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miércoles, 5 de septiembre de 2018

UN ROSARIO Y 7 BALAS...




Esta es la imagen, 
un rosario y 7 balas con su nombre escrito en Twitter.

Su respuesta en la red social fue:

“No me callarán, haré escuchar la voz de los que menos tienen”.

De nuevo, San Carlos Borromeo nos permite  el encuentro con una persona que da ejemplo de vida y de solidaridad por encima de los impedimentos y las amenazas.

La vida te hace regalos: Alejandro Solalinde nos ha visitado.

Al pasar por España, participó una mañana de domingo en la celebración dominical, en la que nos contó la experiencia de acogida y encuentro con migrantes latinoamericanos en su paso por México camino a EE.UU.

     Oí hablar del padre Solalinde por primera vez cuando mi hija vivía en México, en Colima, lo que me hacía estar más pendiente de las noticias de aquel país. Y mucho más  a raíz de la desaparición de los 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa.

México es un país colorido y alegre, aunque es también el país de la oscuridad.

Según datos de A. I. cada día desaparecen de media unas 11 personas.

Cada 4,6 minutos, una mujer es violada.

A este cura los grupos criminales les tienen en su punto de mira porque les estorba.

    Denuncia continuamente “el muro horizontal” que ahora es México, convertido en cementerio de los que mueren en los desiertos, ríos y a manos de otros. Solalinde sostiene que no se trata solo de un lucrativo negocio en volumen, sino de una estrategia política para hacerle el trabajo sucio a EE.UU: contener a través del miedo la inmigración a ese país.

     También el negocio que las autoridades hacen del migrante, así como la corrupción del gobierno y ministerios públicos con el crimen organizado.

    Y las fosas clandestinas o comunes donde no se utilizan procedimientos para reconocer los restos  “porque así le convine al gobierno mexicano para que siga la impunidad”.

Él es el cura al que todos quieren matar.

  

     Recordó que descubrió su vocación a los 19 años, pensando que la función principal de los sacerdotes era salvar almas. Ahora, lo que dice es “que sé que se trata de salvar a las personas del hambre, de la injusticia, de la corrupción, de la impunidad”.

    Cuentan que, de niño,  rompía los cristales de las casas de los vecinos, que hacía tropezar a los paseantes con hilos a ras del suelo, que participaba en guerras de pedradas y que con su pandilla echaba agua y a veces pintura a las parejas que iban a besarse a los jardines. Era tan “malo” que las monjas lo expulsaron dos veces y le dieron el título de primaria por respeto a su padre, profesor de barrio, que llevaba la contabilidad y tocaba el piano en el Colegio América.
     Aquel travieso niño aprendió a defenderse del grandullón que le pegaba y le tiraba la bolsa de pan cuando salía de la panadería. Clavó varios clavitos en una tabla y le marcó las piernas al abusador.
    La madre convenció a Alejandro de que no era un niño malo, y que en una nueva escuela nadie sabría de sus travesuras. A los dos meses, comenzaron las buenas notas y en su primer semestre ya obtuvo un diez.
     En una familia buena y generosa, con dificultades económicas, pronto los hermanos mayores tuvieron que ponerse a trabajar. Y gracias a eso, los pequeños pudieron seguir estudiando.
    Fue el salario de su hermano Raúl el que permitió a Alejandro estudiar la secundaria, el bachillerato, dos carreras universitarias  (Historia y Psicología), una maestría en Terapia Familiar y, más tarde, una aburguesada vida durante sus primeros años de sacerdote en Toluca.
    Pero si en la infancia “lo corrieron 3 veces de colegios privados y escuelas públicas, en la juventud lo echaron de cuanto seminario religioso pisó”.
    Ya no eran las travesuras de niño, sino rebeldía frente a la obediencia, la disciplina y el modelo de Iglesia lo que lo confrontaba con sus superiores.
Los carmelitas lo salvaron del Yunque y le enseñaron el Concilio Vaticano II.
    Fue durante décadas un cura de aldea, sin ninguna influencia social, política ni religiosa.
    En 2005, ya con 60 años, decide dejar su parroquia y entregarse a la defensa de los migrantes.  Desde entonces, ha sido encarcelado dos veces, amenazado por el cártel de los Zetas, por policías y políticos, intentaron quemarlo vivo junto con su albergue y han puesto precio a su cabeza:


Los grupos criminales le tienen en su punto de mira, estorba el negocio.
 
