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miércoles, 19 de marzo de 2025

MARZO-MUJER 25. Día 19

 

Julia Pastrana, "La mujer de la voz de pájaro".


En la carpa, el escenario está en penumbra. Se enciende solo una luz que enfoca en el centro a una diminuta mujer. Ésta cubre su cara con una máscara.


El público, en absoluto silencio, espera. Aguarda con ansiedad lo que ella va a mostrar. 


La mujer sigue en el centro para iniciar su acto con potencia. Despacio, se quita la tela negra y revela su rostro con una sonrisa pícara: "peluda, morena, con los dientes chuecos y diminuta". 


Así era Julia Pastrana. 

La misma escena se repite en París, en Berlín y Nueva York.


Ahí la tienen, es la mujer más fea del mundo. O la mujer mono, o la mujer oso, o el híbrido perfecto que ocupa el lugar del eslabón perdido de la civilización. Medio humana, medio bestia.


Al encontrarse con el rostro "horripilante" de la mujer siempre surgían varias reacciones. Había quien reía a carcajadas; otros soltaban alaridos de espanto; algunos consideraban que no era un espectáculo para niños: les parecía obsceno. 










Sin embargo, Julia Pastrana hizo una fortuna con su fealdad. En lugar de entenderla como una debilidad, fue el sello distintivo de su acto durante años.


En pleno siglo XIX, una mujer con senos abultados, morena y con la barba tupida era el pretexto perfecto para llenar una carpa de circo en Europa y en EE.UU.


La vida de la mexicana Julia Pastrana es una historia de dolor, discriminación y muestra de la crueldad humana.


Perteneció al tiempo de la cultura del espectáculo de "monstruos", una gran industria del entretenimiento de masas, como Krao Farini, Annie Jones y otras a lo largo de la historia.


Julia era la "exótica anormalidad", a la que se vestía con prendas delicadas, pronunciados escotes y un punto extra de sensualidad.


Su cuerpo era sometido a una representación exagerada para cultivar el deseo y el placer de la audiencia.





Sin mucha certeza, se cuenta que Julia Pastrana nació el 14 de febrero de 1834 en Santiago de Ocoroni, Sinaloa, Mexico. La verdad es que de sus orígenes se sabe muy poco y hay diversas versiones sobre su infancia.


Probablemente fue hija de una india de la tribu de los “Buscadores de Raíces”, que habita en la sierra de Sinaloa que se llamaba Espinosa. Se separó de la tribu y vivió con Julia un tiempo escondida en una cueva.


La niña padecía de una enfermedad extremadamente rara. Nació en 1834 con hipertricosis terminal congénita generalizada con hiperplasia gingival, condición que cubrió de pelo todo el cuerpo y engrosó de una manera anormal sus encías. Esta condición hoy es fácilmente tratable: hipertricosis o síndrome del hombre lobo.


Sus capacidades intelectuales estaban intactas, y sólo tenía vello en donde las mujeres generalmente no lo presentan.


Espinosa murió pronto y la niña fue llevada a una población cercana donde la hicieron trabajar como doméstica en la casa de la familia del gobernador del Estado, que la trataba de una manera despótica.

  
Dejó de estar bajo su custodia en 1854, cuando fue comprada por un empresario  del espectáculo para exhibirla en los Estados Unidos.


Este hombre vio en ella y en su aspecto un futuro de fama y ganancias fáciles. En ese instante se definió su destino: Viajes, eternas exhibiciones, soledad, discriminación. Y éxito. Mucho éxito.


Su espectáculo fue tan aclamado que, un par de años más tarde, Theodor Lent se convertiría en su manager, y la llevaría de gira por todo el continente europeo.


En realidad, Julia era una artista. Sabía leer y escribir, era culta y demostraba talento.


Ricardo Mimiaga, historiador que fue uno de los más activos en hacer visible la existencia de esta mexicana, decía de ella:


     "Bailaba y cantaba en distintos idiomas, era mezzosoprano. Es justo que se le reconozca como una digna representante del género femenino que padeció la discriminación y que no sólo sea recordada como un fenómeno, como la mujer mas fea del mundo".


