a un millonario y como contrapartida se autoriza la sórdida barbarie de los fuertes contra los débiles.
          Algo está muy enfermo en Brasil, en el descorazonado Brasil, que miente, se calla o agrede para avanzar sin frenos en dirección al fascismo, siguiendo la música hipnótica del odio, el horror y el odio; reuniéndose en iglesias en nombre de Dios y de Cristo, sólo desamor en nombre de Cristo, violencia y brutalidad en nombre de Cristo, armas y tortura y prejuicios en nombre de Cristo, de Dios y de Cristo.
          Se proponen armar a la población para ametrallar a los adversarios, los diferentes, los miserables, los chabolistas, los de enfrente, los que piensan de otra forma y opinan o protestan, o se visten de otro color o son de otro color; o cualquier otro pretexto que se inventen para extender el odio, horror y odio. De la mentira al linchamiento, del homicidio al genocidio “debíamos haber matado por lo menos a treinta mil” (Bolsonaro).
         Ya sin democracia, palabra vacía en boca de quienes colaboran, que no son pocos, posturas de neutralidad como la de Pilatos lavándose las manos, diciendo que los dos lados son igualmente extremistas y peligrosos. Pero entonces ¿en dónde estaban en los tres últimos gobiernos, antes del lamentable Temer?, ¿estaban bajo una dictadura comunista y no lo sabían? La verdad es, que todos lo saben y muy bien, que el extremismo viene de un solo lado, que quiere ser elegido para acabar con las elecciones, que el mayor peligro es ese juego de equivalencias que realmente le sirven al monstruo. Inhibirse es misión imposible en este momento en que nos amenaza de modo hostil y explícito el creciente nazismo.

    Con el filtro agujereado de un buen sentimiento hipócrita y pasota que siempre nos va a repetir “sí, pero en Venezuela…” Como si no hubiésemos oído ya exactamente eso bajo la dictadura del 64 cuando decían “sí, pero en Cuba…”, para justificar la dictadura militar que tanto elogian ahora; y que el actual presidente de nuestro Tribunal Supremo Federal decidió que ahora se va a llamar “movimiento” en vez de “golpe militar”, para endulzar un poco la boca amarga por la sangre derramada. Mudando su denominación, dejando de llamarla “dictadura”, nada va a cambiar. Desequilibrio ético que prefiere una autocracia perfecta a una democracia defectuosa; ese error que ningún arrepentimiento será capaz de reparar.
 
          Pero todavía hay tiempo de evitarlo, aún no es tarde para frenar el odio, el horror y el odio.

  (Arnaldo Antunes).

 Traducción: Enrique Martínez Reguera.

 Fotos: Mariam del Toro. Brasil 2017-2018

      





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