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lunes, 4 de abril de 2016

LA CEREMONIA DE LA DESOLACION


        Al abrir los ojos esta mañana, ya noté el agujero en el estómago… Como un acto reflejo, volví a cerrarlos y pensé que estaría bien no tener que levantarse, volver a dormir un rato más, esperar a ver si desaparecía la sensación, aunque bien sé que cuando eso ocurre no es pasajero…
     Está ahí hasta que los acontecimientos lo explican.

      Me puse en pie mientras pensaba que quizás mi estado se debiera a que anoche me acosté leyendo las noticias alusivas a las deportaciones que hoy comenzarían a producirse desde Grecia hacia Turquía, el cumplimiento de ese acuerdo vergonzoso que la U.E. ha firmado, el  del regreso obligado a ese país olvidando el derecho de asilo y asistencia, echando abajo los cimientos de la solidaridad, y que nos hace convertirnos de nuevo en animales depredadores, no humanos. 

       Y sí, algo tenía que ver con eso, porque  según iba dando formulación a mi enojo, el agujero del estómago se hacía más hondo y ancho, más amargo.

     Al asomarme a las ventanas, la imagen que entró por ellas era tan gris, tan cenicienta, tan triste y lluviosa como mi estado de ánimo.

Foto: José Palazón.
      A mi recuerdo llegaron otras imágenes que hemos podido ver de Idomeni, de Lesbos, de Moira, de todos esos campos de acogida que se han convertido en campos de detención de familias enteras, bajo otras lluvias, sobre los barrizales...
bajo la indiferencia generalizada de la  gran  mayoría, de casi todos los que nos  beneficiamos de su desolación.

       
      Mientras todos los días se descubren nuevos y escandalosos casos de corrupción, de atracos a las arcas de lo público, de fraudes y negocios sucios en este país, donde solo mis amigos y yo parece que pagamos impuestos y no tenemos sociedades opacas, se están escamoteando los derechos fundamentales en base a una austeridad y a una economía que solo busca sacar el máximo beneficio y rentabilidad para bolsillos privados.

Reuters.
      
Me digo que sería bueno no leer hoy los periódicos, al menos hasta la tarde cuando no tenga más remedio que ver los teletipos y las noticias de los diarios en el lugar de trabajo. Y mientras tomo el café, de pié, en la cocina, mirando caer la lluvia, enciendo la radio.

    Está sonando tu música, casi terminando una canción.
     Entonces, la voz en off habla de ti en pasado y siento un vuelco…
     Sí, te has ido, también tú.

       Fuiste alguien cercano a mí, sobreviviente de una época terrible,  vi tanto tu bajada al abismo como la toma de conciencia y la subida a la estabilidad, a las nuevas ganas de vivir, de ser feliz, tras años de lucha y de esfuerzos. Siempre he pensado que pertenecías a esa clase de personas sensibles, tan sensibles, que no pueden aceptar la realidad tan cuál es  y tienen que huir de ella no solo con sus versos, “Soy solo un verso que está equivocado…”, también con todo su ser…

         La muerte a la que cantaste, ha dejado caer el telón.

         Y yo, como en aquella canción que sabes tanto me gustaba, aquella que se había convertido en un tiempo en un himno para mí, siento frio…   
           El agujero destila una bilis amarga...
        Hoy es más difícil que la vida parezca hermosa. Mirar mi mundo, mi sociedad, esta ceremonia de la confusión, me produce deseos de vomitar, de gritar, aunque sé que mi voz clama en el desierto.
        Se van los buenos, la gente que yo quiero.
           Los otros, los que designan quien vive y quien muere en este planeta, los que firman acuerdos que disparan directamente contra los derechos humanos y la mínima justicia social y política, viven por encima de nuestras posibilidades, superan el cáncer, se alimentan de lo mejor y duermen sobre plumas... además de miles de otros privilegios.       
           Reniego de Europa, reniego de mi condición de humana.
        Quizás todo esto sea un delirio, una pesadilla...  Trataré de buscar ánimo en tu ejemplo, querido colega. Y tal vez,  mañana, pueda recobrar la cordura, salir de la desolación y obtener fuerzas de nuevo para seguir luchando.
         ¡Enchaallah!
 

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