      Julia debutó en el Gothic Hall de Nueva York.


“Los ojos de este lusus natura brillan con inteligencia –afirmaba un diario de la época–, mientras que sus mandíbulas, sus colmillos afilados y sus orejas puntiagudas son terriblemente espantosos..., casi todo su cuerpo está cubierto con pelo largo y brillante. Su voz es armoniosa, porque este ser semihumano es perfectamente dócil y habla la lengua española” (lusus natura es una frase en latín que se puede traducir como “capricho de la naturaleza”).


Los retratos de la época muestran el rostro de Julia completamente cubierto de pelo; corto en la frente, la nariz y las orejas; largo y espeso en las cejas, las mejillas y el mentón. Tenía las orejas inusualmente grandes; la nariz ancha y chata, las mandíbulas proyectadas hacia adelante, los labios muy gruesos.


Incluso llamó la atención de Charles Darwin, quien, en su libro "La variación de los animales y las plantas bajo domesticación" (1868), escribió acerca de Julia que “tanto en la mandíbula superior como en la inferior tenía un doble juego irregular de dientes, con una hilera dentro de la otra. Por la redundancia de los dientes, su boca se proyectaba hacia afuera, y su cara tenía un aspecto de gorila”.


Fuera de estos rasgos y su baja estatura (un metro treinta y siete), Julia era una mujer normal. 


Según el naturalista Frank Buckland, tenía una figura “sumamente agradable, y su pie diminuto y su tobillo bien formado, bien chaussé, eran la perfección misma”. 


Un artículo científico publicado en 1857 en la revista inglesa The Lancet menciona que tenía los pechos notablemente desarrollados y que menstruaba en forma regular. Las palmas de las manos y las plantas de los pies eran las únicas partes de su cuerpo que no estaban cubiertas de pelo.


Sus cualidades artísticas eran notables. Como hemos dicho anterirmente, cantaba con voz de mezzosoprano y bailaba danzas tradicionales. Tocaba la guitarra y la armónica.  Había practicado equitación y en los espectáculos realizaba acrobacias sobre un caballo.


En una obra de burlesque, interpretó a la esposa de un hombre que se casó con su enamorada sin haberle visto el rostro, siempre oculto por un velo (la obra fue suspendida por recomendación médica, para evitar la impresión que se podían llevar las mujeres embarazadas cuando Julia se quitaba el velo en el escenario; esta impresión, decían los facultativos, podía causar un aborto o producir hijos con el aspecto de Julia).


Los que la conocieron personalmente fuera del escenario la describieron como una mujer inteligente, que conversaba muy bien en inglés. El empresario circense Hermann Otto dijo que ella sufría mucho a causa de su aspecto y por ser exhibida como una curiosidad.


Su rol cruzó los límites del freak show y se convirtió en una extraordinaria socialité, una infaltable de las mejores fiestas y reuniones de la clase alta.


Lent le pidió matrimonio. Era inevitable: así se ahorraría muchos problemas legales, y las cuentas de banco cada vez más robustas de la mujer eran un premio que valía la pena considerar. Cuando concretaron su unión, Lent la obligó a pasar exámenes fisiológicos exhaustivos, y tuvo que cancelar sus presentaciones durante una semana.


Finalmente, en 1857, Julia y Theodore se casaron en Viena. Algunas versiones hablan de la obsesión que él tenía por ella; otras –seguramente las más acertadas- aseguran que lo hizo para enfrentar los rumores que decían que la tenía esclavizada y que le sacaba sus ganancias. Ella era una mina de oro. Y todos lo sabían.


Julia sí se enamoró de él porque pensó que tenía un interés verdadero por ella.