Un día pasó por unas vías de tren… Y descubrió a La Bestia.
El tren que utilizan los latinoamericanos y que se cobra un alto precio.
Se subió al techo con algunos migrantes y compartió tiempo con ellos, viendo las necesidades que padecían.
   En el año 2007 fundó un albergue –Hermanos en el Camino- para que las personas que llevan una larga y peligrosa travesía a sus espaldas, descansen, disfruten de cama y comida, de cuidados médicos y de apoyo psicológico.
    Como misión, ser un organismo de asistencia humanitaria integral capaz de brindar toda la orientación necesaria a las personas migrantes en tránsito.
    Y con la visión de ofrecer servicios compensatorios de calidad, así como defender y promover los derechos humanos de las personas migrantes acompañándolas y promoviendo su constitución como sujetos activos, hacedores y transformadores de la realidad.
  Aunque, dice, llegan en principio con actitud desconfiada, más tarde empiezan a  narrar sus historias, “que son de violencia,
pero también de recuerdos bonitos de su tierra: les duele haber dejado su país de origen, su familia o lo que queda de ella. También hablan de esperanza”.

A veces, los periodistas le preguntan:
 ¿La migración es un delito o un derecho?
Suele criminalizarse, pero él sostiene que la migración es un derecho.
Aliado con otros defensores de derechos humanos, presionó al Congreso mexicano y Calderón, entonces presidente, promulgó una ley de migración que concedía “visa de transmigrante” de 180 días para transitar legalmente hacia EE.UU. 
     “Para analizar los fenómenos migratorios  “no podemos mirar de forma fragmentaria”, sino que es necesario que miremos con retrospectiva la historia de la humanidad desde una visión integral”.
    “Los emigrantes me enseñaron que todas y todos somos migrantes, somos indigentes existenciales. Somos caminantes. Somos humanidad en camino. Somos procesos… Son un signo de que algo está cambiando en el mundo. Ellas y ellos nos trasmiten una nueva humanidad, una espiritualidad desposeída de lo material con el sueño compartido de un mañana que no han visto”.
    Pero ante esto, “hay una parte de la humanidad grotesca que cree que se puede ejercer el poder sobre otros y dominarlos y que solo piensan en la concentración de la riqueza. Es una humanidad ciega. Son personas que han apostado la única existencia que tenemos al poder y al dinero. Vivir para tener y acumular es un suicidio. Cuando nos vamos, todos nos vamos encuerados”.
   El padre Solalinde encarna la “lucha por una verdadera síntesis entre fe y vida, entre culto y vida social, entre religión y compromiso por la justicia”.
   Es decir, la opción de Jesús por los pobres y marginados, “junto con su conducta polémica y provocadora para con los ricos” (Rafael Sivatte: La justicia que brota de la fe).
   Por eso para este cura “lo más valioso es el ser humano. Dios está encarnado en el ser humano”. Lo que  le hace partidario de una Iglesia menos ostentosa y más cercana. Más “itinerante” y que dé las mismas oportunidades a las mujeres.
    Su compromiso con el feminismo le llevó en una homilía a explicar el Génesis narrando  que cuando Dios le quitó una costilla a Adán para darle una compañera, el hecho de que fuera una costilla era significativo: no se trataba de una extremidad superior o inferior, ni de arriba ni de abajo, sino de en medio del cuerpo de Adán. Ese hecho significaba que Dios situaba  en un plano de igualdad a ambos sexos.
   Habla de su madre Iglesia con pena “porque no es fiel a Jesús, sino al poder y al dinero” y “porque es misógina y trata con la punta del pie a los laicos y a las mujeres”.
El sacerdote mexicano denuncia el “genocidio que se está realizando “con los inmigrantes que cruzan el país.
El cobarde asesinato de mujeres es parte del sistema de gobierno: sabe que ellas pueden cambiar la historia de nuestro país.
México es la nueva Tailanda, con 12 millones de mexicanas víctimas de trata y 4 cárteles implicados  en el secuestro de mujeres con fines de explotación sexual.
Insiste en que su país sirve de “muro horizontal” a EE.UU. El equipo del padre Solalinde condena que los intereses políticos de estos dos países  hagan de él un cementerio de miles de migrantes muertos en desiertos, ríos y a manos de la delincuencia.
Si Trump está yendo con todo, yo seguiré también defendiendo con todo a las personas migrantes, afirma.
Y considera que hay una confrontación entre los valores que deja ver  el presidente americano, de xenofobia, discriminación, racismo y misogenia y los que esgrimen los defensores de los derechos humanos.
México le hace el trabajo sucio a los EEUU y trata con “desprecio” y “como delincuentes” a las personas que van en busca de una vida mejor  en el vecino norte.
El gobierno federal es su aliado, su amigo y le cuida el patio trasero.

