Muro que impide el abrazo,
distancia que nos imponen.
Enemigos que nos cercan,
centinelas sin razones.
Ébanos crucificados
sin futuras primaveras.
Derramadas sus historias,
quemadas en una hoguera.
Busco un rostro inolvidable
con besos extraviados.
Un amor que crece ciego
en laberinto despojado.
Me resta un poco de aliento
irguiéndome malherida.
Llorando por tu memoria
te siento llorar la mía.
Dejo huellas en la arena
por si llegas a buscarme
y un sol en la madrugada
te llevara hasta encontrarme.
¿A dónde irán los verdugos
cuando el dolor se haga brasas?
¿Cuándo se rindan los muros,
cuando se abran nuestras casas?
(Mariam del Toro)
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