En 1859, Julia quedó embarazada. A pesar de su estado, la pareja viajó a Moscú para seguir con su espectáculo. Tal era el furor por ella en esa ciudad, que Lent hasta vendió entradas para presenciar el parto.


En marzo de 1860, el nacimiento fue complicado. El bebé llegó a este mundo con la misma dolencia que ella y vivió solamente 35 horas. El postparto de Julia fue en extremo difícil, quedó muy débil. 


Lent seguía vendiendo boletos para el show. Pero no fue posible. La joven murió pocos días después al no recuperarse de las laceraciones de los fórceps para sacar a la criatura. Tenía sólo 26 años.


Lent vendió el cuerpo de Julia y de su hijo al Instituto Anatómico de la Universidad de Moscú, donde fueron embalsamados y exhibidos durante seis meses. Pero el empresario se valió de una cláusula ambigua para disolver el contrato y llevarse los cuerpos embalsamados para mostrarlos en distintas partes del mundo.


Contactó con un médico para momificar los cuerpos, aunque después se supo que emplearon la técnica de la taxidermia, que se usa para disecar animales. Le puso un vestido de bailarina que ella misma había confeccionado, le colocó a su hijo en los pies y los metió en una vitrina para ser exhibidos.


Fue así como Julia Pastrana comenzó una segunda gira por Europa. 

Esta vez, póstuma. 


París, Milán, Berlín y otras ciudades importantes fueron testigo de la mujer disecada en una misma postura, inamovible, casi plástica. En la caja de vidrio, la mujer recorrió Europa una vez más.


Unos años después, Lent encontró a otra mujer con hipertricosis llamada Mariel Bartel y se casó con ella teniendo en miras su nuevo espectáculo. La promocionaba como “Zenora Pastrana, la hermana de Julia Pastrana” en un show en el que mostraba a su nueva esposa junto a las momias de Julia y su hijo.


Finalmente Lent perdió la cordura y murió en un hospital psiquiátrico y Mariel vendió los cuerpos embalsamados de la madre y el hijo.


Los cuerpos fueron cambiando de dueños, permanecieron en Oslo, Noruega, hasta la Segunda Guerra Mundial, y en 1943 los nazis se interesaron en los cuerpos de Julia y su hijo y los confiscaron.


Estuvieron en una bodega de Linkönping, durante 10 años, y al año siguiente los trasladaron a Oslo, se exhibieron en Noruega, se los llevaron a Estados Unidos, regresaron a Oslo y en 1976, unos ladrones forzaron la puerta, hicieron destrozos en el cuerpo y robaron al niño.  Otras crónicas dicen que la momia del bebé fue devorada por ratones.

La artista mexicana Laura Anderson Bastrana, que vivía en Noruega, se enteró de la increíble historia de Julia.


Tras recibir una beca para realizar una investigación en Noruega, Anderson inició en 2004 un estudio sobre su caso y con la ayuda del antropólogo Nicolás Márquez-Grant decidió comenzar una campaña de repatriación de sus restos a México e inició una batalla legal para conseguirlo.


Fue un difícil proceso pero, por fin, en febrero de 2013, después de 153 años de su muerte, Julia Pastrana regresó a su tierra natal, a Sinaloa, donde se le dio sepultura en el panteón municipal con todos los honores.


“Julia Pastrana ha vuelto a casa”, dijo el alcalde del pueblo natal Sinaloa de Leyva, Saúl Rubio Ayala, tras la repatriación de sus restos mortales. -“Julia ha vuelto a nacer entre nosotros, para que nunca más una mujer se convierta en objeto comercial"-.


México rindió homenaje a Julia Pastrana un siglo y medio después de su muerte.



La “dama extraordinaria”, descansó por fin en paz.



Desde aquí, en este Marzo-Mujer del año 2025, queremos reconocer que Julia Pastrana fue, es y será una mujer orgullosamente distinta


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Fuentes:
Public Domain Review, Ricardo Mimiaga, Rosina Grave, Juliana Fragoso, Marco Villa y Redacción Diario Clarín.

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