A lo largo de “su viaje a EE.UU sufren asaltos, agresiones físicas y sexuales, abusos de autoridad, encarcelamientos, descargas eléctricas, extorsiones y secuestros, tanto por parte de bandas y delincuencia organizada como por autoridades públicas, policías y agentes del Instituto Nacional de Migración”. Todas esas situaciones afectan a los que pasan por México camino del sueño americano.
 
    Habla con tristeza de cómo en su país la narcocultura va atrapando a los jóvenes, de la imagen del “narco poderoso” que se trasmite, en cine, televisión, canciones, a pesar de que la segunda generación de narcos es de universitarios con grado en administración de empresas que contratan a químicos que fabriquen drogas de diseño.
    El narcotráfico hacía ricos a pobres don nadie  que creían ser  valientes, con aquello de plata o plomo.
   Ahora, toman el discurso del poder imperante: la libertad de mercado y la legitimidad de hacer dinero.
El cártel de los Zetas tienen en el secuestro de emigrantes una de sus fuentes de financiación más lucrativas.
 
Los migrantes se exponen a numerosos peligros. Además del riesgo de convertirse en mercancía o en trabajadores forzados a los que luego hay que matar, se enfrentan a los cárteles del crimen organizado, a posibles brotes de racismo, siempre con los bolsillos vacíos.
Ante esto, el gobierno mira para otro lado.
“El Instituto Nacional de Migración (INM) obedece  (dice obededer) a una Constitución de un Estado de Derecho, pero no es as… No se guía por los Derechos Humanos ni por las leyes migratorias.”   Se ha convertido en un azote para los migrantes y en una gran contradicción. Los persigue como si fueran criminales. Usan armas de fuego y bolas de goma; emplean pistolas eléctricas sobre las caras o en los genitales.
Los torturan…

Comenta que cuando estuvo en la ONU y en el Parlamento Europeo, fue decepcionante.


El Padre Solalinde dejó un claro mensaje al Parlamento Europeo: “Europa está en decadencia moral. Los Derechos Humanos son parejos para todo ser humano. No se puede excluir a los migrantes”
Sostiene que la migración “lleva consecuencias positivas para los países receptores”.


“El movimiento migratorio no es un fenómeno, es un hecho provocado por el sistema capitalista que ahora se tendrá que enfrentar con lo que él mismo desató”.

Cuando los periodistas le preguntan si tiene miedo, responde:
 “¿Miedo? Miedo y vergüenza si me callo. Miedo y vergüenza si soy cobarde. Yo tengo libertad de conciencia.  Por miedo no voy a dejar de hacer nada.”











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