Adiós, sr. Ministro de las cloacas del Estado…
Tu paso por el
ministerio no ha dado árboles de frutos ni flores, sino ruinas de una
naturaleza muerta. Segura estoy de que no corría la brisa desde hace tiempo en
las ventanas de tu sede oficial, porque has sido un ministro incendiario y saqueador.
Has ido de cacería en cacería, incapaz de situarte ante la fragilidad de la
vida humana.
Has vivido más preocupado por los
movimientos de los “reyes” vecinos, apoyando las guerras, más aún si las
consideras “santas”, porque tu enemigo es siempre un infiel. Y hasta la paz, la
impones con tus sables.
Has criado una jauría de mastines voraces que
han dejado regueros de sangre que no va a borrar el polvo del camino. Y de vez en cuando, les das unos azucarillos para recompensar su labor.
Todos esos que consideras “ilegales”,
deberían escupirte la palabra “inmoral”, a ti, incapacitado para mirar a los ojos de
víctimas inocentes, a sus hermosos cuerpos vencidos por heridas, ojos que
contrastarían con tu arrogante mirada.
Foto: José Palazón. |
Serás reconocido por todos porque, a tu paso,
se sentirá el hedor que dejan los que siegan la vida humana.
Y quien destruye la vida, donde
quiera que sea,
tiene su corazón lleno de muerte.
tiene su corazón lleno de muerte.
Dicen que quien destruye la vida
ajena, es porque odia la propia…
Y aunque reces y reces una y otra vez, no puedes escuchar la voz de Dios… La que crees que es su voz, es más bien la de tu odio por la vida.
Foto: Antonio Ruiz. |
Y aunque reces y reces una y otra vez, no puedes escuchar la voz de Dios… La que crees que es su voz, es más bien la de tu odio por la vida.
Eres el ejemplo de que los hombres menos libres en el mundo son los que
tienen el poder en sus manos.
Porque siempre vivís prisioneros de vuestras cortes, vuestros oros, vuestros aduladores, vuestras patrias, y, sobre todo, de la ley.
Porque siempre vivís prisioneros de vuestras cortes, vuestros oros, vuestros aduladores, vuestras patrias, y, sobre todo, de la ley.
Esa ley tuya que nos ha hecho llorar tanto, dolernos tanto por las
trampas.
Vete en paz, déjanos alguna esperanza, aunque sea incierta con tu
sucesión.
Y nosotros, abramos las ventanas y, aún solo
en este momento, en el de tu partida, seamos felices y compadezcámonos de tu
pobre y encogida figura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario