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lunes, 12 de septiembre de 2016

¿PRIMERO LOS DE AQUI?


 

       A la profunda brecha que ya se ha abierto desde el lenguaje en razón de si se es persona susceptible de asilo o se pertenece a los ahora denominados “inmigrantes económicos”, comienzan a añadirse otras grietas en nuestra sociedad al grito de “primero los españoles”, letanía que se extiende gracias a que, para derrocar nuestra solidaridad e intenciones de hospitalidad, nos inoculan el virus del miedo y la inseguridad: “Se pueden colar los yihadistas”, “a saber qué delincuentes vienen”, etc., etc... O “Si tenemos 5 millones de parados, ¿Por qué ellos nos va a quitar el trabajo?” ¿Por qué se les da ayuda a ellos y no a nosotros?”

Foto: Olmo Calvo.
         Nos vamos calentando y nos sale la “vena patriótica" y el discurso se va radicalizando, alimentado por muchos de nuestros medios, partidos políticos de derechas  y al calor de la crisis.

      Pero a estos que lo preguntan, (algunos nos increpan y discuten lo que pensamos y decimos), no les he visto ninguna vez delante de los grandes bancos cuando se les designaban ayudas públicas por 217 mil millones de euros para sus problemas económicos privados, gritando: ¡Primero los españoles, luego la Banca!

          Ni tampoco delante de los que perdían su casa en los desahucios; ni cuando los “recortes” aplicados por nuestros últimos gobiernos en todos nuestros derechos laborales, sociales y económicos,  nos dejaban en cueros  ante la gran patronal.

 

          Tampoco ante los Juzgados exigiendo sentencias efectivas para los políticos corruptos, ni ante la institución de la Iglesia cuando recibe  sustanciosas subvenciones anuales de nuestro Estado que, en teoría, debería ser laico.

           Pero es que, además, no se trata de elegir. No hay que hacerlo. Aunque quieran engrosar las cifras añadiendo números a los ceros, este problema abarca solo a  un 5 por ciento de personas que podrían integrarse perfectamente sin que nadie lo notara.

          Ya nos intentaron intimidar con leyes sancionadoras a los que practicábamos la hospitalidad, para que negásemos el apoyo a los que se encuentran en “situación irregular”, pero no lo consiguieron porque  tenemos claro que nuestros principios no pueden ser criminalizados.

Foto: Antonio Ruíz.
           Sé que, tras tanto furor patrio, se esconde el miedo y por eso se habla de  avalanchas, de colapsos, de cifras astronómicas en ayudas, por cierto siempre menores que las que se han perdido en corrupción y en pelotazos particulares. Se trata de controlarnos mediante las cortinas de humo que dificultan nuestra percepción.

         Esa angustia no nos deja ver el horror de lo que está pasando en las fronteras, ¡en tantas!, ni las criminales políticas migratorias que se están llevando a cabo por nuestros dirigentes, ni cómo se destruyen desde fuera los conatos de democratización que en Oriente Medio y en  países africanos se han podido dar.  Nada nos molesta la venta de armas a países  en los que se atiza la hoguera para su empleo y a cuyas poblaciones civiles, víctimas de los conflictos resultantes, no  queremos atender después.
         Ese “primero los de aquí” no es algo que nos resulte beneficioso, creedme. Porque nuestra salida de la crisis no depende de que atendamos más o menos sirios, más o menos kurdos, eritreos o palestinos y subsaharianos (que por cierto, aunque tanto se habla del tema, en nuestro país no son atendidos todavía)… No, de verdad. Aunque no viniera ninguno, tu cuenta corriente no va a aumentar por ello, ni vas a tener un trabajo estable y seguro, ni tu mundo va a ser una maravillosa balsa de aceite, segura, próspera y feliz.

     Hay que mirar hacia otro lado, hacia otros responsables…
    Lo contrario solo nos individualiza, nos deteriora, nos hace más débiles y más cobarde. 
 
    

Foto: José Palazón.
 Los inmigrantes no son nuestros competidores ni abusarán de los servicios públicos, como nos hacen pensar. Nos los han quitado ya en gran medida y no precisamente han sido ellos. 
 
    No os creais lo que nos trasmite la televisión, dejad de pensar que las cuchillas en las fronteras son eficaces, y  que esto es cuestión de elección,  porque no lo es. Vacunarnos contra la xenofobia, es la única salida. 

          Y no se trata de "buenismo", es que hay que cumplir las leyes internacionales. 

            Tras la II Guerra Mundial, se definió jurídicamente el Estatuto del Refugiado para  encargarse de la protección
legal y de la búsqueda de soluciones para los afectados por las causas de migraciones. La Convención de 1951 definía al refugiado como  "la persona que debido a fundados temores de ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social o por sus opiniones políticas, se encuentra fuera del país de su nacionalidad". Actualmente, nuestros gobiernos se saltan el artículo 33 devolviendo a cualquiera que se acerca a las vallas, pero así mismo, incumplen otras leyes internacionales en Ceuta y Melilla con el inhumano trato que practican.

       Estamos en otro momento  crucial de la historia donde se trata de seguir siendo o no personas, de seguir viviendo en un mundo que alguna vez puede mejorar… Por eso debemos dejar de sentir la “patria” como algo interiorizado en  nosotros. Es una construcción ficticia. Ser de un lugar, de un país, reconocerse como miembro de una comunidad, no debe significar cerrarnos tras muros vergonzosos. Dicen que somos de un paisaje, posiblemente sea así. Pero la "patria" que nos inculcan es excluyente y fanática, siempre cercana a las ideas fascistas.
       Fijaos bien en que quienes nos hablan siempre de la patria, son los que tan a menudo la venden al mejor postor.
 


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