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martes, 22 de enero de 2013

OBEDIENCIA O DESOBEDIENCIA



    



                              Os sugiero una tarea: aprender a decir no, como hacen los niños    cuando   comienzan a aprender a vivir.
                             Decir no a cualquier imposición o ley que atente contra las personas o grupos más desfavorecidos.
                                                              (Enrique de Castro)





Desde niño me enseñaron a obedecer y creo que también a vosotros. Se nos ha presentado la obediencia como virtud y los religiosos la incluyen entre sus votos. Me enseñaron a obedecer a mis padres, maestros, superiores, los curas hacemos promesa de obediencia al obispo y tenemos que obedecer las leyes de quienes nos gobiernan.


Pero cuando era niño siempre me explicaron que obedecer era acatar las órdenes del superior, así que me quedé sorprendido cuando descubrí que la palabra obediencia proviene del latín audire y significa saber escuchar, analizar lo que escuchas y elegir.

 
Hoy tenemos un buen galimatías cuando escuchamos a los que nos gobiernan: se desacreditan unos a otros, se llaman mutuamente mentirosos, se acusan de manipulación y de tantas otras cosas… No lo decimos los gobernados, se lo dicen entre ellos. ¿A quién obedecer, a quién escuchar para elegir? ¿Cuál es la verdad de la guerra de Irak, de la globalización, de los favoritismos para gobernar, de las financiaciones de los partidos, o de la pobreza de la iglesia?

Así he ido entendiendo que Jesús es el gran desobediente de los jefes y grandes de este mundo, a quienes llama tiranos y opresores en los textos de Mateo, cap. 20 y Marcos, cap. 10. En sus gestos liberadores, se sitúa al margen de la ley y coloca a la mujer y al hombre por encima de ella. Y sus discípulos, cuando son llevados a los tribunales, que les prohíben enseñar en nombre de Jesús, responden que obedecen a dios antes que a ellos.
Por eso creo que tenemos que aprender a decir no y tenerlo por gran virtud. Con respeto, hasta con cariño, pacíficamente, pero decir no a tanta mandanga, para decirnos sí entre los de abajo.
El escritor Eric Fromm nos recuerda el simbolismo del corte del cordón umbilical, imprescindible para que el niño pueda vivir. Es necesario cortar todos los cordones umbilicales que son capaces de asfixiarnos si no los cortamos: los que nos sujetan y someten a nuestros mayores, a nuestra cultura y tradición, a nuestra religión… Someternos a todo lo que nos encontramos al nacer, sin más, nos impide pensar por nosotros mismos, ser nosotros mismos, supone nuestra asfixia. Probablemente es lo que, en terminología religiosa, llamamos pecado original.

                    ¿Es que no vale lo que nos proponen nuestros mayores? Si de verdad son valores, nos aparecerán por sí mismos. Aprender a decir no nos capacita para, después, decir sí por nosotros mismos, libremente. Decir sí a los otros implica, sin duda, la madurez del ser humano. Pero no cuando nuestro sí es producto de nuestro miedo, o de la imposición de otros. Cuántas veces decimos sí por no enfrentarnos, por comodidad, por pereza o por cobardía.

           ¿Queremos la paz? Entonces debemos decir no a la guerra, no a los que la imponen, no a los que la propugnan. Eso se traduce en gestos de insumisión. Y si queremos la justicia, comencemos a decir no a cualquier imposición o ley que atente contra las personas
o grupos más desfavorecidos.
                      Reconozco que he sentido vértigo al ir diciendo no a tanto orden establecido cultural y religioso. Pero es una gozada encontrarse con que, a consecuencia de ello, muchas personas recuperan la esperanza y el ánimo de vivir.



Publicado originalmente en la Revista  "CANIJIN"
por Enrique de Castro.
28 de Julio de 2011.

Fotos de Marian del Toro. 2012.-




 

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